Los traductores somos gente inquieta, pero algunos viajamos menos de lo que nos gustaría. Cuando nuestra socia Elisabete Melo Coutinho sugirió, en la última asamblea, hacer una visita a su ciudad natal, su propuesta despertó el interés de varios compañeros y, pocos meses después, la idea cristalizó en un viaje maravilloso. Así, pues, el pasado mes de septiembre algunos asetraderos nos reunimos en Oporto para conocer más a fondo esta fascinante ciudad. No nos imaginábamos hasta qué punto disfrutaríamos de estos días inolvidables.
El día 22 de septiembre nos encontramos por la mañana en el comedor del hotel Porto Antas, aprovechando que ahí nos alojábamos la mayoría. Poco después, nos dirigimos en metro hacia Matosinhos, una población situada al norte de Oporto, donde se encuentran algunas de las playas más espectaculares de la zona. Con el paseo, se nos abrió el apetito. No lejos de allí estaba el restaurante Viveiros da Mauritânia, con vistas a la playa Leça de Palmeira. Mientras degustábamos un exquisito menú típico portugués, contemplamos la playa tapizada de gaviotas.
Tras haber repuesto fuerzas, nos dirigimos a la Fundación Serralves, que alberga un museo de arte contemporáneo, con exposiciones temporales. Tuvimos la suerte de ver la exposición guiada «Off the Wall» y, después, el jardín que rodea el edificio nos atrapó. Es un lugar magnífico para perderse, por lo que decidimos pasar el resto de la tarde allí, tomando un té en la Casa de Chá. Finalizamos un día muy intenso con una cena deliciosa en el Restaurante Assador Típico, donde degustamos una abundante parrillada regada con vinos verdes y maduros.
Al día siguiente, después de desayunar en el hotel, nos encaminamos al otro lado del río Duero. La inmensa mayoría de las bodegas de vino que han dado fama mundial a Oporto se encuentran, curiosamente, en la ciudad vecina de Vila Nova de Gaia. Allí, en pleno paseo de la ribera de Gaia, visitamos la bodega Sandeman, posiblemente una de las marcas con más solera. Después de conocer los secretos del oporto, especialmente en la fase de la cata, nos dirigimos a Casa Adão paseando por la ribera. En este restaurante, mientras almorzábamos un sabroso bacalhau à brás, entre risas y chanzas, y entre otras conversaciones traductoriles, destripamos el vídeo en español macarrónico que habíamos visionado en la bodega.
Nada más comer nos dividimos en dos grupos, pues unos preferimos desplazarnos en teleférico hasta el centro de Oporto y otros se fueron paseando para bajar la copiosa comida. Desde el teleférico tuvimos la oportunidad de contemplar el Duero y sus márgenes en todo su esplendor. Sin duda, no hay mejor forma de ver los rabelos surcar el río, aunque ya no trasporten el vino desde el Alto Duero hasta las bodegas portuenses.
Ya de nuevo en la ciudad, visitamos la estación de São Bento, cuyo vestíbulo está cubierto de azulejos blanquiazules que representan escenas históricas de Portugal. Continuamos nuestra expedición yendo a un lugar lleno de magia, la librería Lello e Irmão. Muchos traductores nos quedamos hechizados en cualquier lugar donde haya libros, los miramos, pasamos sus hojas detenidamente, queremos leerlos todos. En particular, el atractivo de esta librería reside en su belleza neogótica y en su escalera roja bifurcada que inspiró a J. K. Rowling para sus novelas del celebérrimo niño mago.
Oporto de noche. Foto: Alice Dénoyers
No muy lejos de allí se encuentra la Torre de los Clérigos, uno de los edificios más altos de Oporto. A pesar de los más de doscientos escalones, algunos valientes se animaron a subir a la torre e inmortalizaron las extraordinarias vistas panorámicas.
Mientras caía la tarde, nos dirigimos hacia el barrio medieval, con sus calles estrechas y serpenteantes. En las inmediaciones de la catedral contemplamos una impresionante puesta de sol, con las bodegas y el río como telón de fondo. A punto de ser víctimas del síndrome de Stendhal, culminamos el día cenando el plato portuense por antonomasia, la francesinha. Este manjar, poco apto para los estómagos más delicados, es un emparedado relleno de diversas carnes, recubierto de queso en abundancia y una salsa rojiza picante. Una bomba calórica irresistible.
Al día siguiente, nos embarcamos en un crucero que remonta el cauce del Duero rumbo a Régua. Mientras navegábamos plácidamente, los diversos paisajes de las orillas del Duero iban pasando como una película: Oporto con sus puentes, los pueblecillos ribereños, los viñedos en terrazas. Una vez en Régua, visitamos la bodega Castelinho, donde se elaboran vinos de mesa y oportos. Volvimos en tren lentamente, como diciendo adiós con saudade al río, a los viñedos, a una ciudad con el encanto de la madurez.
Esa noche conocimos un poco mejor la noche portuense. El tiempo tan agradable invitaba a hacer una tertulia, y nos sentamos en una terraza de la plaza de la Ribeira de Oporto. Poco a poco, nos fuimos despidiendo de los compañeros y de la ciudad, pues el domingo debíamos volver a casa. Los más afortunados visitaron el Palacio de Cristal por la mañana, mientras otros ya estábamos camino del aeropuerto. ¡Qué días tan felices! Y todo gracias a Elisabete, quien ha organizado con excepcional mimo y detalle un viaje que pasará a los anales de la historia de Asetrad.
Saltando en el jardín de Serralves. De izquierda a derecha: Martina Hidalgo, Alice
Dénoyers, Manuel Saavedra, Elisabete Coutinho, Toni Sanguino, la mano de Isabel
Quiles, Patricia Molina, Gary Smith y Béatrice Pépin. Foto: David Famechon
Judith Carrera Fernández
Judith se considera afortunada de poder construir un mundo mejor gracias al buen uso de las palabras. Principalmente traduce de inglés a español, pero también de portugués, alemán y francés. Se licenció con Premio Extraordinario de Fin de Carrera en Traducción e Interpretación en la Facultad de Traducción e Interpretación de Soria (Universidad de Valladolid) en 2005. En ese mismo año se afilió a Asetrad. En 2014 defendió su tesis Aproximación a la traducción translectal en un contexto audiovisual con un corpus de películas hispanoamericanas, que obtuvo la calificación de sobresaliente cum laude por unanimidad. Fue profesora asociada en su alma mater de 2008 a 2016. Desde entonces, se dedica a tiempo completo a los servicios lingüísticos.