10 diciembre 2024
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Una vida caleidoscópica

Somebody calls you, you answer quite slowly, a girl with kaleidoscope eyes…; era muy pequeña cuando escuchaba «Lucy in the Sky with Diamonds» en el tocadiscos de casa. No era mi canción favorita de The Beatles, pero era la canción con mi palabra favorita: caleidoscopio.

Yo acababa de estar en Pamplona de vacaciones y precisamente en el Planetario compré mi primer magicscopio.

La culpa de que hoy esté escribiendo aquí sobre caleidoscopios la tiene un mensaje enviado a la lista de Asetrad que, al parecer, no pasó desapercibido para el equipo de la revista, al que agradezco mucho la oportunidad de poder hablar de una de mis pasiones: los caleidoscopios. La culpa la tiene también el Jardín de la Galaxia del Planetario de Pamplona, ya que una compañera de Asetrad tuvo una preciosa iniciativa, allá por el 2017, para que el nombre de nuestra asociación estuviera presente en el Jardín. Yo acababa de estar en Pamplona de vacaciones y precisamente en el Planetario compré mi primer magicscopio, cosa que comenté emocionada al aplaudir la iniciativa de la compañera. También tiene algo de culpa la traducción, claro, que me llevó a querer formar parte de Asetrad.

Tengo la suerte de poder dedicarme a lo que me gusta en el ámbito profesional: la docencia y la traducción, la traducción y la docencia, porque el orden de los factores no altera el producto. Ambas profesiones requieren un aprendizaje permanente para mantener la mente activa y una actualización constante, y eso es algo que me gusta mucho. Creo que si algo nos caracteriza a los traductores, correctores e intérpretes es la necesidad de actividad permanente, ya sea física, intelectual o ambas. La monotonía no suele acompañarnos y la evitamos a toda costa; no es casualidad que una sección de esta revista se titule «No solo de pan…».

Precisamente el artículo de la sección «Las ilustraciones de este número» del número 20 de la revista lleva por título «Caleidoscopio», una palabra que, como su propia etimología griega indica, viene acompañada de belleza y de imágenes. En literatura hay multitud de alusiones a ella, casi siempre con un sentido metafórico y no tanto literal. Desde Baudelaire a Menéndez Pelayo, pasando por Emilia Pardo Bazán, la palabra caleidoscopio, con toda su sonoridad, fuerza y volumen, aparece como imagen recurrente.

Los caleidoscopios decidieron coleccionarse en mi casa y no al revés, porque se cruzaron caprichosamente en mi camino.

Los caleidoscopios decidieron coleccionarse en mi casa y no al revés, porque se cruzaron caprichosamente en mi camino. Un día, en la tienda de un museo cogí uno y miré a través del pequeño orificio. Fue mi perdición. Era un tomoscopio, un tipo de caleidoscopio que convierte todo aquello que nos rodea en imágenes caleidoscópicas debido a la lente de gran apertura que sobresale en un extremo. Tal es así que, a veces, es casi imposible reconocer hacia qué objeto estamos dirigiendo la lente, pero produce imágenes maravillosas, incluso en ambientes con poca luz y dirigido hacia objetos opacos.

Tomoscopio
Tomoscopio

No es difícil encontrar en mi bolso algún pequeño tomoscopio con una lente con poca apertura. Con ellos hago fotografías (otra de mis grandes pasiones). Uno puede preguntarse cómo puede hacerse una foto con un caleidoscopio y, aunque no voy a desvelar el secreto, basta con fijarse en la foto para darse cuenta de que el truco es sencillo. Si tenéis un tomoscopio y queréis probar, debéis añadir algunos ingredientes como el encuadre, el ángulo o la luz… y algo de paciencia.

Detrás del caleidoscopio, tal como lo conocemos hoy en día, se encuentra un gran científico escocés, David Brewster (1781-1868).

Detrás del caleidoscopio, tal como lo conocemos hoy en día, se encuentra un gran científico escocés, David Brewster (1781-1868). Paradójicamente, aunque patentó el objeto en 1817, los enormes beneficios económicos de su comercialización los recogieron otros. Tres espejos, un par de láminas translúcidas y pequeños objetos de colores contenidos en un tubo juegan caprichosamente con los rayos de luz que lo atraviesan. La calidad de los materiales y la combinación de colores, tanto del interior del tubo como de los objetos translúcidos que contiene, pueden dar como resultado imágenes de extrema belleza.

