Desde muy pequeña quise ayudar a las personas a entenderse. Dice mi madre que cuando tenía unos nueve años vi una intérprete en la televisión y enseguida le dije que yo quería ser como esa chica. Ella me dijo que eso era traducir —que la disculpen los intérpretes, para ella no había diferencia—, y eso acabé haciendo. Me convertí en traductora y durante años fui muy feliz en mi trabajo. Viajé mucho, viví en distintos países, trabajé en varias ciudades y llegué a sitios que jamás me hubiera imaginado. Sin embargo, pronto empecé a sentir que me faltaba algo. No sabía definirlo muy bien, pero necesitaba hacer algo más.
Esa niña que siempre había querido ser un punto de conexión entre personas seguía sintiéndose un poco huérfana.
Fui probando y, tras varios años de búsqueda, descubrí la fotografía y, un tiempo después, la escritura. Yo, que no había tocado nunca una cámara y que siempre había pensado que no sabía escribir, estaba aprendiendo a hacer fotos y disfrutaba escribiendo pequeñas historias. Había encontrado dos cosas que me gustaban mucho; esas aficiones conseguirían distraer mis pensamientos. Sin embargo, no fue suficiente: esa niña que siempre había querido ser un punto de conexión entre personas seguía sintiéndose un poco huérfana.
Un día empecé a observar el mundo de una forma distinta. Siempre me han fascinado las personas, nuestras vivencias, nuestras experiencias y, sobre todo, lo que podemos aprender los unos de los otros. Me pareció que en un momento como el que vivimos, en el que los medios solo enseñan las cosas malas —todavía no se han dado cuenta de que las noticias buenas también son noticia— y en las redes todo parece ser perfecto, podría ser bonito y enriquecedor conocer la historia de esas personas normales y corrientes cuyos valores, principios y vivencias pueden ayudarnos a ver la vida de otro modo.
En mi afán por dar voz a todas esas personas con historias que merecen ser contadas, decidí combinar la escritura y la fotografía.
Así que, en mi afán por dar voz a todas esas personas con historias que merecen ser contadas, decidí combinar la escritura y la fotografía y crear Historias que importan: un lugar abierto a todos donde poder estar como en casa, charlando sobre esos momentos que conforman nuestras vidas. Y, como siempre ocurre cuando te acercas a las personas, lo que surgió fue increíble. Era consciente de que estaba tratando con gente anónima y cabía la posibilidad de que nadie quisiera compartir su historia. Pero lo que me encontré fue todo lo contrario. No solo me agradecían el tiempo que les dedicaba, sino que se sorprendían con su propia historia. El día que hice la primera entrevista no pensé que una idea tan simple como la de dar visibilidad a esas personas que nos rodean, y de las que muchas veces sabemos más bien poco, se convertiría en un proyecto tan especial.
Nunca he publicado una historia sin que pasara antes por los ojos de mi revisora, Isabel Basterra.
Especial a nivel profesional, porque con el tiempo me ha llevado a otros proyectos tanto fotográficos como de escritura, pero sobre todo a nivel personal. Como buena apasionada de las lenguas, nunca he publicado una historia sin que pasara antes por los ojos de mi revisora, Isabel Basterra. En su momento fui uno de sus marrones, pero pronto se adjudicó el cargo de Ms. Rottie —como ella lo llamaba— y se involucró completamente en el proyecto. Así que, si alguien me preguntara si ha valido la pena crear Historias que importan, sin duda le diría que sí. No solo por todo lo que me permite ofrecer a los demás, sino por haberme acercado tanto a mi querida Basterra. Hace unos meses, me preguntó que cuándo volveríamos a contar historias; ya sabéis, la pandemia lo paró todo. Y le dije que pronto, claro. Ahora no me queda otra que cumplir con mi palabra.
Dolors Planiol Conesa
Dolors creció en un pueblo de montaña, en una familia en la que siempre le insistieron en que lo mejor que podía hacer era ser curiosa y ver mundo. Se lo tomó al pie de la letra y, después de mudarse a Barcelona, donde se licenció en Filología Inglesa y obtuvo un máster de Traducción Científico-Técnica, decidió empezar a recorrer ese mundo del que tanto le habían hablado. Así es como ha vivido en Suiza, Inglaterra, Austria y ahora Alemania, siempre trabajando como traductora autónoma y para distintas organizaciones de las Naciones Unidas. Pero la curiosidad también ha sido importante en su vida, y eso es lo que la ha llevado a formarse en storytelling, fotografía y escritura. Hoy en día está cada vez más centrada en sus proyectos artísticos, aunque sigue formándose en otros campos.