18 abril 2024
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La colección Crónicas Europeas de Extremo Oriente: entrevistamos a su director

La colección Crónicas Europeas de Extremo Oriente, parte del proyecto Clásicos Hispánicos, pretende ofrecer en formato electrónico una selección de la enorme producción escrita que se generó a raíz de los primeros viajes europeos a Asia Oriental. En esta entrevista, nuestra jefa de redacción, Elena Pérez, habla con Javier Yagüe Bosch, director de la colección y traductor de la última obra publicada.

Para empezar, ¿qué te llevó a participar en Clásicos Hispánicos?

Hace unos años dirigía Clásicos Hispánicos Pablo Jauralde Pou, exprofesor mío en la Universidad Autónoma de Madrid, con quien he mantenido, además de la amistad, un estrecho contacto en nuestras actividades relacionadas con la filología y la poesía. Un buen día él me propuso que me incorporase al equipo de la editorial para colaborar en lo que pudiera terciarse o asesorar en determinadas materias, sin que mis cometidos estuvieran claramente definidos. Acepté de buen grado, y creo que ya entonces ambos intuíamos que, con toda probabilidad, mi aportación tendría mucho que ver con Extremo Oriente.

¿Cómo surgió la idea de la colección?

Me resistí tímidamente —porque el terreno en que me siento cómodo es China, y Japón es otro mundo—, pero acabé aceptando.

En los últimos años, Pablo ha orientado sus investigaciones a las relaciones culturales entre España y China, un ámbito al que también yo he dedicado atención desde otros ángulos, como el de la literatura hispánica inspirada por China o el de la traducción de poesía china al español. Estábamos perfilando una posible colección dedicada a China cuando se publicó la edición de Bernardino de Ávila a cargo de Noemí Martín Santo, referente a Japón, en la que ya intervine. Entonces Pablo me propuso tomar como punto de partida ese trabajo para, de forma retrospectiva, hacer extensivo el proyecto a todo Extremo Oriente. Me resistí tímidamente —porque el terreno en que me siento cómodo es China, y Japón es otro mundo—, pero acabé aceptando. Después la colección adquirió nuevas dimensiones, pero tal vez esto lo comentemos más adelante.

¿En qué consiste tu labor como director? ¿Cómo se eligen las obras que se publican y cómo se organiza la colaboración de los especialistas?

Encontrar colaboradores no es fácil, entre otras cosas porque se trabaja gratis et amore.

Cuando empezamos a proyectar la colección, presenté a la editorial un corpus bastante exhaustivo de los primeros conjuntos de textos referentes a China, que abarca medio siglo entre los testimonios de la primera expedición española, realizada en 1575, hasta el Viaje de la China de Adriano de las Cortes, obra publicada en 1625. En esta lista intento reunir toda la información posible sobre las fuentes originales manuscritas o impresas y, de haberlas, sus digitalizaciones y ediciones en papel o en línea. Después amplié ese repertorio a Japón (el caso de Corea es especial). Este corpus constituye, en principio, el plan editorial preferente; pero estoy abierto a todo proyecto interesante —de cualquier época— que esté sustentado en una investigación rigurosa. Las decisiones, en cualquier caso, se someten al consejo editorial, a cuyo frente está Carlos Fernández, director de Clásicos Hispánicos desde 2019, con quien es un auténtico placer trabajar. Encontrar colaboradores no es fácil, entre otras cosas porque se trabaja gratis et amore. Se intenta sobre todo acudir a investigadores jóvenes, doctorandos y especialistas que necesitan ver publicada su labor para avanzar profesionalmente. En el caso de esta colección, trato también de vincular a hispanistas extremo-orientales dispersos por todo el mundo.

Tras dos volúmenes de autores españoles, a finales de 2021 se publicó la edición bilingüe de El primer viaje de los franceses a China, de cuya traducción te has encargado. Imagino que, habiendo vivido en China y estudiado chino, era una obra que te interesaba especialmente.

Desde luego. Me interesa toda la literatura europea relacionada con China: no solo de viajes, sino también en ámbitos como la traducción, la visión europea de la lengua y los caracteres chinos, la influencia estética del taoísmo y, en general, la presencia de China en la filosofía y el pensamiento occidentales (ahora estoy estudiando el caso proverbial de Voltaire). En especial, me parece fascinante el papel desempeñado durante siglos por los jesuitas. Todo ello ocupa un territorio casi inabarcable, aunque ha sido bien compendiado en obras de referencia como L’Europe chinoise de Étiemble. Con el manuscrito de Chancel ocurría algo singular: sabíamos de su existencia por diversas referencias eruditas, pero nunca se había editado en Francia. ¿Cómo era posible? Cuando nos cercioramos de que seguía inédito, vimos una buena oportunidad, ya que, como señala la editora, el documento tiene el interés particular de presentar una perspectiva no religiosa del contacto con China. Claro está, no es en rigor el primer viaje de franceses al Imperio del Centro, pero sí el primero que responde a una misión oficial con fines comerciales.

¿Planteó alguna dificultad especial la elección de este texto?