Hay muchas clases de caleidoscopios; los magicscopios (wand kaleidoscopes), por ejemplo, son de invención más reciente. Se coloca un tubo en la parte delantera del caleidoscopio. El tubo es transparente y contiene un líquido en el que están suspendidos partículas de purpurina, trocitos de vidrio, perlitas, etc. Al colocar el tubo en posición vertical, todos los fragmentos se van desplazando por delante del prisma al caer por su propio peso y van creando multitud de imágenes caleidoscópicas que pasan a mayor o menor velocidad, en función de la inclinación que le demos al tubo. El mío es tan fascinante que además tiene luz.

Acercar el ojo al haz de luz que lo atraviesa es un gesto que recomiendo a todo aquel que quiera relajarse y abstraerse del binomio espacio-tiempo.

Aventurarse a coger un caleidoscopio entre las manos y acercar el ojo al haz de luz que lo atraviesa es un gesto que recomiendo a todo aquel que quiera relajarse y abstraerse del binomio espacio-tiempo. Hay verdaderas obras de arte convertidas en caleidoscopio y artistas dedicados casi en exclusiva a ello; también hay exposiciones o páginas web como The Brewster Kaleidoscope Society, que recomiendo a aquellos a quienes les haya picado un poquillo la curiosidad sobre este tema al leer el artículo.

Varios caleidoscopios
Algunos caleidoscopios de la colección

Puse algunas condiciones a mi colección de caleidoscopios; por ejemplo, me prohibí comprarlos por internet, porque el hecho de que cada caleidoscopio tenga su propia historia me gusta tanto o más que adquirirlos. Por cierto, mi otra colección, la de marionetas, participa de idéntica condición. Así pues, los caleidoscopios se van cruzando en mi camino y es entonces cuando se vienen conmigo a casa. Esto ocurre con frecuencia en los museos, incluso alguno ha viajado conmigo desde Francia, y estoy deseando poder salir a ver más mundo para que vengan a mi encuentro.

Nuestras vidas son al fin y al cabo como un caleidoscopio repleto de piezas que, según van girando, hacen predominar unos colores sobre otros.

Utilizando el caleidoscopio como metáfora, nuestras vidas son al fin y al cabo como un caleidoscopio repleto de piezas que, según van girando, hacen predominar unos colores sobre otros, unas decisiones sobre otras, unos acontecimientos sobre otros; o en palabras de Campoamor: «Y es que en el mundo traidor / nada hay verdad ni mentira: todo es según el color / del cristal con que se mira».

Piezas que nos conforman y nos hacen únicos. Si me preguntasen qué fragmentos pondría en mi caleidoscopio personal, incluiría, sin lugar a dudas, gatos, traducir, viajar, quiche lorraine, marionetas, leer, sonreír, docencia, música, cocinar, investigar, familia, fotografiar, conversar y astronomía. En este caso también, el orden de los factores no altera el producto.

Gabriela Torregrosa
Gabriela Torregrosa Benavent
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Trabaja actualmente en la Universidad Católica de Ávila impartiendo docencia en los grados de Educación. Es graduada en Traducción e Interpretación (USAL), graduada en Educación Primaria con mención en lengua inglesa (USAL) y posee un máster oficial de Profesorado en Educación Secundaria con especialidad en lengua inglesa (USAL). Es miembro de número de la Institución Gran Duque de Alba, dependiente de la Diputación Provincial de Ávila. Además, es autora y coautora de numerosas publicaciones relacionadas con el inglés para fines específicos en el ámbito policial y doctoranda en la rama de Educación (USAL). Ha participado como ponente en numerosos congresos nacionales e internacionales. Nacida en Gandía (Valencia), reside actualmente en Ávila y ha residido también en el extranjero (Suiza). Habla varias lenguas, especialmente francés, inglés y valenciano. En el ámbito profesional compagina la docencia (universitaria y en educación primaria) con la traducción.

Gabriela Torregrosa Benavent
Gabriela Torregrosa Benavent
Trabaja actualmente en la Universidad Católica de Ávila impartiendo docencia en los grados de Educación. Es graduada en Traducción e Interpretación (USAL), graduada en Educación Primaria con mención en lengua inglesa (USAL) y posee un máster oficial de Profesorado en Educación Secundaria con especialidad en lengua inglesa (USAL). Es miembro de número de la Institución Gran Duque de Alba, dependiente de la Diputación Provincial de Ávila. Además, es autora y coautora de numerosas publicaciones relacionadas con el inglés para fines específicos en el ámbito policial y doctoranda en la rama de Educación (USAL). Ha participado como ponente en numerosos congresos nacionales e internacionales. Nacida en Gandía (Valencia), reside actualmente en Ávila y ha residido también en el extranjero (Suiza). Habla varias lenguas, especialmente francés, inglés y valenciano. En el ámbito profesional compagina la docencia (universitaria y en educación primaria) con la traducción.

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