4 octubre 2024
Inicio > Número 7 > En el diseño gráfico por la letra

En el diseño gráfico por la letra

Empecé a relacionarme profesionalmente con Victoria Ocio y Helios Pandiella hace más de quince años, cuando me enfrenté a mi primer trabajo, ya de cierta envergadura, como coordinadora editorial. Eran los responsables del diseño gráfico de aquella obra, y gracias a ellos pude darme cuenta de hasta qué punto una obra bien diseñada se transforma no solo en una bella publicación, sino también en páginas cuya lectura resulta agradable.

Cuando se piensa en el diseño gráfico, lo habitual es que nos lleguen imágenes de portadas llamativas y poco más. En escasas ocasiones somos conscientes de hasta qué punto la lecturabilidad del texto depende de su cuidada composición, o de cómo el equilibrio entre imágenes y texto consigue que un libro nos resulte, o no, atractivo a la vista. Todo esto depende de la parte «invisible» del trabajo de los diseñadores gráficos, de aquellos, claro está, conscientes de que el texto no es solo una mancha negra que deben colocar como sea en la página. ¿Cuántas veces nos encontramos con textos mal compuestos, en cuerpos diminutos para cuya lectura es necesario el uso de una lupa, con tipografías mal elegidas, sin apenas márgenes, pero, eso sí, llenos de ilustraciones o de motivos decorativos para que se vea que un diseñador pasó por ellos?

Victoria y Helios demuestran con su trabajo que el buen diseño gráfico no está reñido con el cuidado exquisito del texto, y quienes tenemos cierta debilidad por la ortotipografía no podemos más que admirar su buen hacer y esperar que cunda su ejemplo.

Pandiella y Ocio

Pandiella y Ocio es la firma de Helios Pandiella y Victoria Ocio, dos diseñadores gráficos de Oviedo (España), en activo desde 1986. Su inicio profesional, sin embargo, se remonta a finales de la década de los setenta, cuando, motivados por la necesidad de gestionar a pie de prensa las numerosas actividades culturales en las que estaban implicados (exposiciones, publicaciones literarias, fanzines, etcétera), descubrieron fascinados el legado tipográfico de las artes gráficas. Desde entonces su empresa se ha orientado principalmente a la actividad editorial.

A lo largo de estos veinticinco años de experiencia han recibido numerosos premios, entre los que destacan los de Motiva (1998, 1999, 2000, 2002 y 2003) o los dos accésits en los Premios de Diseño Editorial Daniel Gil (2003 y 2005). Sus trabajos fueron seleccionados en el European Design Annual de 1999; Editorial made in Spain 03 (2002); Logos made in Spain 04 (2003); Is Book Design, 2003; Graphic Design from Spain Select A (2002), Select B (2003) y Select D (2005).

Imaginaos que debéis describir vuestro trabajo (me refiero a la composición de un libro) a alguien que no tiene ni idea de en qué consiste. ¿Qué le diríais?

Pues que un libro puede estar bien escrito, bien impreso y tener un buen diseño de cubierta, pero si está mal compuesto es un libro fallido y no cumple su principal objetivo, que es el de facilitar la lectura.

En el mundo editorial somos bastantes los que nos quejamos de la invisibilidad de nuestro trabajo y de la falta de reconocimiento (que también se expresa en unas lamentables tarifas, anteriores ya a la dichosa crisis). A primera vista, puede parecer que el caso de los diseñadores gráficos es distinto, ¿es así realmente?

Creemos que para los diseñadores gráficos, al menos los especializados en el área editorial, la invisibilidad no debe ser motivo de queja mientras haya trabajo; es más: nosotros la reivindicamos. El diseño editorial, tal como lo entendemos, se basa en el respeto al lector; los libros deben diseñarse y compaginarse pensando en facilitarle la lectura.

Con el trabajo de los diseñadores ocurre lo contrario que con el de los correctores, por ejemplo: tiene excesivo protagonismo, todo lo que hacen es visible de manera inmediata. Los diseñadores gráficos, junto con los publicistas, son parte muy activa de la «cultura visual» que predomina en nuestro sistema político y económico.

