El 22 de noviembre de 2012 saltó a los titulares de las secciones de cultura de la prensa nacional una noticia que conmovió al mundo de la traducción: la Real Academia Española había elegido para ocupar su sillón b nada menos que a un traductor, Miguel Sáenz Sagaseta de Ilúrdoz. Este nombramiento venía a ser un nuevo reconocimiento de una obra multipremiada: Premio Fray Luis de León en 1981, Medalla Goethe y Premio Nacional de Traducción de Austria, ambos en 1997, Premio Aristeion de la Unión Europea en 1998, amén de otras muchas distinciones por la autoría de traducciones literarias del alemán y del inglés al español de escritores de la talla de Thomas Bernhard, Bertolt Brecht, Franz Kafka, Günter Grass, William Faulkner y Salman Rushdie.
Con motivo de la elección, por primera vez en los 300 años de la historia de la Academia, de un miembro «en un 90 % por ser traductor», según confiesa Miguel, La Linterna ha querido contar con una entrevista con el nuevo académico. Para ello, ha recurrido a María Teresa Gallego Urrutia, traductora de una lista casi interminable de escritores franceses, entre los que destacan Honoré de Balzac, Albert Camus, Julien Gracq, Gustave Flaubert, Victor Hugo, André Malraux, Patrick Modiano y Pierre Michon, y autora de una obra también galardonada, entre otros, con el Premio Fray Luis de León de Lenguas Románicas en 1977, el Premio Stendhal en 1991 y la condecoración de l’Ordre des Arts et des Lettres del Gobierno francés en 2003.
El resultado del encuentro entre estos dos premios Nacionales a la Obra de un Traductor (Miguel en 1991 y Maite en 2008) es el mano a mano, tan instructivo como ameno, que se reproduce a continuación.
Margaret Clark
Mª Teresa Gallego Urrutia: Bueno pues, a lo mejor habría que empezar presentándote, pero no te voy a presentar, porque no eres una persona a quien haya que presentar.
Miguel Sáenz: Me parece muy bien que no me presentes.
MTGU: O sea que el lector, si sabe quién eres, pues ya lo sabe, y, si no, que vaya a la wikipedia y que se informe.
MS: Sí, pero que no se fie mucho.
MTGU: Eso, que no se fie mucho… Bueno, a ver, la primera pregunta que tenía preparada era: ¿Miguel, cómo te sientes en la Academia?
MS: La verdad es que me siento muy bien. No es por peloteo, pero tengo un concepto muy alto de los académicos, me han tratado muy bien y me da la sensación de que la Academia es una organización eficiente, moderna y puesta al día.
MTGU: Yo creí que ibas a contestarme a la pregunta «cómo te sientes»: «me siento en el sillón b», pero no, no lo has dicho.
MS: No me siento en el sillón b porque…
MTGU: b minúscula.
MS: b minúscula… no me siento en el sillón b minúscula porque no he podido averiguar dónde está. Las sillas de la academia están un poco desgastadas y muchas veces es difícil localizar las letras. Y ni siquiera en la sala de plenos están todas las sillas, sino que hay sillas en otras salas. De manera que una de las cosas que voy a hacer la próxima semana es…
MTGU: Es llevarte de casa una silla…
MS: No. Intentar localizar mi silla.
MTGU: Porque te iba a preguntar a continuación si era un sillón cómodo pero claro, evidentemente, no puedes contestarme, puesto que aún no lo conoces.
MS: Son todos iguales, de manera que te puedo decir que sí, que son cómodos.
MTGU: Y me decías antes que has tenido tus primeras sesiones ya, ayer o anteayer.
MS: Ayer asistí a mis dos primeras sesiones de trabajo, una detrás de otra, la segunda muy breve porque fue para rendir tributo a un académico fallecido recientemente. Y la primera fue una larguísima lectura de las actividades del año pasado, y me quedé impresionado al ver la cantidad de cosas que la Academia hace.
MTGU: Si fueras francés y hubieras ingresado en L’Académie française de la Langue en este momento serías immortel puesto que a los académicos en Francia los llaman les immortels, así que te pregunto: ¿Sientes no ser francés y no poder ser immortel?
