17 abril 2024
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Un Terminator de a pie: entrevista a Darío Giménez Imirizaldu

En esta ocasión, el asaltado es Darío Giménez Imirizaldu, un todoterreno que lo mismo te traduce un libro sobre la técnica para pintar con acuarela o un superventas policíaco, que te maqueta una revista o un libro. Además, desde el número 13, Darío es el maquetador de la versión en PDF de La Linterna.

¿Cómo llegaste a la traducción y más concretamente a la traducción editorial? ¿Cuántos años llevas en ello y cuántos títulos has traducido?

Llegué a la traducción por culpa de un profe de Historiografía (muy malo, por cierto) de cuando iba a la facultad de Historia. Para ir pasando el curso, nos encargaba traducciones de textos de historiadores y filósofos, y me di cuenta de que algunas mías las publicaba luego el muy lagarto en revistas académicas como suyas. Así que pensé: «Oye, a lo mejor no lo hago tan mal». Bueno, también cuenta que estudié en un colegio inglés y que leía en esa lengua desde pequeño. Corrían los felices años ochenta, por lo que no había muchas maneras más de acceder a la traducción profesional: no existían los estudios universitarios de TeI tal como los conocemos hoy y los traductores éramos todos lo que los licenciados hoy llaman intrusos. Lo primero que traduje cobrando fue una revista técnica sobre máquinas tricotosas industriales. ¡Sin internet ni nada parecido! Luego traduje a cuatro manos con mi padre algunos libros para Ediciones B y otras editoriales barcelonesas de aquel entonces, finales de los ochenta y principios de los noventa. Poco a poco ya fui perpetrando traducciones por mi cuenta, de textos técnicos y también para editoriales, haciendo miles de incursiones en las bibliotecas públicas, fotocopiando diccionarios especializados, aprendiendo de los errores y siguiendo toda esa suerte de métodos tan esforzados y penosos de los que nos servimos los autodidactas irredentos. Y una cosa fue llevando a la otra… y al final no sabes muy bien cómo has hecho para estar donde estás, pero ves que sigues yendo hacia alguna parte, que es lo divertido de la vida.

Al final no sabes muy bien cómo has hecho para estar donde estás, pero ves que sigues yendo hacia alguna parte, que es lo divertido de la vida.

Total, que justo este año cumplo treinta traduciendo a cambio de dinero (llamar «traducir profesionalmente» a lo que hacía en mis primeros tiempos sería ser excesivamente generoso). Habré traducido unos doscientos volúmenes, calculo yo. Cualquier día de estos que no llueva me pongo en serio a contarlos. En cuanto a textos no editoriales, ni sé.

Darío y su biblioteca

Corramos un tupido velo sobre la práctica de tu profesor… Por lo que cuentas, no eres precisamente lo que se llama un recién llegado a la profesión. Sabemos que actualmente te dedicas sobre todo a la traducción de la llamada «no ficción»; ¿es una decisión tomada por motivos prácticos o por afinidad con un determinado contenido?

No fue ninguna decisión. He traducido bastante ficción, pero últimamente menos y a veces la echo de menos (aprovecho para saludar a los lectores de La Linterna que sean editores de ficción: ¡Hola, majos! Ya sabéis dónde encontrarme…). La cuestión es que estuve unos cuantos años sin apenas traducir —eso sí que fue por decisión propia: porque pagaban muy poco— y me dediqué a mi otro oficio paralelo, el de grafista. Monté un estudio de diseño gráfico y servicios editoriales en Barcelona y, al cabo de un tiempo, retomé la traducción editorial de libros más bien técnicos para algunos clientes de la empresa. Después de cerrar el estudio (del que mi socio y yo vivimos quince años estupendos) y huir de la ciudad, me establecí otra vez como autónomo y seguí ofreciendo mis servicios a editoriales y clientes corporativos diversos.

Y ya ves tú, uno de esos clientes ahora es La Linterna, una publicación sobre traducción (podríamos decir que cada uno tiene lo que se merece). Dentro de la llamada «no ficción», y aunque podemos imaginarnos la respuesta, por la explicación que acabas de dar, ¿estás especializado en alguna temática en concreto? ¿Fue por casualidad (es decir, porque te empezaron a enviar trabajo de ese tipo) o porque tú mismo buscaste esa temática?