El diseño editorial […] se basa en el respeto al lector; los libros deben diseñarse y compaginarse pensando en facilitarle la lectura

Las tarifas son «la prosa» del asunto. Si no eres una firma cotizada y si intentas hacer bien tu trabajo, con criterios que no sean solo los de rentabilidad —aunque la viabilidad económica de tu empresa siempre haya que tenerla en cuenta si no quieres sucumbir—, no es nada fácil, y nunca lo ha sido. Ahora, con la crisis, aún es más difícil ese equilibrio. Si tienes la suerte de que te lleguen encargos, como es nuestro caso, tienes que trabajar más y con presupuestos muy ajustados.

No os descubro nada si os digo que la calidad de la mayoría de los libros, por lo que a su composición se refiere, es lamentable. ¿Creéis que se trata solo de un efecto más de la crisis en el sector o tiene también que ver con esa falta de reconocimiento a vuestro trabajo de la que hablábamos?

Ya, y curiosamente se da el fenómeno de que los libros de marcas editoriales que compramos —de lectura, principalmente—, nos parece que, en general, no están mal publicados en cuanto a la tipografía utilizada, el ancho de caja y demás. Fue mucho peor hace décadas, cuando se pasó de los cajistas a la fotocomposición y al ófset y hubo una ruptura con las artes gráficas tradicionales. Entonces sí que se produjeron desaguisados, pero, actualmente, se pone mucho cuidado en la apariencia, porque el mercado es muy competitivo, hay mejores materiales y se imprime mejor. Otra cosa es que ya metidos en la tripa del libro nos encontremos con que su texto ni esté bien escrito ni bien corregido, y esto, desgraciadamente, abunda.

El asunto empeora cuando los libros se ponen en valor por su diseño; ahí sí que nos solemos encontrar con incongruencias llamativas. Por ejemplo, un libro con una excelente cubierta, un buen papel, pero un ancho de caja desmedido y una letra cuyo ojo tipográfico resulta inadecuado para el número de palabras por línea establecidas.

Quienes empezasteis recortando y pegando literalmente (es decir, con tijeras y pegamento, y no con un par de clics de ratón) ¿tenéis otro modo de entender el diseño?

Tampoco es cosa de ponerse nostálgicos… Que hayamos utilizado todas esas herramientas anteriores al uso del ordenador no hace que entendamos el diseño de una manera más esencial que quienes no han pasado por ello. Se puede adquirir igualmente una sólida formación con los medios digitales actuales. De hecho, nunca se habían publicado y traducido tantos libros importantes sobre la materia como ahora, además de toda la información a la que puedes acceder con facilidad en Internet. Si tienes empeño en aprender, hay más oportunidades ahora que entonces.

Nosotros hemos pasado de un medio a otro sin problemas de adaptación. Los fundamentos de la tipografía, la legibilidad, la funcionalidad, siguen siendo los mismos, y pertenecen a una larga tradición cultural; los programas para diseñar y maquetar libros o revistas se basan en esos principios.

Lo que sí manejamos ahora son otros tiempos de trabajo, y tenemos un control mayor del proceso de preimpresión. No utilizamos el tipómetro, ni calculamos caracteres, ni damos instrucciones a un operario para montar una página; no nos dedicamos a pegar las galeradas ni trasferimos letras al papel con aquel Letraset famoso para que en la imprenta hagan los fotolitos. Ahora hacemos todo el trabajo de preimpresión nosotros mismos, esa es la mayor diferencia.

Cada vez es más frecuente que me encuentre con estudios de diseño gráfico en los que miran las señales y los signos de corrección como si fueran garabatos hechos por un extraterrestre. ¿Cómo puede suceder algo así?

Encuentro Ángel González

© Pandiella y Ocio

Y no se queda solo ahí. Muchos diseñadores que hacen trabajos editoriales no pasan del empaquetado; ignoran la sustancia del libro: cómo deben tratarse las notas, epígrafes y demás; cómo se han de jerarquizar con tiento las diferentes grafías que intervienen en su composición, y lo importante que es cuidar todos sus aspectos ortotipográficos. Por eso nosotros siempre decimos que nos sentimos más cerca de los tipógrafos compaginadores de antaño que de los diseñadores gráficos actuales.

¿Exagero si digo que hay demasiados diseñadores gráficos que ven el texto como una especie de mancha negra que no hace más que estorbar?

Es que en nuestra profesión se suele caer en el defecto de limitarse a mirar. Parece que, de los libros, algunos leen únicamente sus cubiertas. Se valora la página como un cuadro donde la caja es, como dices, solo una mancha, una textura que ha de causar un buen efecto estético al ponerla junto a las ilustraciones y los blancos; como si fuera una imagen, y no el medio que es de lectura.