MS: Debo confesar, y no quiero ser ofensivo, que no tengo ningún interés en ser francés [risas] y, por otra parte, lo que está muy claro es que los académicos de la Real Academia Española no son inmortales, porque hay una racha de fallecimientos impresionante, muy lamentable.
MTGU: Vaya por Dios, y yo que tenía la esperanza de que a partir de ahora fueras inmortal.
MS: Pues no, me temo que de eso nada.
MTGU: Me siento muy defraudada.
MS: Yo creo que no hay que empeñarse en vivir. Me parece que era Federico II quien decía a sus soldados: «Perros, ¿es que queréis vivir eternamente?»
MTGU: Claro, él como vivía estupendamente no le importaba morirse antes, a lo mejor los perros querían sacarle algo más de partido a la porción de vida que les hubiera tocado.
MS: Yo creo que la vida es un poco corta pero que está bien, tampoco tendría mucho sentido vivir demasiado.
MTGU: De todas formas, el lema de l’immortalité de la Academia Francesa se refiere a la lengua, no a los académicos. Los académicos se han adueñado de la inmortalidad porque yo creo que los tranquiliza. ¿Tú no buscas esa tranquilidad?
MS: En absoluto.
MTGU: Pasemos a otra cosa. A ver, en las ediciones sucesivas del diccionario de la Academia, veo que se van incluyendo expresiones que habíamos considerado tradicionalmente equivocaciones, errores, usos abusivos, etcétera. Por ejemplo, siempre hemos diferenciado entre hacer agua un barco que se va a pique o que tiene una vía de agua y hacer aguas que es «ir al excusado» y se habla de hacer aguas mayores y menores. Apareció hace tiempo en la lengua popular la expresión hacer aguas usada para todo: «Este periódico hace aguas» para decir que le va mal. Y está cayendo en el olvido la diferencia entre hacer aguas y hacer agua. La Academia, hace no tanto, ha admitido hacer aguas en el sentido de irse a pique, de que una cosa no va bien, de que va a naufragar. Otro ejemplo: Se ha perdido por completo el quedarse con algo. Ahora todo el mundo «se queda algo», siendo así que las construcciones consagradas eran quedarse intransitivo, quedarse en un sitio, y quedarse con algo en el sentido de «apropiarse o adueñarse de algo y conservarlo». Pero la Academia ya admite también quedarse algo para quedarse con algo. A mí eso me parece que tiene algo de sumisión a usos populares que no debería darse en un diccionario normativo; me parece una especie de demagogia. No sé si soy muy exagerada.
MS: La Academia, efectivamente «limpia, fija y da esplendor», pero tiene la función importantísima de recoger lo que se habla en la calle, lo que habla el pueblo. Eso es lo que trata de hacer. Los idiomas cambian: en cuanto a la expresión hacer aguas, a mí me parece que está muy bien porque tiene un doble sentido que a veces añade una nota cómica. La Academia, en el fondo, lo que hace es seguir al hablante, lo que no me parece demagogia.
MTGU: Pero para dar cuenta de eso hay otros diccionarios, el de uso de Manuel Seco, por ejemplo, que recoge lo que dice la gente, lo que crea la gente. Entonces, ¿qué diferencia hay entre el diccionario de la Academia y el de Manuel Seco?
MS: Manuel Seco —por cierto, el único libro que tengo siempre encima de mi mesa de trabajo es el Diccionario de dudas y dificultades de Manuel Seco, que me parece un filólogo admirable— hizo un muy estimable diccionario de uso. Pero ese uso… el problema es el de siempre —también el del María Moliner—, ¿qué autoridad tiene ese uso? ¿Es algo puramente estadístico? ¿Es, como en el diccionario de autoridades, la personalidad del escritor que utilizó la expresión? Ese es, creo yo, el talón de Aquiles de los diccionarios de uso. Hay que ver si el uso está ya consagrado, acreditado por la costumbre. El diccionario de la Academia tiene una postura muy abierta y además utiliza una táctica muchas veces exploratoria. Lo mismo que está eliminando palabras que hace casi siglos que nadie utiliza, está introduciendo otras que a lo mejor volverán a ser expulsadas del diccionario porque no han cuajado.
