19 marzo 2024
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El arte de traducir cómics a cuatro manos: charlando con un gran equipo

Entrevista a Fabián Rodríguez Piastri y María Serna Aguirre

Esta entrevista es el encuentro de dos tándems de traductores especializados en cómics que llevan años trabajando juntos. Por un lado, los entrevistadores, curiosos por saber cómo trabajan otros equipos; por el otro, los entrevistados, que revelan gustosos su fórmula magistral. Para nosotros, entrevistadores, es un placer presentaros esta conversación con María Serna y Fabián Rodríguez porque estamos encantados de haber charlado con ellos y porque entendemos que son muy buenos en lo que hacen. Podemos afirmar que por fin se cuidan las traducciones de historietas como otro aspecto fundamental de la cadena editorial. Y en este equipo que hemos venido a presentaros tenemos un excelente ejemplo. Para introducir la entrevista, les cedemos la palabra a María y Fabián: «Traducimos cómics desde hace varios años y somos amigos desde hace muchos más, así que establecimos un equipo creativo que se complementa bien por nuestros perfiles diferentes. A Fabián le gusta mucho la oralidad, porque es muy televisivo y de leer mucho cómic; a María le interesa la oralidad como parte de la escritura y se acerca más a lo literario. Fabián tiene ideas geniales y María aporta coherencia. Nos reímos».

¿Cómo os introdujisteis en el mundo de la traducción de cómics?

María: Trabajando de intérprete en la comisaría de Leganitos de Madrid conocí a Víctor Illera, que traducía cómics del japonés para la editorial Ponent Mon. Empecé traduciéndoles sinopsis de cómics de francés hasta que me propusieron traducir El señor Cocodrilo está muerto de hambre, de Joann Sfar.

Fabián: A mí me llamó María un verano para traducir Lester Cockney, y desde entonces.

¿Cuántos cómics traducís al año? ¿Qué género es el más abundante entre vuestras referencias?

F: Yo estoy traduciendo una media de veinte cómics al año, sobre todo de aviones, histórico, de aventura histórica y de aventuras que les pasan a pilotos.

M: Yo reviso la gran parte de los cómics que traduce Fabián para Ponent Mon y aparte firmo en solitario unas seis obras al año, que suelen ser cómics de autor.

Algunas de estas obras, como Buck Danny, presentan lenguajes de especialidad, en este caso sobre aviación: ¿aplicáis un método de documentación y mecanismos diferentes a otros tipos de traducciones?

M: Yo reviso las obras que presentan lenguajes de especialidad con glosarios propios de unificación de criterios, pero la documentación especializada la realiza Fabián.

F: En el caso de Buck Danny, lo llevo leyendo desde muy pequeño y el tema de la aviación militar, sobre todo de la Segunda Guerra Mundial, siempre me ha gustado mucho. Pero más que Buck Danny, lo que presenta dificultades terminológicas es la serie Tanguy y Laverdure. Para Barbarroja, que se las trae, descubrí un glosario náutico de la época en inglés, español y francés que me ha ayudado mucho, más que el curso de vela que hice un verano a los quince años.

¿Establecéis una relación especial con los personajes de series largas?

F: Sexual. En las series largas, yo al final les cojo manía y me cabreo con los personajes. Por ejemplo, Buck Danny me parece un listillo.

M: …

En la traducción de la serie Jules, de Émile Bravo, empleáis un lenguaje coloquial y accesible en función de los personajes —¡nos encanta la forma de hablar de Tim, el extraterrestre!—, tal y como puede ocurrir en otros títulos que retratan distintas épocas o estratos sociales. ¿Qué licencias os permitís a la hora de otorgarles rasgos lingüísticos característicos?

Nos permitimos todas las licencias para que el lector se ría tanto como nos reímos nosotros al leer los originales.

M: Nos permitimos todas las licencias para que el lector se ría tanto como nos reímos nosotros al leer los originales.

F: Tim habla un poco como yo. Lo que me interesa cuando traduzco un personaje es que hable, porque están hablando. Se parece mucho a traducir cine o teatro. El cómic es un poco lo mismo.

