Llevaba un tiempo observando aquel fenómeno que amenazaba con aislarla aún más. Cuando comenzaba a hablar, sus palabras se volvían lentas y sesudas y, en su cabeza, echaba la caña una y otra vez, intentando pescar aquella maldita palabra que no quería salir. Lo peor de todo no era siquiera aquella incapacidad para sortear una conversación normal; lo más fastidiado era constatar que en el momento de ir a pronunciar una palabra, sus letras se disipaban una a una, con una lentitud angustiosa que no le permitía recordar ni una de ellas.
Todo eso hablando de cosas cotidianas que a nadie le iban ni le venían, excepto a ella. Era una manera de autoafirmarse y cobrar una densidad que perdía al teclado. Quizá porque cuando escribía lo hacía en una soledad intelectual, muchas veces física, que lo único que hacía era darle alas para soltar los dedos y los pensamientos, que fluían constantemente, sin ese espesor como de melaza al que le condenaban las palabras habladas.
De ser una habladora impenitente, pasó a medir sus palabras una a una, respirando lentamente como para darse tiempo a que el anzuelo se llenara de letras que redimieran su ritmo cansino. Lo cierto es que hablar se convirtió en un pequeño impedimento, una actividad que embarraba su cerebro de letras inconexas que no llevaban a ninguna palabra, ni mucho menos a un pensamiento. De hecho, su mente parecía vaciarse en cuanto abría la boca.
De tanto abrirla y volver a cerrarla, acabó acomplejada, pensando en los boqueantes peces de un acuario cualquiera.
Sus ojos empezaron a reflejar el mundo interior que escapaba con el primer suspiro y hasta se volvieron ambarinos.
Fue en aquella época cuando se ganó su fama de saber escuchar.
12 de febrero de 2007
Pilar Bayle
Pilar Bayle nació a principios de los 60 del siglo pasado. Tras muchos años de universidad aquí y allí, regresó a Madrid, donde se ha establecido emocionalmente. Este relato lo escribió en 2007, aunque no fue consciente de su verdadero significado hasta que le diagnosticaron EMPP en el año 2010. En él describe un síntoma de su esclerosis.