27 julio 2024
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Un ojo vago y otro errante

La mayor parte del tiempo voy por la calle perdida en mis pensamientos, escuchando un pódcast, algo de música o pensando en las musarañas.

La mayor parte del tiempo voy por la calle perdida en mis pensamientos, escuchando un pódcast, algo de música o pensando en las musarañas. En el barrio en el que vivía antes, había un restaurante indonesio de cierto renombre ante cuya fachada pasé caminando, sin reparar en su existencia, casi todos los días durante tres años. Una tarde, un coche se puso a mi altura en la calle, el conductor bajó la ventanilla y me preguntó por ese restaurante. Y yo, tan pancha:

—Pues la verdad es que vivo en el barrio, sí, pero por aquí no me suena…

«A la vuelta de la esquina, dos calles más allá», era la respuesta correcta, según descubrí en mi trayecto hacia la oficina al día siguiente.

En mi descargo, la fachada del restaurante era la de una casa normal y corriente, pero no deja de ser un buen ejemplo de las cosas en las que se fijan y no se fijan mis ojos: uno que fue vago (guardemos un momento de silencio en recuerdo del parche que tuve que llevar sobre el ojo izquierdo y bajo las gafas durante todo segundo de primaria) y otro de tendencia errante. No sería de extrañar que se hubieran quedado pillados al alimón en cómo la sombra cortaba de manera oblicua las rayas entre las baldosas de la acera, sin reparar en el cartel del restaurante ni sus comensales junto a la ventana. Ni siquiera descarto haber sacado alguna foto de encuadre curioso en aquella calle que, en mi mente, era estrictamente residencial.

El paseo ensimismado se focaliza de repente, como si se activara un zoom automático.

Supongo que debe ser el ojo errante más que el vago el que se queda parado cuando detecta una línea curiosa, una (a)simetría inesperada, algo perfectamente bien colocado o ligeramente fuera de sitio. Ahí, el paseo ensimismado se focaliza de repente, como si se activara un zoom automático. Me pasa con más frecuencia cuando estoy sola que si voy en compañía, pero debo reconocer que, ante un estímulo lo suficientemente atractivo, alguna conversación he dejado en el aire unos minutos. Con el objetivo detectado, echo mano al bolso, saco el móvil y comienza el juego del encuadre. ¿Qué es lo que me ha sacado de la abstracción? ¿Un baile de luces, una intersección de líneas, un color vibrante?

Ha llovido mucho desde los concursos de fotografía que se organizaban en mi colegio. Eran tiempos de cámaras analógicas y recuerdo la gran frustración de no poder capturar lo que veía tal como lo veía. Como tampoco se podía apreciar el resultado hasta que no revelabas el carrete y cada intento costaba dinero, nunca pasé de la lotería entre intentos fallidos e inesperadamente pasables, sin preguntarme qué podía hacer para aliviar la frustración.

Me dedico a intentar capturar líneas, simetrías fortuitas, perspectivas extrañas que revelan otras formas, otras líneas, otras simetrías.

Ahora, con la cámara del móvil y aún sin conocimientos ni técnica que me respalden, me dedico a intentar capturar líneas, simetrías fortuitas, perspectivas extrañas que revelan otras formas, otras líneas, otras simetrías. Y, si el ojo me engaña (o mi falta de pericia hace de las suyas), siempre queda la opción de enmendarme la plana jugando con los recortes y la cuadrícula en la fase de edición para lograr el equilibrio. Bueno, quien dice equilibrio, dice cualquier cosa que le devuelva la tranquilidad al cerebro para retomar el paseo indolente por los reinos de la abstracción.

Gema Suárez Pérez
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Es licenciada en Traducción e Interpretación por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, traductora-intérprete jurada de inglés y tiene un máster de Cooperación Internacional y Desarrollo de la Universidad de Granada. Comenzó su andadura profesional en 2005 y ha trabajado como traductora, revisora, correctora y gestora de proyectos en Londres y Barcelona. En 2012 se unió al departamento de servicios lingüísticos de la Organización del Bachillerato Internacional en La Haya, donde en la actualidad es jefa del equipo de traducción al español. En su faceta asociativa, es correctora y coordinadora editorial de La Linterna del Traductor.

Gema Suárez Pérez
Gema Suárez Pérez
Es licenciada en Traducción e Interpretación por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, traductora-intérprete jurada de inglés y tiene un máster de Cooperación Internacional y Desarrollo de la Universidad de Granada. Comenzó su andadura profesional en 2005 y ha trabajado como traductora, revisora, correctora y gestora de proyectos en Londres y Barcelona. En 2012 se unió al departamento de servicios lingüísticos de la Organización del Bachillerato Internacional en La Haya, donde en la actualidad es jefa del equipo de traducción al español. En su faceta asociativa, es correctora y coordinadora editorial de La Linterna del Traductor.

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