Firmáis las traducciones entre los dos: ¿cuál es vuestro método de trabajo? ¿Qué ventajas e inconvenientes presenta el trabajo en equipo? ¿Os revisa alguien la ortotipografía o el estilo?

M: Firmamos entre los dos porque Fabián se empeña, pero aunque empezamos traduciendo y revisando los dos, últimamente Fabián traduce y yo reviso las series para Ponent Mon.

¿Cuáles pensáis que son los retos y limitaciones principales y más recurrentes en la traducción de cómics? ¿Y los que más os cuestan?

M y F: Más que limitaciones, son características de la traducción del cómic (limitación de espacio, texto supeditado a la imagen). Es un medio muy creativo que permite ciertas licencias, y que hace que nos riamos juntos. Yo me desparramo más y yo tengo tendencia a sintetizar y a normalizar [adivina quién ha dicho qué]. En cuanto a las diferentes fases del proceso, uno de los pasos que consideramos cruciales es volver a ver el texto traducido en los bocadillos para ver si funciona realmente.

Cojamos de ejemplo El Bibendum celeste, de Nicolas de Crécy. Os enfrentáis al fenómeno de la alternancia de códigos lingüísticos (y lo resolvéis de forma magistral). También admiramos la traducción de «New York-sur-Loire» por «Nueva York de Duero». ¿Cómo se consigue alcanzar un equilibrio tan oportuno?

M: Eso pregúntaselo a Fabián, porque fueron ideas suyas y a mí me parecieron muy acertadas. «Nueva York de Duero» para «New-York-sur-Loire» significaba domesticar la traducción y eso nos lo planteamos y decidimos que era una buena opción.

Es como cuando un personaje está borracho, a la quinta página quieres que se le pase la cogorza porque hay que mantener un tono muy rígido que no se te ha ocurrido a ti.

F: Como gran usuario de la N-I, dudaba entre «Nueva York de Duero» y «Nueva York de Ebro». También es cierto que en Francia hay muchos municipios que toman como referencia geográfica el río más cercano, y para mí el más familiar era el Duero. Ahora que lo pienso, «Nueva York de la Reina» también habría estado bien, pero no es un río, había que respetar más el espíritu original. En cuanto al personaje cuyo discurso mezcla francés e inglés, lo recuerdo como un reto por lo cansino que resultó. Si es una idea tuya, te lo puedes pasar bien, pero reproducirlo en otro idioma y manteniendo el mismo código, acaba resultando pesado. Es como cuando un personaje está borracho, a la quinta página quieres que se le pase la cogorza porque hay que mantener un tono muy rígido que no se te ha ocurrido a ti.

En la traducción de cómics nos enfrentamos continuamente a lo que los teóricos llaman la «oralidad fingida». ¿Cómo hacéis hablar a los personajes? ¿Es posible aceptar los errores gramaticales de los personajes?

M: A mí me encantaría que se permitieran más errores. Creo que todavía hay un exceso de celo a la hora de escribir el lenguaje hablado, cosa que en los cómics en francés no existe. Por ejemplo, la forma de hablar de Makinavaja mola, pero las políticas editoriales tienden a un exceso de corrección para las traducciones; hay que peleárselo mucho para poder traducir vulgarismos, incorrecciones o palabrotas.

F: En el caso de Ponent Mon, todo empieza y acaba en nosotros, tenemos total libertad y eso está de puta madre.

Un problema de traducción se te resiste. Sabes que tu opción, aunque válida, no es ni de lejos la mejor. Cocinando, en la ducha o haciendo la compra se enciende una genial bombilla: ¿mito o realidad?

M y F: Con la traducción convives y cuando estás enfrascado en ella, toda la realidad se pone a tu disposición para conseguir las mejores opciones. Lo malo es cuando se te enciende la bombilla y acabas de entregar.

Habéis trabajado para varias editoriales. ¿Tenéis entera libertad en vuestras decisiones o bien os marcan determinadas pautas de actuación?

M y F: Cada editorial tiene su política, como hemos dicho antes, y muchas veces hay que convencer al revisor de que no tiene razón.

¿Qué relación tenéis con el resto de la industria? ¿Asistís a algún evento de cómic? ¿Habéis mantenido contacto con alguno de los autores traducidos?

