19 abril 2024
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Semblanzas de los miembros del Consejo Editorial: Martínez de Sousa

Iniciamos aquí un nuevo apartado en el que iremos presentando individualmente a los miembros del Consejo Editorial de La Linterna, con el objetivo de que nuestros lectores conozcan a las personas que aportan a nuestra revista su asesoramiento y sus inapreciables conocimientos en los ámbitos de la traducción, la corrección y la revisión de textos. Comenzamos la serie con una semblanza de José Martínez de Sousa, figura indiscutible en la ortotipografía española y socio de honor de Asetrad, que nos acompaña desde el principio de la nueva época como miembro del Consejo Editorial de nuestra revista.1

José Martínez de Sousa
José Martínez de Sousa
(El Rosal, Pontevedra, 1933)

Apunte biográfico: Corrector, lexicógrafo y ortotipógrafo. Referente internacional en cuestiones de corrección tipográfica y ortografía en lengua española, conferenciante y profesor de ortotipografía. Ha sido presidente de honor del Comité Español de la Asociación Internacional de Bibliología, presidente de la Asociación Española de Bibliología y presidente de la Asociación Internacional de Bibliología. Actualmente es presidente de honor de la Asociación Española de Bibliología. Por su contribución para facilitar y mejorar el desempeño de la labor profesional de traductores y correctores fue nombrado socio de honor de Asetrad en el año 2005.

Obras: Diccionario de tipografía y del libro (1974), Dudas y errores de lenguaje (1974), Diccionario internacional de siglas (1978), Diccionario general del periodismo (1981), Diccionario de ortografía (1985), Diccionario de ortografía técnica (1987), Pequeña historia del libro (1987), Diccionario de bibliologia y ciencias afines (1989*),Reforma de la ortografía española (1991), Diccionario de redacción y estilo (1993), Manual de edición y autoedición (1994), Diccionario de lexicografía práctica (1995), Diccionario de ortografía de la lengua española (1996), Diccionario de usos y dudas del español actual (1996**), Manual de estilo de la lengua española (2000), Diccionario de edición, tipografía y artes gráficas (2001), Libro de estilo Vocento (2003), Ortografía y ortotipografía del español actual (2004), Diccionario de bibliologia y ciencias afines (2004*), Antes de que se me olvide (memorias, 2005), La palabra y su escritura (2005), Diccionario de uso de las mayúsculas y minúsculas (2007 ), Diccionario de usos y dudas del español actual (2008**), Manual básico de lexicografía (2009).

Asetrad pregunta a Martínez de Sousa

¿En qué situación se encuentra en estos momentos el corrector ortotipográfico y de estilo en las editoriales españolas e iberoamericanas?

Podemos tratar de resumir en pocas líneas en qué situación se encuentran en este momento los correctores de estilo y tipográficos tanto de España como de Hispanoamérica, pero resulta muy difícil proyectar la figura de estos profesionales en el futuro. Porque, a la vista de lo vivido en los últimos años, especialmente durante la profunda crisis económica y de valores de la que aún no se ha escrito la última palabra, no es fácil plantearse hacia dónde se inclinará la función de estos profesionales. Se puede asegurar, sin embargo, que el futuro de los correctores, sean de estilo o tipográficos, no es demasiado halagüeño, especialmente en lo relativo a su reconocimiento social y económico. Podríamos asegurar que entre las funciones del libro y el impreso en general, la intervención de estos profesionales es la más oscura e ignorada. Su nombre no suele aparecer en la página de derechos o lugar semejante del impreso, siendo así que tanto los correctores de estilo como los ortotipográficos son los mejores colaboradores tanto del empleador como del propio autor. Sabemos que en ciertos casos mejor es que no aparezca en ninguna parte, pero eso no salva a los demás de su reconocimiento de un trabajo de calidad. Tampoco se debe olvidar la enorme influencia de las nuevas tecnologías (ya más bien viejas) aplicadas a sus funciones. Es cierto que en los últimos cincuenta años se ha producido un corte profundo en las relaciones entre quienes encargan trabajos en este campo y quienes los realizan, corte cuya cauterización no resulta fácil, vista desde aquí y ahora.

¿Cuál ha sido históricamente la evolución laboral de estos profesionales hasta llegar al momento actual?