Sí. Traduzco muchos libros de artes gráficas, publicidad, tipografía, edición digital, bellas artes y disciplinas relacionadas. Todo viene de cuando retomé la traducción desde el estudio de Barcelona, porque contactaron conmigo dos editoriales —Index Book y, poco después, Gustavo Gili, mi editorial preferida del mundo mundial— para traducir y editar libros sobre grafismo, un tema que, por motivos obvios, conocía bien. Además empecé a traducir ensayo, historia, biografía, autoayuda (sí, autoayuda, qué pasa: hay que comer) y divulgación de todo tipo para editoriales más generalistas. También corrijo y maqueto libros, revistas y casi todo lo que me sale al paso. Y ahí seguimos, aprendiendo siempre cosas nuevas.

Hablando de aprender cosas nuevas, ¿qué problemática o características tiene el tipo de libros que traduces? ¿En qué se diferencia de traducir ficción? ¿Estás de acuerdo en que la traducción editorial de no ficción muchas veces es muy parecida a la traducción técnica, en cuanto a dificultad, necesidad de conocer el tema, uso de glosarios e incluso tácticas para traducir?

A mí me parece bastante más complicado traducir no ficción que traducir ficción.

Ahora es cuando la facción literaria del gremio se me tira a la yugular por lo que voy a decir: a mí me parece bastante más complicado traducir no ficción que traducir ficción. Dicho esto, la no ficción es muy variada. Te puedes encontrar desde tediosos manuales técnicos de fotografía digital hasta ensayos históricos de una prosa exquisita, pasando por obras de autoayuda cargadas de sutilezas léxicas y de complicados poemas, libros de arte repletos de ese galimatías indescifrable tan propio de la crítica artística o volúmenes de divulgación médica/científica atiborrados de jerga sumamente especializada, por poner algunos ejemplos. Es decir, que muchas veces, cuando empiezas un libro nuevo, tienes que enfrentarte a un universo terminológico que te es prácticamente desconocido, además de atinar con el tono adecuado y de los demás requisitos típicos de cualquier traducción. O sea, que en eso sufres igual que con la ficción, solo que muchas veces el lector de no ficción se va a dar cuenta de inmediato de si has metido la pata o te has marcado algún farol, porque conoce bien el tema o, por lo menos, tiene nociones. En ficción me da la impresión de que se puede uno tomar más licencias.

A lo mejor en el futuro deberíamos organizar un debate sobre el tema; efectivamente, hay opiniones encontradas al respecto, aunque mi opinión (a título personal) es que tienes razón. ¿Utilizas alguna herramienta TAO, o son de poca utilidad en tu caso?

No. No las uso. He probado alguna TAO alguna vez (para textos no editoriales) y no me gustan nada. Para textos editoriales, ni me lo planteo. Por otra parte, soy de los que consideran que entrar en ese terreno implica seguirles el juego a una serie de agentes del sector de la traducción que sacan un provecho digamos que poco considerado con el esfuerzo del traductor (todo el asunto de las repeticiones de palabras, los porcentajes de concordancia de segmentos, los fuzzies y demás me parece sencillamente explotación disfrazada de tecnología). Me parece muy bien que la gente las use, eso sí, allá cada cual con lo que hace o usa. Igual que me parece estupendo que la gente haga posedición de traducción automática, por ejemplo. Pero sí creo que habría que buscarles un nombre nuevo a esos oficios nuevos que poco tienen que ver con la traducción tal como se la conoce tradicionalmente.

Además de traductor, eres maquetador. ¿En qué te ayuda o te perjudica esa doble condición?

El hecho de conocer los procesos y flujos de trabajo de la edición siempre es bueno cuando unos e dedica a traducir o editar textos.

En mi caso, como ya he explicado, me ayuda porque ser grafista me ha hecho conocer en profundidad muchos campos y disciplinas sobre los que traduzco habitualmente. Por otra parte, el hecho de conocer los procesos y flujos de trabajo de la edición siempre es bueno cuando uno se dedica a traducir o editar textos. Hay otros mundos y otros profesionales que intervienen antes y después del traductor en la confección de un libro o una publicación y, aunque no es indispensable, siempre mola ser consciente de todo ello para no creerse uno el centro del universo.

