22 diciembre 2025
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De la tinta a la luz

Siento un poco de pudor por ver mis fotos publicadas en La Linterna del Traductor, pero también cierto orgullo y mucho agradecimiento. Me piden que escriba unas palabras sobre mi afición a la fotografía, y lo que sigue está escrito espontáneamente, porque no me había parado nunca a pensar con detenimiento sobre esta cuestión. ¿De dónde viene mi veta fotográfica?

Mi padre tenía una cámara de fotos Voigtländer, y en el álbum familiar de casa había algunas fotos que me parecían mágicas: mi madre en la playa, lanzando una piedra al aire en vertical que aparecía suspendida, como colgando de un hilo invisible, perfectamente en foco, o mi hermano saltando a la piscina presto a darse un barrigazo de los que pican, en un instante también congelado de su caída al agua. Sospecho que esas fotos y esa cámara —con su funda de piel y su sólida construcción metálica, rematada con una lente de 50 mm de infinitos matices azulados— sembraron en mí la curiosidad por la fotografía, pero no fueron las únicas.

Mi abuela tenía una colección de placas fotográficas para el estereoscopio, cada una de ellas en una funda de papel cebolla y guardadas en cajitas de madera según temática.

En casa de mi abuela materna había un artefacto también mágico, un estereoscopio. Se trata de un aparato en el que se introduce una placa de cristal que contiene dos fotos idénticas. El aparato tiene un ocular para cada ojo. Cuando se mira por esos oculares, las dos imágenes se funden en una, produciéndose un efecto óptico de relieve. Mi abuela tenía una colección de placas fotográficas para el estereoscopio, cada una de ellas en una funda de papel cebolla y guardadas en cajitas de madera según temática, postales del mundo y fotografías familiares, de su infancia en la Estepa de principios del siglo xx. La sorpresa de la percepción tridimensional y la fuerza de las imágenes de una época para mí remota me hicieron interiorizar que la fotografía podía ir más allá del típico posado de cumpleaños en el que nos pedían quedarnos quietos y sonreír.

Pese a todo, durante años no presté mayor atención a la fotografía, hasta que me fue abriendo los ojos un amigo de los pocos que uno hace a partir de cierta edad. Manolo (Manuel Torres, veneno-gris.blogspot.com) practica la fotografía profesional, la artística y la docencia desde hace décadas. Cada vez que salíamos por ahí me enseñaba fotos suyas, yo le hacía alguna pregunta sobre aspectos que me resultaran curiosos y él me daba explicaciones. Poco a poco empecé a pensar de otra forma a la hora de fotografiar con el móvil. Luego hice un par de talleres de los que él imparte para familiarizarme más con los conceptos técnicos y artísticos básicos de la fotografía. Su fe en mi ojo fotográfico me fue animando, hasta que finalmente mi compañera tuvo la generosa idea de regalarme una preciosa cámara para darme el espaldarazo definitivo.

Para ver algo interesante hay que mirar con intención. Si antes quería hacer fotos de cosas bonitas, ahora quiero hacer fotos bonitas de cosas.

Debido a la dinámica de los flujos de trabajo, me cuesta practicar cualquier afición con regularidad, pero siento que la fotografía ha llegado a mi vida para quedarse. Me gusta caminar por la ciudad y buscar. Para ver algo interesante hay que mirar con intención. Si antes quería hacer fotos de cosas bonitas, ahora quiero hacer fotos bonitas de cosas. Estoy lejísimos de los fotógrafos que conozco de cerca y de otros cuyos trabajos sigo por las redes. No me planteo llegar a alcanzarlos, pero sí ir mejorando dentro de mis capacidades y mis circunstancias.

Salir a practicar la fotografía es como sentarte frente a la pantalla en blanco del procesador de textos y aventurarte a plasmar la verdad de tu mensaje.

Mientras reflexiono y escribo estas líneas, se me ocurre que la fotografía complementa muy bien la traducción porque, si nuestro trabajo es eminentemente lingüístico, la fotografía es sobre todo visual, así que, con la cámara en la mano, se ejercita otra forma de pensar. Sin embargo, ambas actividades tienen en común la importancia de cultivar la atención al detalle y la capacidad de «leer» la escena e «interpretarla». Si fotografiar es «escribir con luz», buena parte del mensaje fotográfico se expresa a través de las decisiones que el fotógrafo toma antes de pulsar el disparador: dónde te sitúas con la cámara, cómo compones los elementos de la escena, cómo juegas con líneas y luces, y cómo las conjugas y armonizas. Se podría decir que fotografiar es una forma de traducir tu personalidad, tu pensamiento y tus sentimientos a un lenguaje visual. La película fotográfica —o, en los tiempos actuales, la tarjeta de memoria de la cámara— es el equivalente del folio en blanco. Salir a practicar la fotografía es como sentarte frente a la pantalla en blanco del procesador de textos y aventurarte a plasmar la verdad de tu mensaje.

Debido al campo de la traducción al que me dedico, en el que hay más necesidad de precisión que de estética, agradezco las posibilidades creativas que me brinda la fotografía. Pese a todo, en ambos ámbitos la meta última es comunicar, una necesidad humana tan compleja como esencial.

Ramón López Gordillo
Ramón López Gordillo
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Ramón es traductor oficial de español por examen de la Cámara de Comercio e Industria de Dortmund y traductor jurado de alemán por examen del Ministerio de Asuntos Exteriores, licenciado en Derecho (Univ. de Córdoba) y máster en Derecho Alemán (Univ. de Münster). Se dedica a la traducción jurídica y empresarial desde 1999. No llegó a ser socio fundador de Asetrad, pero casi (socio n.º 33). También es miembro de la Asociación Hispano-Alemana de Juristas y de la BDÜ. Aparte de su dedicación al alemán y el inglés, en los últimos años trata de aprender griego moderno y aprovecha el tiempo libre para practicar la fotografía en su Córdoba natal.

Ramón López Gordillo
Ramón López Gordillo
Ramón es traductor oficial de español por examen de la Cámara de Comercio e Industria de Dortmund y traductor jurado de alemán por examen del Ministerio de Asuntos Exteriores, licenciado en Derecho (Univ. de Córdoba) y máster en Derecho Alemán (Univ. de Münster). Se dedica a la traducción jurídica y empresarial desde 1999. No llegó a ser socio fundador de Asetrad, pero casi (socio n.º 33). También es miembro de la Asociación Hispano-Alemana de Juristas y de la BDÜ. Aparte de su dedicación al alemán y el inglés, en los últimos años trata de aprender griego moderno y aprovecha el tiempo libre para practicar la fotografía en su Córdoba natal.

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