M: Yo he traducido varios cómics de Guy Delisle y siento que convivo con el universo del autor cuando traduzco su obra, pero claro, la realidad es diferente. En Angulema [el festival de cómics más importante de Europa], esperé una larga cola para que me firmara y cuando me tocó el turno y le dije que era su traductora al español me miró con cara de cansancio, me sonrió y me hizo un dibujito.

Existen abundantes blogs y webs especializados en cómics e historietas. ¿Leéis las reseñas? ¿Hablan en ocasiones de vuestras traducciones?

F: Sí, yo las leo. En una época estaba obsesionado con ver lo que decían de nuestras traducciones, pero como tampoco es una cosa que valore mucho la gente, pues ya paso.

M: En las reseñas casi nunca nos mencionan. A mí me sorprende mucho que se hable del estilo del autor, de la frescura o la originalidad, y que no haya una conciencia de que todo eso llega gracias al traductor.

F: Tampoco hablan de nuestras madres. Podría ser peor.

¿Qué porcentaje de vuestros ingresos supone la traducción de cómics? ¿Es posible vivir de la traducción de cómics?

M: En mi caso, compagino la traducción de cómics con otras actividades profesionales. Para mí no es un objetivo vivir de la traducción de cómics; más bien lucho por conseguir firmar un contrato, por conseguir una buena tarifa y que haya diálogo entre los demás agentes como editores, rotulistas, correctores y revisores; que haya mejores condiciones, vaya.

F: Yo sí que vivo de traducir cómics y estoy de acuerdo con lo que dice María.

¿Tenéis contacto con otros compañeros de este particular gremio? ¿Habéis trabajado alguna vez en un equipo más amplio que el vuestro?

M: Yo he trabajado en tándem con Fabián y también con Víctor Illera este año para los cuatro tomos de Pies descalzos. Una historia de Hiroshima, de Keiji Nakazawa, de la editorial DeBolsillo. En Madrid hemos quedado los tres con Elia Maqueda, y en el curso de especialización en traducción de cómic de la Universidad de Málaga conocí a dos syldavas. Nos vamos conociendo poco a poco los traductores del gremio, que es pequeño.

F: Yo colaboré con vosotros en Barbarroja. Creo que es la única vez que he colaborado con otros traductores.

¿Sois miembros de alguna asociación de traducción? ¿Y de otro ámbito relacionado con esta especialidad? Si alguien está empezando en esto, ¿le recomendaríais que se uniera a alguna?

F: Yo no, tú sí.

M: Yo sí. Yo soy como el brazo legal administrativo, pero no te creas que tengo mucho éxito.

Para terminar, recomendadnos un cómic de entre todos los que hayáis traducido.

M y F: Aleksis Strógonov, sin duda. Émile Bravo nos gusta mucho, nos gustaría conocerle.

María Serna
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Traductora editorial y correctora. Nació en Bilbao y estudió Traducción e Interpretación en la Universidad Pontificia Comillas de Madrid en el itinerario de francés, inglés y japonés. Trabaja en doblaje y subtitulación para cine, teatro y televisión y desde 2010 se sumerge en la traducción de cómics.

Fabián Rodríguez
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Empezó a traducir ya de pequeño porque veía pelis dobladas al francés y las comentaba con sus primos españoles, así que tenía que operar el cambio. Estudió Traducción e Interpretación en la Universidad de Comillas. Sus primeros diez años en el mundo exterior los hizo como traductor técnico y jurado y de documentales. Nada de esto le gustaba especialmente. También tuvo una agencia de traducción que se fue a pique con su socio y con él saludando en el alcázar de popa. Hace unos años descubrió que podía traducir cómics gracias a una muy buena amiga, y desde entonces no ha hecho otra cosa.

Paco Rodríguez
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Tras 10 años traduciendo en diferentes ámbitos, Paco Rodríguez cambió de rumbo profesional y en la actualidad se dedica a la docencia y la investigación en la Universidad de Córdoba, centrándose en la traducción audiovisual y la paratraducción. Su tesis doctoral versa sobre la traducción del cómic franco-belga.

Sergio España
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Soy traductor (FR-ES), docente e investigador. Me he dedicado a la traducción jurídica durante diez años. A partir de 2010, mi carrera se orientó hacia la traducción museística.

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