MTGU: Sí, pero entonces, vamos a ver, admitiendo un uso, y vuelvo a hacer aguas porque es el ejemplo que se me ocurrió primero… Dando por bueno un uso que, como tú mismo dices, puede dar un sentido irónico a la expresión cuando se usa para irse a pique o fracasar, estás privando a un escritor o a un hablante ingenioso de usarlo en sentido cómico, puesto que ya tiene, aunque el hablante no se dé cuenta, un sentido cómico. No sé si me explico.
MS: Te explicas.
MTGU: Se está imposibilitando un recurso literario, expresivo, al dar por bueno algo que, en caso contrario, se podría usar en broma o de forma irónica.
MS: Bueno, no es la Academia quien lo está haciendo, es el pueblo el que lo hace. Pero los escritores no se preocupan mucho de lo que dice la Academia. Utilizan las expresiones que les parecen bien y luego es la Academia la que tiene que seguirlos porque también los escritores son ciudadanos y muchos de ellos manejan espléndidamente el idioma. Cualquier fanatismo, cualquier postura radical está fuera de lugar cuando se habla del idioma, que es la cosa más móvil, más variable y más bonita que existe.
MTGU: Eso me lleva a la pregunta: ¿Hay una sutil frontera entre lo que es evolución, enriquecimiento, rejuvenecimiento de la lengua y lo que es corrupción, prostitución o empobrecimiento?
MS: Hay una sutil frontera, pero el problema es que nadie sabe dónde está [risas]. Porque si nos empeñáramos en ser puristas seguiríamos hablando en un latín, ya corrompido por cierto. De manera que no hay que temer a la evolución del idioma ni a las palabras extranjeras. Las lenguas que son fuertes se tragan las palabras extranjeras y las utilizan para crecer y desarrollarse. Está bien oponerse cuando se pretende introducir en el español alguna palabra que es completamente innecesaria porque hay un término castellano de toda la vida. Pero si la gente se empeña en utilizarla, si se empeña en decir evidencias en lugar de decir pruebas, al final acabaremos todos diciendo evidencias.
MTGU: Pero puede suceder entonces que un uso nuevo mate por completo otro uso anterior y que lo haga desaparecer.
MS: Puede ocurrir así, ha ocurrido y sigue ocurriendo.
MTGU: Y sigue ocurriendo, efectivamente.
MS: Yo me he pasado la vida escribiendo en fin de cuentas en lugar de a fin de cuentas, pero hoy en día casi todo el mundo dice a fin de cuentas. Tuve una alumna que me dijo: «Es que eso que usted ha escrito está mal». La Academia, magnánima, admite las dos formas.
MTGU: Bien, pero que algo que «se cuela» empiece a ser «lo más usado», ¿es realmente lo que debe hacer que nos parezca un hecho enriquecedor? ¿O empobrecedor?
MS: Yo creo que es un hecho, y no conduce a nada oponerse a los hechos. Y hoy en día, con las estadísticas que se pueden hacer con Google, por ejemplo, de frecuencia de uso, resulta terrible, porque se ve muchas veces que una forma supuestamente incorrecta es muchísimo más usada que la forma que siempre habíamos creído correcta.
MTGU: Y otra cosa que has dicho antes y que no quiero que pase inadvertida. Has dicho: «Igual que la Academia saca del diccionario palabras que ya no se usan». ¿Debe sacarlas? Porque entonces las mata y las entierra.
MS: Depende. Hay académicos especializados en el tema. Hay palabras que no es que hayan caído en desuso, sino que nadie sabe muy bien por qué están en el diccionario. Es difícil saber por qué en un momento dado se introdujeron o si no se trataba de una simple errata. De manera que si una palabra no sirve, a mí me parece bien…
MTGU: Pero, Miguel, una palabra siempre sirve. Si ahora mismo un niño de 13 o 14 años empieza a leer El Quijote y encuentra palabras que no conoce y va al diccionario y no están, cómo rayos sabe…
MS: Efectivamente…
MTGU: O sea que las palabras sí que sirven si quieres leer literatura que no sea contemporánea.
MS: Efectivamente, pero primero habrá que ver qué literatura se sigue leyendo porque también hay libros que no se leen hace siglos.
MTGU: Bueno, ya…
MS: Y, aparte de eso, es que de otro modo, tendríamos un diccionario con 800 000 entradas, 800 000 vocablos. El diccionario no puede crecer indefinidamente. Y si hay palabras de las que se puede demostrar que ya no se usan o que nunca se usaron en realidad, a mí no me parece mal que las expulsen del diccionario.
