23 abril 2024
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Diez años dan para mucho

 Queremos, en resumen, una revista para traductores, correctores e intérpretes que esté hecha por traductores, correctores e intérpretes.

En  el primer número de esta revista decía la entonces directora, María Barbero: «Necesitamos artículos escritos por personas que conocen nuestra actividad y desempeñan su profesión en el mismo entorno en que trabajamos nosotros. Necesitamos artículos útiles que combinen la información teórica con la solución práctica. Necesitamos los consejos de quien ha lidiado antes que nosotros con una cuestión terminológica concreta. Queremos leer artículos en los que reconozcamos nuestra situación y descubramos alternativas profesionales. Queremos, en resumen, una revista para traductores, correctores e intérpretes que esté hecha por traductores, correctores e intérpretes».

Cuando nos queremos dar cuenta, estamos en el verano de 2019, nuestro décimo aniversario, y nos afanamos con la recepción de artículos de traductores de las Naciones Unidas, de la Unión Europea y de la Organización de Estados Americanos, entre otros organismos. No es casualidad, porque nos propusimos hacer un número sobre instituciones internacionales (en realidad, no solo internacionales; también hablamos del Congreso y el Senado españoles). Y parece que hemos cumplido las expectativas: en los diecinueve números que llevamos de andadura, contando el presente, hemos recibido contribuciones muy valiosas de unos cuatrocientos traductores, intérpretes y correctores que, en la mayoría de los casos, no ocupan puestos tan glamurosos, pero que al fin y al cabo son profesionales como nosotros, que es lo que pretendíamos.

Cuando nos da por ahí, derrumbamos mitos. Lo hicimos en números anteriores (la idea de que Moisés tiene cuernos por un error de traducción es apócrifa y falsa).

En estos diez años hemos publicado el decálogo del traductor autónomo principiante, el del traductor literario, consejos para interpretar en cabina, recomendaciones para ser localizador de videojuegos, recomendaciones para colaborar con agencias de traducción, un prontuario de vida para correctores y, para los usuarios de los servicios de corrección —no olvidamos que el perfil de nuestros lectores es diverso y vario—, un manual de uso y disfrute. Como ante todo somos personas, siempre incluimos la sección «No solo de pan», hemos hablado de ergonomía, presentamos la técnica del pomodoro cuando era poco conocida (¿o está haciendo de las suyas el fenómeno Baader-Meinhof?), y ¡hasta hemos hecho yoga! Contamos la historia de la traducción automática, fuimos testigos de la que ha liado esta tecnología y, cinco años después de aquella publicación, incitamos a nuestros lectores a que se pasaran al lado oscuro. En nuestras páginas ha escrito José Martínez de Sousa, hemos entrevistado a Pilar de Luna y Jiménez de Parga, a Miguel Sáenz y a Lorenzo Silva. Hemos tocado temas que no pueden faltar en una buena sobremesa: los tecnicismos de los contratos anglosajones, la lengua del vino, las sociedades francoespañolas, la volatería, las catedrales góticas, la relojería, la pesca en Galicia, el traje tradicional gallego y las plantas venenosas. Cuando nos da por ahí, derrumbamos mitos. Lo hicimos en números anteriores (la idea de que Moisés tiene cuernos por un error de traducción es apócrifa y falsa; la traducción literaria se lleva bien con las memorias de traducción, y no está prohibido hablar de tarifas, no, que hemos sacado el tema aquí más de una vez), y lo volvemos a hacer en el número actual: el rechazo a las mayúsculas no está siempre justificado en los contratos; trabajar en instituciones internacionales no es lo que cuentan, no siempre te dan el texto preparado y, para algunos colectivos, el lenguaje no binario está lejos de ser una simple moda.

Os volvemos a invitar. Podemos ir mucho más lejos en los próximos diez años y el mérito será, como ahora, de todos vosotros.

Decía también aquel primer editorial: «Invitamos a todos nuestros colegas a participar activamente en el proyecto de La Linterna del Traductor enviándonos artículos en cualquier idioma, ilustraciones propias o aportaciones breves para las secciones fijas. Así conseguiremos que La Linterna siga siendo aquello para lo que ha nacido: una revista de todos nosotros y para todos nosotros».

Y os volvemos a invitar. Podemos ir mucho más lejos en los próximos diez años y el mérito será, como ahora, de todos vosotros. Si estáis interesados, escribid a redaccion-linterna@asetrad.org.

¡Gracias por estos diez años juntos!

Javier Herrera

Javier Herrera
Ayudante de dirección

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