10 diciembre 2024
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El mejor regalo

Hace unos años, en Navidad, circuló por las redes una campaña que exhortaba a la gente a regalar su tiempo a las personas queridas. Dedicarles tiempo era el mejor regalo, decían.

A menor tarifa, menor tiempo libre, no lo olvidemos, y cuanto mayor es la crisis, mayor es la dependencia y el miedo a rechazar las horas extra no remuneradas.

El tiempo. Posiblemente, la propiedad más valorada en nuestras profesiones, tanto si se trabaja por cuenta propia como en un entorno empresarial con plazos y objetivos. Es un bien intangible que nos sobra o falta por rachas, según el volumen de trabajo, la coyuntura económica o incluso las leyes de mercado: a menor tarifa, menor tiempo libre, no lo olvidemos, y cuanto mayor es la crisis, mayor es la dependencia y el miedo a rechazar las horas extra no remuneradas. El tiempo, además, encierra la paradoja de que, a menudo, no sabemos administrar ni gestionar su excedente, no somos conscientes de la riqueza que supone y la derrochamos en mil cosas supuestamente banales. Porque el día anterior no tuvimos tiempo ni de respirar, y hoy nos dedicamos a la necesaria tarea de no hacer nada para sentirnos otra vez dueños de esa ilusión que es el tiempo libre. Dueños de él para perderlo, si queremos.

Perder el tiempo es totalmente humano, incluso necesario. Diré más: cuando tu profesión está llena de fechas de entrega y te pasas la vida haciendo malabarismos para cumplir los distintos encargos, se vuelve una medida de higiene mental imprescindible para ti… y quienes te rodean, y puede adoptar las formas más variopintas, todas válidas, todas reconfortantes en su vacuidad. Todas necesarias para nuestra salud mental.

Cuando unas cuantas personas deciden renunciar a parte de ese preciado tiempo libre y se reúnen para regalárselo a la comunidad, se produce algo muy parecido a un acto de magia.

Cuando unas cuantas personas deciden renunciar a parte de ese preciado tiempo libre y se reúnen para regalárselo a la comunidad, se produce algo muy parecido a un acto de magia. Da igual que lo dediquen a construir una asociación de profesionales, una revista gratuita o, rizando el rizo, un banco de tiempo: esa reunión de voluntades nos hace a todos (donantes y beneficiarios) más felices y un poco mejores. Esta revista y los veinte números que hemos publicado hasta la fecha no son más que una pequeña muestra y una pequeña parte del todo que es Asetrad, construida con el esfuerzo de muchas manos.

Hay que saber distinguir entre quienes piden una ayuda legítima y los oportunistas que solo buscan medrar a costa de la buena voluntad de la gente.

Por todo lo anterior, hemos querido dedicar este número al trabajo voluntario bien entendido, y no a las prácticas peligrosas que tan acertadamente ilustra nuestro «dedo en el ojo». Queremos que sea un homenaje a todas las personas que dedican su tiempo a construir proyectos de uso común, a pesar de estar inmersas en un mundo en el que la globalización parece dar alas al individualismo, en vez de confinarlo. En este número encontraréis artículos sobre proyectos colectivos, la voz de personas que dedican su tiempo a Asetrad, testimonios sobre experiencias positivas de voluntariado y algún caveat muy necesario sobre el tema; a veces, hay que saber distinguir entre quienes piden una ayuda legítima y los oportunistas que solo buscan medrar a costa de la buena voluntad de la gente.

Y como una imagen vale más que mil artículos, lo hemos ilustrado con fotografías hechas por muchas de las personas que forman el equipo de La Linterna del Traductor. La revista de Asetrad.

Porque, ahora más que nunca, Asetrad somos todos.

Isabel Hoyos

Isabel Hoyos Seijo
Directora

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