La primera [dificultad] era conceptual: obviamente, un texto francés no cabía en una editorial llamada «Clásicos Hispánicos».

Más de una. La primera era conceptual: obviamente, un texto francés no cabía en una editorial llamada «Clásicos Hispánicos». Pensando un poco, di con el expediente (nada sutil, lo reconozco) de atribuir a las crónicas, en el título de la colección, el calificativo de «europeas». La segunda radicaba en encontrar a un editor apto para desenvolverse con soltura en los mundos francés y chino al mismo tiempo. Para eso hallamos la persona ideal en la investigadora y profesora parisina Éliette Soulier: ¡quién mejor que una hispanista sino-francesa! Éliette representa ese triángulo cultural en el que yo nado como pez en el agua. Nos entrevistamos en Bruselas y pusimos en marcha el proyecto. Por último, naturalmente, había que traducir el texto (por primera vez en una editorial que lleva ya cien títulos publicados), y me ofrecí a hacerlo considerando que no era demasiado extenso ni especialmente difícil.

No es la primera vez que te enfrentas a la traducción de una obra francesa escrita hace varios siglos, pues ya tradujiste los Ensayos de Montaigne (que también se publicaron en edición bilingüe). ¿Te ayudó en algo la experiencia adquirida con los Ensayos a la hora de acometer esta traducción?

Chancel, aun apelando a sus recuerdos, escribe una especie de diario de bitácora, a toda prisa y sin cuidar ni el estilo, ni la puntuación, ni la estructura del periodo.

Con la edición de los Ensayos de Montaigne aprendí más que con la realización de mi tesis doctoral: de traducción, pero también de muchas otras cosas. Dejando aparte la masa ingente de tantos años de trabajo institucional, había traducido antes con frecuencia del francés (poesía en algunos casos), pero nunca a partir de un original de magnitud, calidad, riqueza y complejidad tan elevadas. Esta experiencia, aunque había concluido hacía ya diez años, reforzó mucho mi capacidad para afrontar textos franceses no contemporáneos. De todas formas, la lengua de Chancel, al contrario que la de Montaigne, no ofrece escollos por su antigüedad, ya que es la canónica que se instaura en el siglo xvii y se consolida definitivamente en el xviii; no obstante, el texto tiene algunos rasgos que complican la tarea. En el plano léxico, hay pasajes relativamente largos dedicados a la navegación y a los aparejos marítimos, y cualquier traductor sabe que esos terrenos están erizados de espinas. Por otro lado, Chancel, aun apelando a sus recuerdos, escribe una especie de diario de bitácora, a toda prisa y sin cuidar ni el estilo, ni la puntuación, ni la estructura del periodo, lo que obliga a plantearse cada vez la solución adecuada para un original con frecuencia deshilvanado, al tiempo que se armoniza la traducción con la interpretación sintáctica de la edición francesa. Por último, hay un puñado de conceptos muy específicos (como un determinado tipo de té), con sus correspondientes vocablos, que ha llevado tiempo esclarecer.

El texto proviene de un manuscrito del final del siglo xvii que se conserva en la Biblioteca Nacional de España. ¿Cómo se afronta la edición de un manuscrito?

La transcripción de manuscritos e impresos antiguos se rige por normas comunes de la filología para la edición de textos. En Clásicos Hispánicos esas normas, desarrolladas con una serie de adaptaciones y precisiones, se describen en un documento que se remite a los editores y se suele comentar con ellos. Se trata de criterios establecidos, pero también relativamente flexibles. Como esta editorial se dirige a un público no especializado, la pauta general es modernizar las grafías, aun manteniendo elementos morfológicos propios de la época y variantes ortográficas con valor fonológico. En este caso teníamos enfrente un texto francés, de modo que los criterios vigentes en la editorial, todos ellos ejemplificados con fenómenos del castellano, no eran directamente aplicables. Optamos, pues, por una modernización total, que unifica las variantes gráficas, pero transcribe, añadiendo «[sic]», esporádicas anomalías gramaticales, y que anota asimismo los lugares que presentan errores de importancia, como la falta de texto. En esta obra, además (el problema es común a todo el corpus), genera auténticos quebraderos de cabeza desentrañar los referentes chinos de la toponimia, las denominaciones de cargos de la administración imperial y los nombres de diversas realidades locales, que el cronista transcribe «como le suenan». Todo ello se explica adecuadamente en la introducción.

¿Fue complicado descifrar la letra? ¿Tuviste que colaborar en otros aspectos de la edición? Para la traducción, ¿esperaste a que estuviera listo el texto editado en francés o utilizaste la versión digitalizada del manuscrito?

También me ocupé de editar y anotar la dedicatoria, que Chancel escribió en español macarrónico.

