28 marzo 2024
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Una Minolta canaria

Así llegó ese año una Minolta réflex a mi casa, exactamente el mismo año en el que llegué yo.

Corría el año 1974, y un conocido de mi padre viajaba a Canarias. En aquel momento, cuando alguien iba allí, a Ceuta, a Melilla o a Andorra se estilaba encargarle radiocasetes, relojes o cámaras. Así llegó ese año una Minolta réflex a mi casa, exactamente el mismo año en el que llegué yo.

Mis primeros recuerdos relacionados con la fotografía consisten en mi padre colocándonos a mis hermanos, mi madre y a mí junto a algún monumento o catedral y él alejándose mucho para, después de trastear bastante con aquel aparato, comunicarnos con grandes aspavientos que ya podíamos movernos. Siempre tenía curiosidad por conocer el resultado, pero entonces el revelado instantáneo estaba reservado a las Polaroid, así que, cuando unas semanas después volvía mi padre de la tienda de fotografía con una preciosa postal de la catedral de Burgos o de la portada de El Escorial con cuatro pequeñas figuras indistinguibles junto a la entrada, mi decepción era enorme. Sospechaba que se podía hacer algo más con aquel aparato negro y plateado tan bonito, con esos diales y esa palanca que hacía un ruido tan característico.

Con los años, esa cámara acabó arrinconada y se rompió el fotómetro (quizá no sucedió en este orden, pero ya nunca lo sabré).

Con los años, esa cámara acabó arrinconada y se rompió el fotómetro (quizá no sucedió en este orden, pero ya nunca lo sabré); eso sí, yo no la había olvidado, así que le propuse a mi padre que me la prestara para hacer un curso de fotografía. Llevé el fotómetro a arreglar a una tiendecita de la calle Fuencarral, antes de que aquella parte de la ciudad se llenara de tiendas de ropa y de peluquerías, y procedí a comprar carretes en blanco y negro.

Imagen del Capitolio de Dougga
Capitolio (Dougga)

Disfruté muchísimo con aquel curso; el profesor sabía muy bien cómo motivarnos y aprendimos una barbaridad sobre historia de la fotografía, composición y cómo manejar una ampliadora y las posibilidades que ofrecía. Es un topicazo, pero la sensación de ver cómo va apareciendo en el papel la primera foto que revelas tú misma es inigualable. Muy a mi pesar, tuve que dejar aquel curso porque, cuando me quedaba algo menos de la mitad, me ofrecieron un contrato; era mi primera experiencia laboral y pensé que no debía dejarlo pasar. A toro pasado, con la sabiduría que dan los años, me arrepiento muchísimo de aquella decisión: aquel trabajo no me gustaba, no aportaba nada a mi currículum, el sueldo era bajísimo, mis jefes me lo hicieron pasar tremendamente mal y tuve que dejar el curso de fotografía. No me inicié con buen pie en esto de la adultez.

El gusanillo de la fotografía ya serpenteaba por mi cuerpo, y desde entonces me he separado pocas veces de una cámara cada vez que he salido de viaje o de excursión.

El caso es que el gusanillo de la fotografía ya serpenteaba por mi cuerpo, y desde entonces me he separado pocas veces de una cámara cada vez que he salido de viaje o de excursión. Después de la Minolta vino una Nikon de segunda mano, más ligera y con objetivos más versátiles. Pero llegó la fotografía digital y me pasó por encima. Recuerdo el último viaje que hice con la Nikon: estaba en Londres y no pude encontrar una tienda en la que vendieran carretes. A esas alturas los móviles ya tenían cámara y mis músculos unos cuantos años más a sus espaldas (las réflex analógicas son tremendamente pesadas), así que durante un tiempo me bastó con el móvil y una cámara híbrida totalmente automática, con muy poco peso, un estabilizador increíble y un zum impresionante.

Decidí aprovechar la pandemia y el ahorro inesperado que supusieron los planes truncados para volver de nuevo al mundo de la fotografía manual con una sin espejo.

Pero el gusanillo echaba de menos trastear y con una cámara automática no se pueden hacer determinadas cosas, así que decidí aprovechar la pandemia y el ahorro inesperado que supusieron los planes truncados para volver de nuevo al mundo de la fotografía manual con una sin espejo. Me siento una novata, la fotografía digital es muy diferente de la analógica: hay ciertas cosas que hay que aprender desde cero, y ofrece tantísimas posibilidades que hay que saber elegir y ponerse límites. Pero si hay un momento perfecto para retomar aficiones olvidadas y aprender cosas nuevas es este.

Siempre me ha gustado fotografiar paisajes, monumentos, farolas, carteles urbanos, flores y cosas curiosas que encuentro por la calle.

Entre las fotos que he seleccionado para este número las hay de distintas épocas y cámaras, incluso con formatos distintos. Encuentro diferencias técnicas, pero no temáticas: siempre me ha gustado fotografiar paisajes, monumentos, farolas, carteles urbanos, flores y cosas curiosas que encuentro por la calle, pero no me gusta incluir a figuras humanas, eso no ha cambiado con los años. ¿Quién sabe?, igual que llegó el momento de retomar esta afición, quizá ha llegado el momento de darle otra vuelta de tuerca.

Carmen Albaladejo
Carmen Albaladejo Vivero
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Licenciada en Filología Inglesa (Universidad Complutense de Madrid, 1997), especialista universitaria en Traducción de inglés a español (UNED, 2001) y licenciada en Traducción e Interpretación (Universidad Complutense de Madrid, 2011). Ha publicado tres biografías y ha participado en la redacción de una enciclopedia en línea. Traduce profesionalmente desde el año 2000 y es socia de Asetrad desde 2004. Durante los últimos años se ha dedicado a la traducción técnica del inglés y el francés al español (ingeniería aeroespacial, TI, dispositivos médicos, organismos internacionales), a la revisión de calidad y la localización, y actualmente trabaja como traductora al español en el Consejo de la Unión Europea (Bruselas). Ha formado parte de la Junta Directiva de Asetrad de 2017 a 2021. La fotografía, junto con el punto, es una de sus aficiones; le gusta vivir al límite.

Carmen Albaladejo Vivero
Carmen Albaladejo Vivero
Licenciada en Filología Inglesa (Universidad Complutense de Madrid, 1997), especialista universitaria en Traducción de inglés a español (UNED, 2001) y licenciada en Traducción e Interpretación (Universidad Complutense de Madrid, 2011). Ha publicado tres biografías y ha participado en la redacción de una enciclopedia en línea. Traduce profesionalmente desde el año 2000 y es socia de Asetrad desde 2004. Durante los últimos años se ha dedicado a la traducción técnica del inglés y el francés al español (ingeniería aeroespacial, TI, dispositivos médicos, organismos internacionales), a la revisión de calidad y la localización, y actualmente trabaja como traductora al español en el Consejo de la Unión Europea (Bruselas). Ha formado parte de la Junta Directiva de Asetrad de 2017 a 2021. La fotografía, junto con el punto, es una de sus aficiones; le gusta vivir al límite.
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