29 marzo 2024
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Reseña del V Congreso Internacional Esletra

Reflexiones sobre la situación del español como lengua de traducción

Nueva York acogió en abril la quinta edición de Esletra. Después de varios años sin celebrarse (en concreto, desde 2008, cuando se organizó en Toledo), el Instituto Cervantes sito en esta ciudad estadounidense fue testigo de dos días de reflexiones sobre la situación del español como lengua de traducción, en particular en los organismos internacionales y en el ámbito de la traducción científico-técnica.

La noticia de la celebración del V Congreso Internacional Esletra me llegó a principios de año a través de unos compañeros de profesión, envuelta en cierta polémica por la reputación en nuestro gremio de alguno de sus patrocinadores. En aquellas semanas, eran ya muchos los congresos, talleres y jornadas de traducción que se anunciaban para la primavera y sopesé una y mil veces todas las ventajas e inconvenientes antes de inscribirme. Al final, la idea de volver a Nueva York después de tantísimos años, la posibilidad de apuntarme a alguno de los talleres previos de Tremédica y, especialmente, el regalo de poder escuchar las ponencias de traductores de la talla de Miguel Sáenz me hicieron subirme al avión con alguna reserva, pero con mucha más ilusión.

A última hora no pude organizarme para llegar antes y asistir a los talleres, pero fueron un éxito rotundo, según todas las personas con las que hablé después durante el congreso, especialmente traductores de Estados Unidos y toda América Latina, que no tienen la suerte de tener tan cerquita como nosotros a Gonzalo Claros, Bertha Gutiérrez y Fernando Navarro, y a los que no les sobran las oportunidades de disfrutar de todo lo que ellos saben y comparten sobre el lenguaje científico y la traducción médica.

El congreso se celebró en la sede de Nueva York del Instituto Cervantes, cuyo patio interior, el Amster Yard, es un tesoro inesperado donde te abstraes rápidamente del trasiego urbano que hay a tan solo unos metros. Sin duda, una sorpresa inicial que no fue sino el preludio de unas jornadas muy especiales que empezaron con unas palabras de bienvenida de Cristina Márquez, en nombre del Comité Organizador, e Ignacio Olmos, director del Instituto Cervantes de Nueva York. El discurso inaugural corrió a cargo de Miguel Sáenz, traductor y miembro de la Real Academia Española. Descarto de entrada la tarea de condensar en unas líneas todo su discurso, pues sería en vano, y es que hay ocasiones —muy pocas, a mi juicio— en las que el discurso de un orador te cautiva y te ata, y no te deja alejarte un poco para tomar cierta perspectiva, así que te rindes y lo disfrutas, y tiempo después, cuando relees tus notas, sigues saboreando aquella impresión. Miguel nos enseñó que los debates lingüísticos en torno al español que hoy están sobre la mesa se han tratado en incontables ocasiones antes y empezó mostrándose contrario al purismo pues, en su opinión, los alegatos puristas únicamente sirven para dar fe del estado de un idioma en un momento determinado. También repasó su paso por la ONU como traductor, destacó el papel que desempeñaron los exiliados en el Servicio de Traducción y se refirió a la institución como «el lugar en el que podía aprender a diario a escribir en español»; un lugar —nos contó— en el que los traductores tenían que aceptar que el español no era patrimonio de ningún país. Esa afirmación, la idea de que hay que preservar el idioma mediante el respeto de todas sus variantes cultas, fue la hebra con la que se fue tejiendo el argumento del congreso, particularmente a través de las experiencias de ponentes y colegas de países y realidades culturales muy distintos.

El resto de la mañana giró en torno al papel del español en organizaciones e instituciones internacionales. María Valdivieso (Consejo de la Unión Europea) centró su intervención en advertir con preocupación que el español está perdiendo peso como lengua de producción de textos originales en las instituciones de la Unión Europea y que la acción de los políticos españoles para impedirlo ha sido ineficaz hasta el momento. Tras su intervención, María Nóbrega (ONU) nos presentó un panorama distinto, pues en la ONU el español es una de las seis lenguas de trabajo. María nos habló del perfil del traductor de la ONU, del tipo de textos que se traducen en las distintas sedes y explicó que el español que se emplea en la organización es una variante de consenso, por lo que se intenta que se presenten a los procesos de selección traductores de todos los países, aunque, en la última convocatoria, 18 de las 19 personas que superaron el proceso resultaron ser españolas.

Por último, Aida Martínez-Gómez (John Jay College) nos explicó la situación que atraviesa la formación de profesionales de la lengua española en Estados Unidos. Fue una ponencia particularmente interesante para quienes veníamos de otros países, donde los escollos para formar traductores profesionales de español difieren mucho de los suyos, pues han de hacer frente a cuestiones como qué variante diatópica debe impartirse y aceptarse, y cómo salvar la escasez de materiales específicos para formar al alumnado, integrado en buena medida por jóvenes de familias hispanohablantes que se han formado académicamente en Estados Unidos en lengua inglesa.

La tarde se dividió en dos sesiones de ponencias y una sesión de comunicaciones. Fernando Navarro dio una charla muy dinámica, que empleó para poner de manifiesto la necesidad de crear un organismo para unificar la terminología científica en español. A continuación, Borja Ortiz nos señaló algunos de los problemas de la traducción jurídica en una organización como la ONU: destacó la importancia de seguir el precedente en traducción y de utilizar fórmulas comprensibles en todos los ordenamientos jurídicos que no correspondan directamente a ninguno de ellos.