Ahora, la pregunta del millón: ¿se puede vivir dignamente de la traducción editorial de no ficción? ¿Algún truco que quieras compartir con los colegas? Corrígeme si me equivoco, pero da la sensación de que este tipo de libros, salvo alguna excepción muy concreta, no suele rentabilizarse con el cobro de derechos; no obstante, ¿te ha sucedido alguna vez, el recibir derechos por un libro de no ficción?

Yo me gano la vida. Me cuesta lo mío, pero vivo dignamente gracias a que dedico muchas horas y a que con el tiempo uno va cogiendo cada vez más tablas y le salen rentables esas horas que dedica. El único truco que conozco es la experiencia, que de truco tiene poco. Eso, y la calidad que ofreces, que es el único motivo por el que te siguen llamando las editoriales para pasarte encargos. Si no tienes tablas para traducir rápido y bien, no te rinden las horas. Si quieres traducir rápido para poder ganarte la vida y careces de experiencia, te va a salir un bodrio de texto, y luego no te van a llamar para encargarte más libros. Es jodido de aceptar (sobre todo para los que quieren entrar en el mundillo, supongo), pero es así.

En cuanto a los derechos, los he cobrado dos veces en todos estos años: por una novela policiaca que fue superventas en su día y por un libro de autoayuda pseudomédica que recomendó una pope de la televisión basura en su programa. Es lamentable, porque se supone que los honorarios que uno cobra por traducir un libro son un adelanto en concepto de los derechos de autor que le corresponden por las ventas. Y con esas tiradas habituales de tres mil y cinco mil ejemplares, ya me contarás qué derechos vamos a cobrar… Este es un asunto que algún día habría que sentarse a negociar con el sector editorial, porque es absurdo pretender vivir de ilusiones que, en la mayoría de los casos, todos los implicados sabemos a ciencia cierta que no se van a cumplir. Esto no es una lotería, es un oficio. Y es un oficio muy difícil y laborioso.

La continuación lógica a lo que estabas diciendo es hablar de tarifas. Venga, expláyate, que lo estás deseando…

Las tarifas de traducción editorial en España son de llanto (iba a decir de risa, pero el asunto no tiene ninguna gracia).

Algo he apuntado ya al respecto en la respuesta a la pregunta anterior. Lo afirmo de forma concisa pero con toda la franqueza del mundo: las tarifas de traducción editorial en España son de llanto (iba a decir de risa, pero el asunto no tiene ninguna gracia). Y eso que yo cobro de la media para arriba, pero soy consciente de las verdaderas miserias que pagan algunas editoriales. Para vivir de la traducción editorial como autónomo en este país hay que ser un Terminator traduciendo (o tener un cónyuge rico), y en nuestra casa hipotecada somos un traductor de a pie y una profesora de secundaria (y un enano al que mantener). Así que Terminator de a pie. No me queda otra.

Pues muchas gracias por tu amabilidad al responder a nuestras preguntas y satisfacer nuestra curiosidad.

De nada, gracias a vosotros.

Isabel Hoyos
Isabel Hoyos Seijo
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Traductora del inglés al español y correctora de español de temas científicos y
técnicos en general, aunque sus principales especialidades son el marketing y el
autismo, ámbito del que lleva traducidos y corregidos un buen número de libros. Socia de Asetrad desde sus inicios, formó parte de la junta directiva de Asetrad en el período 2019-2023 y fue jefa de redacción de La Linterna en el período 2010-2014. Es su directora desde enero del 2015.

Darío Giménez Imirizaldu
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Estudió Historia en Barcelona, trabajó allí de grafista en prensa y de traductor freelance desde finales de los años 80 y durante toda la década de los 90 y codirigió un estudio de diseño gráfico y servicios editoriales los quince años siguientes. Desde 2006 trabaja como autónomo en Navarra y compatibiliza la traducción del inglés y el catalán con la maquetación y la edición de textos de casi cualquier tema imaginable para editoriales españolas, agencias de traducción extranjeras y todo tipo de clientes corporativos. Actualmente, es el maquetador de esta revista en su formato PDF.

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