Noche en la ciudad desconocida con el fantasma de una torre inclinada y las sombras de los templarios que pasan al galope, como un cierzo mágico, entre los miembros del gremio. De mañana, escapada moruna a la Aljafería, deambulando por sus patios y corredores con la cabeza llena de pájaros aragoneses metidos en vereda por las sobrias pisadas del espectro de la reina castellana.
Y por la noche, banquete sin novios junto a un río Ebro manso como un Guadalquivir del norte. Bodas de mi tribu. A los postres: la copla, y con ella me ronda una sombra de pelo endrino y el duende en las venas se pone tonto, pero ni la zalamería del Cariñena me convence para dar el paso y cantar.
De vuelta, mientras «el hijo del Shanghái»1 serpentea mañanero por las orillas del Sil, me vienen a la cabeza dos palabras vistas como una sola: orgulloasetradero.
1 El Shanghái Express era el tren Barcelona-Coruña-Vigo que originalmente realizaba el trayecto de 1279 kilómetros en 36 horas. Empezó a circular el verano de 1949 y hasta entrados los años ochenta no se consiguió rebajar la duración a menos de 24 horas de viaje. Dejó de existir como tal en el 2008.
Cruz Losada
Lleva traduciendo profesionalmente casi 25 años, siendo su relación con la traducción una de las más duraderas y estables de su vida. Formada originalmente en la noble y vagabunda escuela de los historiadores, ha ejercido desde currita de inventario hasta jefa de departamento en un museo, guionista de documentales, investigadora etnográfica, periodista esporádica y profesora sin paciencia. Empezó en el mundo del doblaje y actualmente lleva un tiempo fondeada en las embalsadas aguas del mundo empresarial (software y materiales de gestión empresarial, imagen corporativa), la localización y la traducción de marketing. Sueña a menudo con navegar en alta mar hasta las aguas del Ártico y disfrutar de la palidez luminosa del norte extremo y de sus auroras boreales.