Desde el siglo xv, cuando se inventó la imprenta, en cada uno de los talleres, con pocas excepciones, el corrector tipográfico ocupaba un lugar destacado. Como mínimo había un corrector, pero no era excepcional la existencia de dos e incluso más. El corrector contaba con un prestigio asentado entre sus compañeros de trabajo e incluso ante sus superiores. De alguna manera, venía a ser como una autoridad, y sus decisiones se respetaban escrupulosamente. Hay que destacar también el hecho de que a los correctores, tanto de estilo como tipográficos, se les exigía una gran cultura y mucha prudencia a la hora de aplicar sus criterios. Por el contrario, cuando menos en lo que respecta a los últimos cien años, la remuneración de su trabajo estaba, y sigue estando, lejos de corresponderse con estas exigencias. Los correctores han podido sobrevivir con cierta dignidad mediante el expediente de multiplicar el número de horas trabajadas diariamente. A la postre, lo mismo sucedía con los cajistas, los impresores y los encuadernadores, sin que ello supusiera un consuelo. También debe considerarse el hecho de que tanto las imprentas como las editoriales, salvo algunas excepciones limitadas, no son grandes empresas industriales, capaces de resistir los vaivenes de la sociedad. Cuando más, suelen formar parte de grandes grupos de comunicación, pero ello no mejora en nada su situación. A mayor abundamiento, en los tiempos modernos a estas peculiaridades se suman las aplicaciones digitales, que han venido a introducir notables transformaciones en las técnicas de obtención de los impresos.

En su opinión, ¿qué futuro espera a la figura del corrector en el mercado editorial en lengua española?

A la vista de lo dicho, parece que el futuro se nos presenta muy oscuro. La obtención de los impresos por medios tradicionales (basados principalmente en el plomo) conoció un punto de inflexión en tomo a 1985, cuando entró en liza la autoedición, que, como se sabe, es la utilización generalizada de programas informáticos que funcionan en ordenadores cada vez más potentes. Nos hallamos, pues, inmersos en el mundo de la informática, que, con la aplicación de sus técnicas a sus múltiples funciones, propicia la aparición de nuevas formas de realizar los impresos. Una de las funciones que han venido a interferirse en las técnicas del trabajo es la de la corrección, especialmente la ortotipográfica. En efecto, tras la creación de programas adecuados se ha conseguido corregir un elevado porcentaje del contenido de una galerada o texto equivalente. Esto ha actuado de trampantojo para algunos editores que, entusiasmados, han creído ver resuelta la dificultad que supone la corrección de sus impresos, especialmente sus libros. Así, la expresión «Pásale el corrector», refiriéndose al sometimiento de las pruebas a los programas de corrección, vino a convertirse en el «ábrete sésamo» de la corrección y de otras técnicas que confluyen en la realización de los trabajos bibliológicos. Sin embargo, pronto los interesados en el asunto vinieron a darse cuenta de que probablemente nunca se alcanzará una aplicación completa y satisfactoria de la corrección por este método. Es decir, que siempre se necesitará el auxilio del hombre, su intervención directa en el proceso. Pero, aun así, nadie puede esperar que una función mal pagada dé como resultado un trabajo brillante y libre de erratas y errores. Peor, claro está, si encima se compensa al corrector con racanería, que suele ser lo habitual desde siempre. Parece que editores e impresores aún no se han dado cuenta de que están condenados a convivir con el corrector, y que la labor de este pierde calidad cuando se ve constreñido a realizar los trabajos el día anterior al del encargo.


1 José Martínez de Sousa, autor imprescindible para cualquier corrector, revisor o traductor en lengua española, ya fue entrevistado durante la primera época de nuestra revista. La entrevista antigua, acompañada de una recopilación de opiniones sobre el valor de su obra para nuestra profesión, está disponible en el número 5 de La Linterna del Traductor.

*, ** Los años de edición marcados con este signo, ya simple (*), ya doble (**), indican que, aun conservando el mismo título, son obras distintas (generalmente por contenido y continente) cuyo título se ha querido conservar.

María Barbero
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María Barbero es germanista, traductora técnica y científica desde 1986, miembro del Consejo Editorial de La Linterna del Traductor y del Consejo Editorial de Panace@. Aficionada a la novela negra islandesa, tanto dura (Indriðason) como blanda (Sigurðardóttir), y a algunos escandinavos indispensables, como Adler Olsen, Sjöwall/Wahlöö, Mankell o Lars Kepler. Tampoco le hace ascos al género policiaco español ni al noir culinario de Camilleri.

María Barbero
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María Barbero es germanista, traductora técnica y científica desde 1986, miembro del Consejo Editorial de La Linterna del Traductor y del Consejo Editorial de Panace@. Aficionada a la novela negra islandesa, tanto dura (Indriðason) como blanda (Sigurðardóttir), y a algunos escandinavos indispensables, como Adler Olsen, Sjöwall/Wahlöö, Mankell o Lars Kepler. Tampoco le hace ascos al género policiaco español ni al noir culinario de Camilleri.

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