MTGU: Pero estás condenando a lectores de determinada edad a no poder, si quieren leer literatura del siglo xvii, por ejemplo, buscar una palabra que no conozcan.
MS: No, en absoluto, no me refiero a este tipo de palabras. Me refiero a palabras que flagrantemente son inútiles y cuyo uso es desconocido y, bueno, tampoco es que la Academia esté expulsando palabras todos los días. Pero no está mal dar de vez en cuando una lectura, y es una de las cosas que se van a empezar a hacer este año, una lectura muy atenta del diccionario para ver si las definiciones pueden corregirse o mejorarse y para someter a examen palabras que, sencillamente, entraron en un momento dado, a lo mejor hace 10 años o 15 años, palabras como pagafantas. No sé si sabes qué es un pagafantas.
MTGU: Pues no.
MS: Bueno, pues tampoco te hace ninguna falta [risas], pero el caso es que durante algún tiempo la palabra se usó. Además, hoy en día, con esos corpus que hay, con esos depósitos, inmensos, muchas dudas lingüísticas se pueden resolver a través de Internet.
MTGU: Sí, eso es cierto. Pero, claro, imagínate que un buen día haya un apagón energético, y por tanto, internético, y tengamos que volver a leer con velas los libros que tengamos a mano.
MS: Hay una expresión muy castellana que dice «no caerá esa breva» [risas]; yo creo que sería un gran beneficio para la humanidad que hubiera un gran apagón informático y tuviéramos que empezar a escribir de nuevo con un lápiz o un pizarrín.
MTGU: Yo lo pienso a veces. Cuando encuentro en el PDF de un diccionario del siglo xviii, en la Biblioteca Nacional Francesa, una expresión que me hace falta para traducir a Victor Hugo, adoro Internet, las cosas como son, porque sin eso no habría podido investigar a fondo esa palabra o esa expresión. Pero también hay una contrapartida, efectivamente. Tiene una parte que se ha convertido en muy necesaria y otra parte en que, como tú dices, «no caerá esa breva», eso es cierto.
A ver, pasemos a otra cosa, que no podemos alargarnos. Yo me alargaría indefinidamente, pero no debemos.
Antes de acabar con el tema Academia: hay personas, no siempre especialistas, pero aficionados a alguna especialidad, por ejemplo, yo qué sé, pues a la aeronáutica o a la medicina o a lo que sea, que se quejan, no se quejan airadamente, nada más comentan que el diccionario de la Academia es impreciso. ¿Debe ser tan preciso? Yo creo que debe ser un diccionario esencialmente general, y quien quiera más precisiones que vaya a diccionarios especializados. Pero siempre hay quien dice: «No, es que claro, no distingue entre avión y aeronave», y pongo este ejemplo porque tú has dicho que querías dedicarte especialmente a revisar las definiciones de los términos de aeronáutica…
MS: Un diccionario tiene que ser siempre preciso. Otra cuestión es que sea completo o insuficiente o deficiente, es decir, que falten palabras que debieran estar en él. En el caso de aeronave/avión, hay un uso jurídico, que es el de aeronave, un uso más culto. Avión es una palabra que también tiene una etimología perfectamente detectable y comprobada, pero creo que cuando se trata de cualquier disciplina más o menos técnica, el verdadero problema es saber dónde está el límite. Qué palabras son palabras de la aviación que no interesan a nadie más que a los aviadores y a los mecánicos, y quizá a los controladores aéreos, y qué palabras son aquellas que debe conocer cualquier persona porque se las encuentra en la prensa diaria, en cualquier libro. La palabra dron, por ejemplo, que desgraciadamente ahora aparece continuamente en los periódicos, los drones, me imagino, no lo sé, que acabará estando como tal en el diccionario de la Academia. Se podría traducir por moscardón, por abejorro, pero no tiene ningún sentido. La palabra es muy fácil de trasplantar e inventarnos un término nuevo sería absurdo. De manera que sí que quiero dar un buen repaso al diccionario para ver definiciones inexactas de términos aeronáuticos y, sobre todo, para introducir algunos que me parecen de uso muy normal y que sin embargo no figuran.