Salvo en lugares aislados, la letra es en general clara y legible, si bien la puntación es errática. Éliette hizo una labor excelente de establecimiento del original. Aun así, como cuatro ojos ven más que dos, me impliqué desde el primer momento en la lectura e interpretación del manuscrito francés: ayudando a descifrar ciertos lugares, a rectificar lecturas, a aclarar el sentido en casos dudosos. También me ocupé de editar y anotar la dedicatoria, que Chancel escribió en español macarrónico; intervine en la fijación y armonización de convenciones tipográficas, en varios elementos de la introducción, en la decisión de anotar o no ciertos lugares, en el contenido y la redacción de las notas… Toda esta tarea se llevó a cabo en un permanente diálogo: editando, comentando y depurando el texto en un sitio colaborativo en la nube. Como este proceso llevó muchos meses, no empecé a traducir hasta que no tuvimos un texto estable, aunque posteriormente hiciéramos en él algunos retoques.

¿Qué dificultades supone editar una versión bilingüe para libro electrónico?

Cuando una editorial publica un libro bilingüe, suele aspirar a presentar textos enfrentados: es la opción más atractiva y elocuente.

Cuando una editorial publica un libro bilingüe, suele aspirar a presentar textos enfrentados: es la opción más atractiva y elocuente, heredera de una noble tradición. Teníamos dos posibilidades: o bien editar un libro dividido en dos partes consecutivas y autosuficientes, una en español y otra en francés; o bien abordar esa presentación enfrentada de los textos, en principio preferible. A las complicaciones que esta segunda opción siempre conlleva (como pude muy bien comprobar con la edición de Montaigne) se añaden en la edición digital dificultades técnicas cuyos entresijos desconozco, pero que se manifiestan en descompensaciones de la alineación entre los bloques de las dos lenguas y que pueden depender, entre otras cosas, de la manipulación del texto en pantalla, si es que lo entiendo bien. La diseñadora editorial, con todo, asumió el desafío, y haciendo gala de enorme paciencia (con el texto y con nosotros), logró un excelente resultado.

Doy fe de que el resultado es estupendo: es evidente el esmero que se ha puesto en todos los aspectos de la obra.

No quisiera terminar esta entrevista sin hacerte un par de preguntas que seguro que más de uno se ha planteado: ¿cómo se compagina esta labor voluntaria con tu trabajo a jornada completa en el Consejo de la Unión Europea? ¿Cuánto tiempo has tardado en terminar la traducción?

Cuando empecé a trabajar en el entorno institucional, decidí que no quería extinguirme intelectualmente ni detener mi actividad literaria.

Pues no se compagina fácilmente, la verdad sea dicha. Cuando empecé a trabajar en el entorno institucional, decidí que no quería extinguirme intelectualmente ni detener mi actividad literaria, y me esforcé por lograrlo como pude. Entonces no había cumplido los treinta años, y podía dedicar varias horas en casa, incluso después de una jornada agotadora, a traducir un libro o a escribir un artículo. Pocos años después, como tantas personas, pasé por las limitaciones que impone la paternidad en todos los órdenes de la vida. Ahora, pasados casi otros treinta años desde aquellos comienzos, las fuerzas están mucho más medidas; así pues, para toda actividad de este tipo, reservo una parte de los fines de semana (normalmente el sábado) y, cuando el proyecto es voluminoso, las vacaciones de verano. Empecé la traducción de Chancel, a ratos sueltos, en la primavera de 2021, y la terminé en verano dedicándole dos o tres horas diarias por la mañana, durante unas tres semanas. En el lugar donde veraneo las condiciones son precarias (ordenador antiguo, acceso a internet solo a través del móvil), pero dispongo de todos mis diccionarios en papel y me gusta escribir levantando de vez en cuando la vista a las colinas.

Muchísimas gracias por tu tiempo, Javier, y enhorabuena por este proyecto que seguro que interesará a muchos de nuestros lectores.

Javier Yagüe Bosch
Javier Yagüe Bosch
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Es doctor en Filología Hispánica. Como investigador, profesor y traductor en organizaciones internacionales, ha vivido en Pekín, Gainesville (Florida), Grenoble, Luxemburgo, Nueva York y Bruselas. Actualmente es coordinador de calidad en la unidad de traducción española del Consejo de la Unión Europea. Su obra poética comprende los títulos Memorial de los pájaros, Los cuentos y los besos, De la huida, Podrás apenas abrazar la sombra y Formas de mirar, reunidos en el volumen En extraño lugar (2004), así como la recopilación Dulce si encadenado: 44 sonetos (2021). Ha publicado estudios críticos, traducciones de libros de teoría literaria y una edición bilingüe de los Ensayos de Montaigne (2014; 2.ª ed. revisada, 2021). De su labor como traductor de poesía, cabe destacar Diez despedidas de la Dinastía Tang, una antología inédita del poeta cantonés Wai-lim Yip, y su actual proyecto dedicado a las canciones de los Beatles.

Elena Pérez
Elena Pérez Ramírez
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Licenciada en Traducción e Interpretación y traductora-intérprete jurada de inglés. Tras quince años trabajando como traductora autónoma de inglés y danés, en julio de 2014 se incorporó a la unidad de traducción española del Consejo de la Unión Europea. Formó parte de la junta directiva de Asetrad de 2007 a 2013, los dos últimos años como presidenta. Colabora con La Linterna desde los inicios de esta nueva época y es jefa de redacción desde el número 11.

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