La última de las sesiones de ponencias del viernes se centró en abordar la política sobre lengua y traducción de varias instituciones de la lengua: la RAE (Miguel Sáenz), Tremédica (Bertha Gutiérrez), el Instituto Cervantes (Ignacio Olmos) y la Academia Norteamericana de la Lengua (Gerardo Piña). Resultó particularmente interesante la presentación de iniciativas de las instituciones estadounidenses, por sus constantes esfuerzos en un país que cuenta con cincuenta millones de hispanohablantes y en el que el español ha cobrado ya una gran importancia, no solo por el crecimiento demográfico de la población hispana, sino también por el aumento de su poder adquisitivo. Por su parte, Bertha Gutiérrez hizo un apasionado alegato para poner de relieve los problemas a los que ha de hacer frente actualmente el español científico frente a la constante amenaza del inglés y la necesidad de salvar, además, la falta de preocupación de la RAE y la incapacidad que han mostrado hasta el momento las asociaciones de terminología para fomentar el uso del español como vehículo de comunicación científica.

Por último, escuchamos las comunicaciones de María Elena Fernández (antigua traductora de la Unión Europea), María Gabriela Morales (Rosario Traducciones y Servicios) y Leticia Molinero (ANLE) y acabamos una larga jornada con un vino de honor junto al precioso patio del Cervantes.

El segundo día empezó con varias presentaciones especiales por parte de representantes de la ATA (Francesca Samuels), el buscador MEDES (Fernando Navarro), la plataforma Cosnautas (Laura Munoa), UniCO (Antonio Martín) y Tremédica (Bertha Gutiérrez). Después, asistimos a la presentación sobre traducción de indonesio a español de Evi Yuliana Siregar y, a continuación, Francisco Javier Muñoz y María Valdivieso sacaron nuevamente a relucir los riesgos de la anglización de la lengua común y especializada, y reclamaron la necesidad de que los profesionales estimulen a los hablantes a creer nuevamente en su lengua.

Tras la pausa, Miguel Turrión (Comisión Europea) preparó una sesión práctica, montada a partir de artículos de prensa de todos los países hispanohablantes, que convirtió en una reflexión conjunta sobre qué es lo que algunos llaman «español global» y en la que aprovechó la diversidad de procedencias geográficas y culturales del público para mostrarnos que los localismos que podían dificultar la comprensión de textos de países distintos al nuestro no constituían muros insalvables sino, en muchos casos, una aportación muy rica al acervo común.

En la primera sesión de la tarde, Miguel y Maite Aragonés (OMPI) nos hablaron de la traducción al español desde otras lenguas distintas al inglés —en este caso, el árabe y el chino— en las organizaciones internacionales en las que ambos trabajan: las dificultades, las implicaciones culturales y las posibilidades de evolución futura de la relación entre el español y el árabe o las lenguas asiáticas.

En la última sesión de ponencias, Tom Alwood (TAUS) y María Fernanda Lozano (OPS) nos hablaron del uso de sistemas de traducción automática en empresas privadas y en organizaciones internacionales.

Para acabar, se hizo entrega del III Premio ESLETRA a Fernando Navarro, quien lo recibió con una gran sonrisa entre los aplausos de todos los que estábamos allí y nos animó a trabajar para organizar la siguiente edición del congreso.

Y así, tras unas breves palabras de clausura, nos despedimos de los colegas que se marchaban y con los que habíamos intercambiado en las pausas pinceladas de formas distintas de vivir una lengua y una profesión por las que nos une la misma pasión. Los que nos quedamos subimos al autobús que nos llevó hasta la Casa de Galicia de Nueva York, donde seguimos charlando mientras disfrutábamos de una estupenda cena que a mí me hizo sentir como si ya estuviera de vuelta en casa.

Ya ha pasado un mes desde entonces y, al repasar mentalmente todo lo vivido, no puedo sino estar contenta de haber decidido asistir y dar las gracias a la organización por el cariño con el que lo prepararon todo. Si tuviese que preparar una lista de deseos para la próxima edición, diría que me gustaría disponer de más tiempo para el debate y las charlas informales, ya que en esta pasada edición, salvo por la cena del sábado y el vino de honor del primer día, tuvieron que ser breves porque la densidad del programa no dejaba demasiado margen. Y, en segundo lugar, al próximo Esletra le pediría que pudiésemos ser muchos más y utilizar las redes sociales y todos los medios tecnológicos que tenemos a nuestro alcance para llegar a más gente.

Olga Campos Andrés
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Se licenció en Traducción e Interpretación de inglés y francés en la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona en 1999 y es traductora jurada de inglés. En 2007-2008 cursó el Máster Oficial en Traducción Médico-Sanitaria de la Universitat Jaume I de Castellón, en el que actualmente colabora como profesora asociada y prepara su tesis doctoral sobre proce­dimien­tos de des­termi­nologización y documentación médica dirigida a pacientes. Lleva más de 14 años dedicada profesionalmente a la traducción y desde 2007 trabaja como autónoma, especializada en traducción jurídica, publicitaria y médica. En 2012 superó el proceso de selección de traductores de español de la Organización de las Naciones Unidas. Es miembro de Tremédica.

Olga Campos Andrés
Olga Campos Andrés
Se licenció en Traducción e Interpretación de inglés y francés en la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona en 1999 y es traductora jurada de inglés. En 2007-2008 cursó el Máster Oficial en Traducción Médico-Sanitaria de la Universitat Jaume I de Castellón, en el que actualmente colabora como profesora asociada y prepara su tesis doctoral sobre proce­dimien­tos de des­termi­nologización y documentación médica dirigida a pacientes. Lleva más de 14 años dedicada profesionalmente a la traducción y desde 2007 trabaja como autónoma, especializada en traducción jurídica, publicitaria y médica. En 2012 superó el proceso de selección de traductores de español de la Organización de las Naciones Unidas. Es miembro de Tremédica.

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