MTGU: Creo que no me queda ninguna pregunta más sobre la Academia, a menos que luego quieras tú añadir algo al final. Voy a pasar a otras dos cosas, a otras tres cosas, mejor dicho. Una es un poco espinosa, pero te lo he preguntado antes y me has dicho que sí, que te lo podía preguntar. A raíz de tu discurso de ingreso en la Academia, que tuvo una enorme difusión en Internet, donde hay foros de traductores de diferentes asociaciones y otros que son libres, que no son de ninguna asociación, me llegó el eco de que en alguno de ellos hubo quien, al comentar tu ingreso, dijo, a modo de reproche, o despectivo, que «había sido por el cupo reservado al ejército» —hay, sí, que yo sepa, un cupo reservado a hombres de Iglesia y otro a hombres de armas, por decirlo así, cupos que vendrán, supongo, del momento de la constitución de la Academia, hace ahora 300 años, y que se conservan—. Hubo, pues, quien, por lo visto, criticó eso, que se conservaran esos cupos, cosa que me parece muy bien, cada uno es muy dueño de criticar lo que le parezca criticable. Y hasta puedo estar de acuerdo. Pero lo que no me pareció ya tan de recibo fue que añadiera algo como lo siguiente (cito de memoria): «Claro, y por eso han elegido a Miguel Sáenz que es un viejo militar al servicio del régimen franquista», cosa que a mí me indignó profundamente, sobre todo por lo de viejo, como dirías tú [risas].
MS: Bueno, la Academia fue creada por un militar, un capitán general nada menos, hace ahora exactamente 300 años. Y es cierto que ha habido en ella militares, como ha habido personas que representaban a todo tipo de estamentos, desde clérigos, cardenales, etcétera, etcétera, etcétera. En mi caso, no creo que esa haya sido la razón. Y, en cuanto a lo de viejo, pues en eso no estoy de acuerdo, yo no me siento viejo. En cuanto a lo otro, no creo que la Academia haya utilizado jamás tales criterios. Mi antecesor, el almirante Eliseo Álvarez Arenas, además de sus inmensos méritos navales, era un gran discípulo de Ortega, de Laín Entralgo y un buen escritor, un buen poeta. En cuanto a lo de viejo… ¿cómo era? ¿militar fascista?
MTGU: Fascista no; franquista, al servicio del régimen franquista.
MS: No soy yo quien tiene que hacer la defensa de mis méritos democráticos, aunque me permito señalar que ascendí a general en 1989. Pero la gente es libre de decir lo que quiera.
MTGU: Ya, bueno, sí, pero, en fin, a mí me pareció una afirmación cuando menos atrevida.
MS: A mí también, porque la verdadera razón de que esté en la Academia es más bien, bueno más bien no, en un 90 %, es mi labor como traductor. Creo que mi labor como jurista, mi labor como aviador han pesado infinitamente menos. La Academia necesitaba un traductor y eligió un traductor y yo me siento muy satisfecho, porque creo que es la primera vez que ha elegido a alguien simplemente por dedicarse a la traducción. Ha habido, y hay, excelentes traductores en la Academia, pero son otras cosas también, helenistas, latinistas o novelistas, pero alguien que haya sido elegido por ser traductor, creo que no había habido nunca.
MTGU: No, no, efectivamente. Pero, vamos, independientemente de eso, es que yo no sé cuánto tiempo hace que te conozco, pero más de 30 años sí hace que te conozco…
MS: Sí.
MTGU: Y nunca te he visto ser franquista, así que…
MS: Pues, francamente, no me preocupa lo más mínimo.
MTGU: A ti no te preocupa porque lo dicen de ti. A mí me preocupa porque lo dicen de ti y no estoy dispuesta a que nadie hable mal de ti.
MS: Tú defiéndeme, defiéndeme.
