18 abril 2024
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Murakami y las traducciones con fecha de caducidad

La música de las palabras

Haruki Murakami (Kioto, 1949) es indudablemente el escritor japonés contemporáneo más conocido y leído por los lectores occidentales. Para saber algo acerca de él podríamos centrarnos en leer su biografía, comenzar por decir que publicó su primera novela en 1979, y redactar un artículo estilo Wikipedia1. O también podríamos abordar al personaje a través de sus aficiones, lo que desde mi punto de vista es más esclarecedor e interesante, porque están todas ligadas entre sí. Afortunadamente, disponemos de mucho material acerca de esas aficiones. Es curioso que alguien tan obviamente celoso de su vida privada y que no es amigo de ir a saraos literarios ni de darse baños de multitudes sea, sin embargo, tan generoso a la hora de hablar en profundidad sobre sus pasiones: leer, escribir, la música, correr y traducir. No necesariamente en ese orden.

Murakami aborda todo como si fuera una carrera de fondo: con pasión, perseverancia y tácticas a largo plazo:

La mayoría de los métodos que conozco para escribir novelas los he aprendido corriendo cada mañana.

De qué hablo cuando hablo de correr, trad. de Francisco Barberán Pelegrín, 2007.

Según sus propias declaraciones, correr le ayuda a mantenerse con la energía física necesaria para escribir. Por eso sigue una rutina implacable de madrugones, ejercicio y disciplina como escritor.

Correr le ayuda a mantenerse con la energía física necesaria para escribir.

Posiblemente el éxito fuera de Japón de este amante del jazz que corre maratones se deba, entre otras cosas, a su pasión como lector por autores como Braughtigan, Chandler, Fitzgerald, Dostoyevski, Kerouac, Vonnegut, Salinger, Chéjov… Una influencia que ha dotado a su obra de una visión casi occidental o, como mínimo, de una perspectiva en la que mezcla matices orientales y occidentales, lejos de las pretensiones políticas o intelectuales de la literatura japonesa más estándar, algo que resulta atractivo dentro y fuera de Japón (si bien eso le valió más de una crítica entre otros autores japoneses, como el Premio Nobel de Literatura Kenzaburō Ōe, quien criticó sus primeras obras por esa supuesta falta de profundidad). Fue el amor por la lectura lo que lo llevó a aprender inglés, precisamente leyendo novela negra en ese idioma, algo que más adelante le sería muy útil para traducir a los mismos autores que fueron su pasión como lector. Conviene también tener en cuenta un dato biográfico: a partir de 1986, ha pasado largos períodos en Estados Unidos y ha sido writing fellow en diversas universidades estadounidenses.

Otra de sus pasiones es la música. Es sobradamente conocido que durante años él y su mujer tuvieron en Tokio un bar de jazz (Peter Cat), que se mantuvo hasta que en 1987 llegó su consagración definitiva y decidió que podía vivir solo de escribir. En más de una ocasión, en sus novelas mezcla las referencias literarias con las musicales: es imposible leer 1Q84 sin tener presentes a Chéjov y Orwell (¿tal vez a Vonnegut?), pero también es imposible sustraerse a la tentación de buscar las obras musicales que menciona a lo largo del libro, incluidas las clásicas, porque no solo de jazz vive el escritor: en su libro del 2011 Absolutely on Music: Conversations with Seiji Ozawa, mantiene largas conversaciones con ese director de orquesta. Asimismo, seguro que incluso los lectores más despistados saben que uno de sus libros, Tokio Blues (Norwegian Wood), de 1987, precisamente el que lo encumbró al estrellato y le hizo cerrar el bar, lleva en su título una alusión a una canción de los Beatles que desencadena toda una serie de sentimientos y recuerdos en el protagonista de la novela. La importancia de la música en la obra de Murakami es tal, que Jay Rubin, uno de sus traductores al inglés, escribió en el 2002 Haruki Murakami and the Music of Words, un libro en el que intenta explicar esa relación, vista desde dentro, como traductor de Murakami y como fan.

Los lanzamientos de sus libros son acontecimientos que antes parecían reservados solo para ciertos autores de literatura mal llamada mainstream.

Sí, he escrito «fan». Porque Murakami levanta pasiones tan fuertes como las que él siente, y los lanzamientos de sus libros son acontecimientos que antes parecían reservados solo para ciertos autores de literatura mal llamada mainstream, «popular» o «de masas», hasta el punto de que algunos lo han comparado con el fenómeno Harry Potter, si bien a estas alturas ya nadie lo considera un simple fenómeno mediático ni duda de su extraordinaria calidad como escritor. A ese respecto, el articulista Roland Kelts, en su columna «The Harukistis, Disappointed» (The New Yorker, octubre del 2014), contaba que ese año los harukistas se habían reunido en un hotel de Tokio la víspera del anuncio para mostrar su entusiasmo por lo que consideraban una victoria segura en el Nobel de Literatura de ese año. En realidad, lleva ya algún tiempo sonando como firme candidato al premio, que lo ha esquivado en varias ocasiones en las que parecía al alcance de su mano (2012, 2014 y 2016, las que más ruido han hecho). No obstante, no olvidemos que son solo rumores, porque las actas de votación se guardan selladas durante cincuenta años.