¿Podríais explicar por qué es necesario elegir una tipografía adecuada para cada publicación?

Contamos con un amplio catálogo de tipos, y cuando abordamos un proyecto, siempre hacemos tanteos con diferentes familias tipográficas para ello, pero no te creas que utilizamos muchas alternativas, más bien una variedad reducida, pero esencial, de estilos de palo seco y romanas. No se nos ocurriría utilizar para una novela la Futura, por ejemplo. Pero sí es cierto que, cuando hay proyectos de libros muy distintos, hay que dar alguna vuelta sobre la tipografía que se debe emplear. Hay muchas tipografías que forman parte indisoluble de nuestra cultura lingüística, y los dibujos de sus letras y signos comparten con otros de otras familias unas características comunes que se pueden agrupar en grandes estilos históricos. Se puede elegir una tipografía para sugerir toda una época, aunque el lector no sea consciente de ello. Bueno, podemos aspirar a mostrar una diversidad de registros evocadores, pero, como escribió Otl Aicher, «la escritura no está ahí para convertir el contenido en una expresión visual, sino para ser inteligible».

Como supongo que sabréis, no es nada raro que a los correctores —si el original está en español— y a los traductores —si no lo está— nos pidan que maquetemos nosotros el texto (y si puede ser por el mismo precio, mejor). ¿Que opinión os merece este nuevo fenómeno?

Encuentro Ángel González

© Pandiella y Ocio

Bueno, hay programas que, con un mínimo de control, te lo permiten, y si el corrector o el traductor tienen pericia, conocimientos y saben hacerlo, ¿por qué no? El problema es que paguen poco para ahorrarse el servicio del diseñador. Y no olvidemos que la labor de este, sin entrar a criticar la retórica visual y el narcisismo creativo del que está imbuido tantas veces, tiene la ventaja, por su especialidad, que le confiere la experiencia de estar siempre operando con los materiales visuales que dan forma al libro.

En tiempos tan cambiantes para el mundo editorial, especialmente desde la llegada del libro electrónico, ¿en qué punto creéis que se encuentra vuestro oficio actualmente?

El libro impreso tiene todavía una larga y densa presencia; el papel no desaparecerá. Lo que ocurre es que las publicaciones de lectura seguida se vuelcan con facilidad en los libros electrónicos, y ahí sí que los perjudicados son los correctores, porque, sin su filtro, esa sola lectura puede ser un calvario.

Para finalizar, y dada vuestra larga experiencia en esta profesión, ¿cómo veis el futuro del diseño gráfico por lo que a la composición de libros se refiere?

Cuando las páginas presenten cierta complejidad y se necesite que sean atractivas, funcionales, que se modulen los contenidos…, o lo contrario, que se busque el contraste llamativo o la atención artística, seguiremos prestando nuestro servicio. No hay más que asomarse a una tableta gráfica para comprobarlo.

María-Fernanda Poblet
María-Fernanda Poblet
+ artículos

Inició su experiencia laboral en el mundo de la edición, hace más de quince años, en Ediciones Trea, donde fue correctora, redactora y editora. Desde 1999 trabaja por cuenta propia bajo el sello comercial Palabra sobre Palabra y se dedica fundamentalmente a la corrección ortotipográfica y de estilo, aunque ella se define como una profesional altamente especializada en lo que denomina la corrección todoterreno. Se licenció en filosofía (Universidad de Oviedo), pero la enorgullece más considerarse discípula de José Martínez de Sousa, con quien ha colaborado en la corrección y revisión de varios de sus libros.

María-Fernanda Poblet
María-Fernanda Poblet
Inició su experiencia laboral en el mundo de la edición, hace más de quince años, en Ediciones Trea, donde fue correctora, redactora y editora. Desde 1999 trabaja por cuenta propia bajo el sello comercial Palabra sobre Palabra y se dedica fundamentalmente a la corrección ortotipográfica y de estilo, aunque ella se define como una profesional altamente especializada en lo que denomina la corrección todoterreno. Se licenció en filosofía (Universidad de Oviedo), pero la enorgullece más considerarse discípula de José Martínez de Sousa, con quien ha colaborado en la corrección y revisión de varios de sus libros.
Artículo anterior
Artículo siguiente

Redes Sociales

956me gustaMe gusta
10,638seguidoresSeguir

Último número

- Advertisement -spot_img

Artículos relacionados