MTGU: Te defiendo, te defiendo. Bueno, otra cosa, vamos a ver, espera que lo tengo aquí apuntado, un segundo que me cale las gafas. Llegamos al tema de la asociación a la que pertenecemos ambos, desde hace 30 años, porque somos socios fundadores los dos de lo que es ahora ACE Traductores… Bien, ayer participaste en la mesa de LIBER que entregó el primer premio que da la asociación a un editor —a dos editores en este caso— por su buen hacer. El premio se llama, que a mí no me gusta mucho, «a las buenas prácticas editoriales»; es que me parece una expresión que tiene acento extranjero, que huele a traducido… Pero, bueno, estamos en lo que hablábamos antes, como ahora se dice así y tú dices que hay que resignarse [risas], pues nos resignaremos. Pero yo creo que el nombre del premio debería haber sido «al buen hacer editorial»; seguramente es que yo soy muy dogmática, tú eres mucho menos dogmático que yo. Bien, a lo que íbamos. De repente, una asociación de esos profesionales considerados tradicionalmente como los ignorados por la sociedad, los maltratados por los editores, esos a quienes casi consideran un mal necesario en algunas editoriales, de repente resulta que esta asociación crea y entrega de una forma pública y notoria, e incluso muy vistosa, un premio al buen hacer editorial. Si, hace 30 años, cuando estábamos en los altos de la Biblioteca Nacional fundando la asociación, nos lo hubieran dicho, lo habríamos llamado quizá utopía. Y, sin embargo, no era una utopía, puesto que hemos llegado a ello. En estos 30 años, ¿qué cosas hemos hecho como asociación, como traductores asociados, que en un principio podrían haber parecido utopía y que no lo eran puesto que las hemos hecho? Una lista breve.
MS: Yo creo que sería muy largo enumerar las ventajas que han ido conquistando los traductores. Y aquí, el recuerdo de Esther Benítez es automático. Y que se ha conseguido mucho, entre otras cosas una Ley de Propiedad Intelectual que van a cambiar muy pronto, pero que reconoce al traductor como autor y que además le reconoce una participación en los beneficios como tal autor. Utopía es etimológicamente lo que no está en ninguna parte. Yo creo que la utopía de que los traductores premien a los editores es como decir: «Bueno, mañana los pobres van a hacer una colecta para premiar a los banqueros». Me parece admirable, es una utopía, me parece un sueño. Pero en el fondo no sé si eso cambia nada. Quizá algún editor se sienta muy estimulado y diga: «Hombre, pues a mí me gustaría mucho que me dieran ese premio Jaime Salinas», pero en ese aspecto soy un poco escéptico. Me parece que el libro está en una situación muy difícil, los editores también, y lo que yo veo en la mayoría de la industria editorial es que sigue existiendo un desprecio absoluto hacia el traductor. El traductor sigue siendo un siervo de la gleba al que, como no tiene capacidad de negociación, no tiene capacidad de rebelión, se lo puede explotar más fácilmente. No hablo de todos los editores, efectivamente. Concretamente las editoriales ahora premiadas me parecen admirables y sería muy de desear que otros editores se sintieran igualmente inspirados, por lo menos para firmar contratos de acuerdo con los modelos establecidos y pactados y sobre todo, lo que es mucho más importante, para cumplirlos. Lo que me parecería una utopía sería que la mayoría de los editores cumplieran sus contratos.
MTGU: De todas formas, como no podemos vivir, creo yo, sin utopías, y hay diferentes frases ya muy conocidas sobre esto, no me acuerdo ahora mismo de quién dijo: «La utopía o la muerte», porque, desde luego, si no luchas por utopías pues te mueres… y Anatole France dijo: «La utopía es el principio de todo progreso»… hay más frases, que en este momento no recuerdo, ya convertidas en sentencias o en aforismos, sobre la utopía… Nuestra asociación, si quiere seguir viva, tendrá que seguir luchando por algo que vamos a llamar utopías, aunque no sé si es el nombre adecuado. Hemos cumplido 30 años, ¿cuáles crees tú que son las utopías por las que tenemos que luchar en los próximos 30 años?
MS: Como dice la expresión española: «Que me quede como estoy» [risas], o sea «virgencita, que me quede como estoy». Me daría por contento si las tarifas no disminuyeran, si los contratos se cumplieran, si la próxima reforma de la Ley de Propiedad Intelectual no interfiriera y no se permitiera modificar cosas que no deberían modificarse. Siempre he dicho que la ley que tenemos es una ley muy buena para el traductor. Comparándola con Italia, con Francia, con Alemania, yo creo que es una de las mejores leyes… lo que pasa es que, claro, una ley, si no se cumple, pues es… Y yo creo que la situación es muy difícil, es una situación muy difícil; y es muy imprevisible lo que puede ocurrir. Si van a desaparecer editoriales, si va a desparecer el libro tal como lo conocimos, si esa supuesta piratería que existe por todas partes es un mal o en definitiva se convierte en un bien, si el traductor tendrá que ser alguien a quien el Estado mantenga porque realiza una función benéfica… No lo sé, francamente. Pero yo, de momento, me conformaría con que se mantuvieran los progresos que hemos logrado en los últimos 30 años.