El traductor japonés más traducido

La relación de Murakami con otra de sus pasiones, la traducción, viene de antiguo y posee una doble vertiente. Por un lado, la traducción ha desempeñado un papel decisivo a la hora de dar a conocer su obra, que de otra forma habría quedado confinada a un público muy restringido. Tradicionalmente, las novelas japonesas se habían considerado «difíciles» de traducir con éxito a otros idiomas, por ejemplo, al inglés, precisamente por las diferencias culturales. Por ese motivo, tuvo que esperar varios años antes de que su obra se conociera fuera de Japón, y su éxito en algunos países ha sido tardío, en relación a cuándo empezó a publicarse. Tomando como ejemplo el caso español, aunque su primera novela (Escucha la canción del viento) se publicó en japonés en 1979, sus novelas no se pudieron leer traducidas al castellano hasta el año 2001, en el que Tusquets publicó la traducción de Crónica del pájaro que da cuerda al mundo (original en japonés publicado en 1997). A partir del 2002 se han publicado, por un lado, las nuevas obras de Murakami, y por otro, las traducciones de las obras anteriores al año 2000, y no ha sido hasta hace poco (2015 y 2016) cuando hemos podido leer la versión en castellano de sus tres primeras obras, también llamadas «la trilogía de la rata» (Escucha la canción del viento, Pinbal 1973 y La caza del carnero salvaje). En la actualidad, se dice de él que es el escritor japonés más traducido de su generación, ya que su obra se ha traducido a más de 42 idiomas. Un dato que no es menor, porque, como expresó Jay Rubin, uno de sus traductores más conocidos: «Cuando lees a Haruki Murakami, me estás leyendo a mí, al menos el noventa y cinco por ciento del tiempo. Murakami escribió los nombres y lugares, pero las palabras en inglés son mías».

Un acto de bondad

Escribió las primeras páginas de su primera novela en inglés y luego las tradujo al japonés «para ver cómo sonaban».

La relación de Murakami con la traducción, propia o ajena, se resume en estas palabras suyas de su ensayo del 2013 «As Translator, as novelist: The Translator’s Afterword»: «Siempre he pensado que la traducción es fundamentalmente un acto de bondad»2. Sus inicios como traductor fueron, como poco, curiosos. Escribió las primeras páginas de su primera novela en inglés y luego las tradujo al japonés «para ver cómo sonaban». ¿Quién se pone a escribir en otro idioma y luego se traduce a sí mismo a su idioma nativo para «ver cómo suena»? Posiblemente, eso puede llegar a hacerlo un escritor que, además, es un traductor vocacional, pero sobre todo, un escritor que haya leído mucho en una lengua que no sea la suya propia y que sienta la necesidad personal de «compararse» con sus ídolos literarios. Ese gusto de Murakami por la literatura occidental lo tenía que llevar tarde o temprano a traducir para volcar al japonés las obras que tanto le habían fascinado y trasladar a los lectores japoneses las obras de autores occidentales que, en su opinión, no se habían comprendido o valorado lo suficiente:

Muchos de ellos [los libros que amaba] ya tenían traducciones estándar, pero si podía renovarlos, «dejarlos como nuevos»…

En el recuadro podemos ver una lista con algunas de las obras que tradujo; si tenemos en cuenta que no ha traducido nada que no lo fascinara, podemos sacar nuestras propias conclusiones acerca de sus influencias a la hora de escribir.

Algunas obras traducidas por Haruki Murakami

Capote, Truman. Breakfast at Tiffany’s (2008)
Carver, Raymond. Obras completas (1991-2004)
Chandler, Raymond. The Long Goodbye (1996)
Fitzgerald, F. Scott. The great Gatsby (2006)
Irving, John. Setting Free the Bears (1986)
Le Guin, Ursula K. Catwings, Catwings return (1993); Jane on her own (2001)
Salinger, J. D. The Catcher in the Rye (2003)
Theroux, Paul. World’s End and Other Stories (1987)
Van Allsburg, Chris. The Polar Express (1987)

Entre paréntesis, la fecha en que se publicó la traducción.

Fuente: compilación de Naoko Mayuzumi en «Toward a Complete Guide to Haruki Murakami’s Translations of American Writers into Japanese» (Blog de Mark Athitakis)