MTGU: Otra cosa ya, otro tema, para terminar, o casi. Tú, casi siempre, cuando estamos en una mesa redonda, en algunas jornadas o algo por el estilo, y, antes o después, alguien pregunta: «¿Es el traductor un escritor frustrado?», contestas algo que a mí me gusta mucho, y me gustaría que lo volvieras a decir aquí. Así que te digo: «Cuéntalo otra vez, Sam, eso de que no somos escritores frustrados».
MS: Bueno no sé, no lo sé, puede haber…
MTGU: O por lo menos que tú no lo eres, vamos…
MS: Puede haber traductores que sean escritores frustrados. Yo, desde luego, no me siento como tal. En primer lugar porque he escrito libros que, no solamente me publicaron, sino que me premiaron. Pero, por sentido de la vergüenza, como sabía que eran muy malos, decidí dejar de hacer el mal [risas] y dedicarme a hacer el bien a través de la traducción. Pero sobre todo, yo creo que no es incompatible en absoluto traducir y escribir, porque son una misma cosa. Traducir es escribir con un pie forzado, escribir forzosamente sobre algo; y escribir es permitirse cualquier libertad. Por ejemplo, es mucho más fácil escribir poesía que traducir poesía, porque no hay ningún condicionamiento, uno puede decir lo que quiera. Y, si no encuentra una rima para Astérix, pues no tiene por qué partirse la cabeza para encontrarla. Pero yo creo que eso del traductor como escritor frustrado… no me lo parece… conozco a muchísimos escritores que se precian de su labor de traductores e incluso dicen que sus mejores libros son sus traducciones, mucho mejores que los libros, entre comillas, originales. De manera que no digo que no pueda haber personas que se hayan refugiado en la traducción, que se sientan frustradas porque no consiguieron romper la barrera de la publicación y la edición, pero no creo que, en general, eso sea cierto.
MTGU: A mí me gusta cuando dices eso que dices a veces de «yo soy muy feliz porque no padezco el síndrome de la página en blanco, ninguna página de las páginas que tengo que escribir está en blanco».
MS: Efectivamente, eso lo he contado muchas veces, es decir, cuando después de estar trabajando, a veces después de estar traduciendo durante ocho horas, volvía a casa, no podía escribir nada original porque no se me ocurría nada. Pero, en cambio, me refugiaba en una partitura que tenía delante, que era el libro que estaba traduciendo, y para mí aquello era un descanso, una satisfacción, y me daba la impresión de que no estaba trabajando, con lo cual al final acababa trabajando 16 horas diarias, pero no me daba cuenta, que es lo bueno. Es decir, si algo te gusta y lo haces porque te gusta, no lo consideras trabajo.
MTGU: Bien, y, para terminar, yo estoy acostumbrada contigo, siempre que me ha tocado moderarte en algunas jornadas o algún congreso, y hemos pactado previamente de lo que se iba a hablar en la mesa redonda, a que, llegado el momento, y con todo el público sentado en la sala, dijeras: «Sí, habíamos quedado en eso, pero ahora voy a decir lo que me dé la gana». Así que, siguiendo con esa vieja costumbre nuestra, por favor, termina diciendo lo que te dé la gana.
MS: Perdóname, no recuerdo que nunca me haya atrevido a no seguir tus indicaciones.
MTGU: Continuamente, continuamente. Cosa que me parece muy bien, por otra parte.
MS: Quiero decir que a mí, sobre la traducción, no se me ocurre ya nada nuevo.
MTGU: No forzosamente sobre la traducción; sobre lo que quieras.
MS: Creo que uno de los males que tiene el traductor es que pasa muchas horas en su casa, solo, delante del ordenador, traduciendo, y entonces se pone a escribir sus elucubraciones y por eso se escribe tanto sobre la traducción. Hace muy poco, perdón por citarme, di una conferencia que se llamaba «Traducir es mayormente traducir» [risas].
MTGU: ¡Me encanta!
MS: Lo cual parece una tontería pero es la pura verdad, o sea, traducir es ponerse a traducir y dejarse de historias. Dejémonos de teorías, dejémonos de principios metafísicos e intentemos lidiar el toro que tenemos delante, traducir al autor que tenemos y el libro que tenemos. Porque claro, la traducción es una aventura y si te metes en esa aventura, pues hay que procurar salir de ella lo mejor posible o, por lo menos, con el mínimo de daños. De manera que pienso que el traductor es básicamente un traductor y que, como cualquier escritor, tiene que encontrar su forma, su momento. Si quiere trabajar por la mañana, por la noche o a todas horas, si necesita música de Bach o un silencio absoluto, lo que sea, pero al final todo lo que haga se reflejará en un texto y ahí sí que no habrá ya más historias ni más teorías sobre la traducción.
MTGU: Y se me ocurre una pregunta impertinente y la última ya, te juro que es la última: ¿Tú crees en eso que se llama traductología?
MS: No lo sé, pero me parece… No sé si cité en mi discurso de ingreso en la Academia esos versos que dicen:
No digáis que, agotado su tesoro,
de asuntos falta, enmudeció la lira.
Podrá no haber traductores,
pero siempre habrá traductología.
MTGU: Por cierto, qué entiendes tú por traductología.
MS: Pues la ciencia que dice a los traductores lo que tienen que hacer. Afortunadamente los traductores no le hacen caso.
MTGU: Es que, en principio, las cosas que acaban en -gía suelen ser pautas para el ejercicio de esa arte, algo que funciona como cosa previa. ¿Puede haber traductología previa? Para mí, si la hubiera, sería posterior.
MS: La traductología es posterior porque trata de la traducción y, si no hay traducción, no hay traductología. Pero, sin embargo, una vez creada, la traductología es un monstruo que vive más que el motivo que la engendró. Llega un momento en que la traductología se independiza y se da el famoso problema de decir: «Bueno, y si luego la realidad no coincide con la teoría, ¿qué hacemos con la realidad? Si la traducción no se ajusta a la traductología, ¿qué vamos a hacer con la traducción?»
MTGU: Eso, si tuvieras que elegir entre la traductología y la traducción, ¿qué elegirías?
MS: Elegiría la traducción, entre otras cosas porque a lo largo de mi vida he estudiado mucha traductología y he llegado a la conclusión de que es una ciencia muy confusa y muy complicada.
MTGU: Muy confusa y muy complicada y que, bien pensado, da recetas, que es lo que yo creo que no se puede dar nunca en traducción: recetas. Para la paella puedes dar recetas, pero para la traducción, no.
MS: No, y sobre todo hay un síntoma muy clásico que es… Tú lees un libro sobre traductología, sobre ciencia de la traducción y te parece muy bien, te convence. Porque además, a mí me convencen siempre las nuevas teorías. Pero luego empiezas a ver los ejemplos que ponen y te entran estremecimientos, o sea, una de las cosas más características de los libros de traductología es que los ejemplos de traducciones felicísimas y afortunadísimas que ponen, son tremendos, atroces…
MTGU: Bueno, pues te libero, tras haberte acorralado en esta sala de café.
MS: No sé si has observado que se ha quedado silenciosa, yo creo que los hemos echado a todos.
MTGU: Sí, los hemos echado a todos. Se podían haber ido al principio, al vernos entrar, y no habría habido ruido de fondo. Dicho lo cual, Miguel, muchas gracias en nombre de la revista La Linterna del Traductor de Asetrad, que fue quien me pidió que te hiciera esta entrevista y, de propina, hemos estado charlando un rato, cosa que siempre se agradece.
MS: Pues yo también te lo agradezco mucho y te autorizo expresamente a que hagas todos los cambios que quieras y si ves alguna tontería especialmente notable, la suprimas, la cambies, o hagas lo que te parezca.
MTGU: No voy a transcribirlo yo, voy a entregar este archivo de sonido tal cual, pero, si lo hiciera, ¿me autorizarías a hacerte decir lo que no has dicho cuando no opine lo mismo que tú? No, ¿verdad? De todas formas, no osaría. Gracias, Miguel.