Murakami da mucha importancia a la traducción como actividad y ha compartido con el público sus opiniones sobre qué es traducir y por qué es importante para él. En su ensayo sobre la traducción, ya mencionado, nos habla de su visión de la traducción, utilizando como ejemplo qué lo impelió a traducir El gran Gatsby. En él nos habla con total honestidad acerca de esa obsesión. Nos cuenta que tenía solo treinta años cuando ya le comentaba a la gente que algún día traduciría esa novela al japonés, pero se propuso esperar hasta cumplir sesenta años para «permitirse» a sí mismo traducirlo, porque pensaba que hacia esa edad ya tendría la técnica y los conocimientos necesarios… y que fue incapaz de esperar hasta entonces, como un niño que no sabe esperar a su cumpleaños para abrir el regalo. Nos habla del proceso de traducción y de la amabilidad con la que él piensa que hay que tratar a la obra original para saber transmitirla, porque no se trata solo de encontrar las palabras exactas que se correspondan con el original, sino de conservar las imágenes que el autor pretendía comunicar. Pero también hace afirmaciones que a algunos podrían resultarles incómodas, porque inciden en la necesidad de que el lector pueda elegir entre varias traducciones y decidir por cuál se decanta [no me resisto a meter la cuña de publicidad gremial: algo para lo que, necesariamente, el público necesita tener claro el nombre del traductor y conocer su obra, pero eso no sucederá si nuestro trabajo sigue realizándose en la sombra y con un cierto complejo de culpabilidad]. Por ejemplo, Murakami opina que las traducciones tienen «fecha de caducidad», porque, al igual que un diccionario queda inevitablemente desfasado con el transcurso del tiempo, una traducción refleja necesariamente el lenguaje y la cultura del momento en el que se ha realizado, de forma que a un lector de hoy puede chirriarle una traducción hecha hace cuarenta años, por muy buena que sea:

Cada traducción posee su propia «fecha de consumo preferente». Aunque numerosas obras literarias pueden calificarse adecuadamente de «atemporales», ninguna traducción pertenece a esa categoría. La traducción […] es una cuestión de técnica lingüística, que envejece de forma natural, a medida que cambian las características del idioma. Por lo tanto, es imperativo que periódicamente aparezcan nuevas versiones, de la misma forma que se actualiza un programa informático. Como mínimo, eso proporciona un espectro más amplio de opciones, algo que es beneficioso para los lectores.

Asimismo, explica que toda traducción conlleva la carencia intrínseca de que no es la obra original ni podrá serlo nunca, pero que el traductor tiene que hacer todo lo que está en su mano para que el lector de otra cultura entienda al autor, y que es inevitable que haya algún porcentaje de pérdida en el proceso. Muy en sintonía con sus propias palabras, citadas por Roland Kelts en su artículo «Lost in Translation?», en el que dice que, aunque lee y habla inglés perfectamente, leer sus propias obras en otro idioma podía llegar a ser como mínimo frustrante, porque para él, sus libros existen en el original en japonés, y que eso es lo más importante, ya que es como él los escribió. Lo que no quita, añado yo, que de vez en cuando sienta la necesidad de traducir las palabras de otros para que puedan llegar a más gente lo más puras posibles. ¿Acaso no es eso lo que intentamos todos los traductores?

Bibliografía y otra documentación de interés

Todos los enlaces, comprobados al 15 de febrero de 2017.

Obras de Murakami

Murakami, H. «As Translator, as novelist: The Translator’s Afterword». Traducido por T. Goossen, en: Allen y Bernofsky In Translation: Translators on Their Work and What It Means. Nueva York: Columbia University Press, 2013.

Murakami, H. De qué hablo cuando hablo de correr, trad. de Francisco Barberán Pelegrín, 2007

Murakami, H. y Ozawa, S. Absolutely on Music: Conversations with Seiji Ozawa (trad. del japonés por Jay Rubin). Penguin Random House, 2016.

Murakami, H. y Ozawa, S. «Haruki Muramaki and Seiji Ozawa Talk Music, Art and Creativity». En The Guardian, 5 de noviembre de 2016.

Otros artículos y obras consultados o recomendados

Azithakis, Mark. «Toward a Complete Guide to Haruki Murakami’s Translations of American Writers into Japanese». En el blog del autor, 2009.

Brockes, E. «Haruki Murakami: ‘I Took a Gamble And Survived’». En The Guardian, 14 de octubre de 2011.

Enciclopaedia Britannica, entrada sobre Haruki Murakami.

Herrera, J. «1Q84». En La Linterna del Traductor (2.ª época) núm. 8, junio del 2013.

Hijiya-Kirschnereit, I. «Orchestrating Translations: The Case of Haruki Murakami». En nippon.com, 10 de enero de 2014.

Kelts, R. «Lost in Translation?». En The New Yorker, 9 de mayo de 2013.

Kelts, R. «The Harukists, disappointed». En The New Yorker, 16 de octubre de 2012.

Rubin, J. Haruki Murakami and the Music of Words. Nueva York: Vintage Books (Random), 2005 (ed. revisada).

Wikipedia, entradas en castellano e inglés sobre Haruki Murakami.


1 Aprovecho para resaltar que la página en castellano de la Wikipedia dedicada a Murakami es modélica en un aspecto: en ella se mencionan los nombres de los traductores al inglés y al castellano de sus obras más importantes.

2 Este ensayo no está publicado en castellano. Esta cita, como otras del mismo texto que aparecen a continuación, es una traducción mía realizada para este artículo, basada en la traducción al inglés de T. Goossen.

Isabel Hoyos
Isabel Hoyos Seijo
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Traductora del inglés al español y correctora de español de temas científicos y
técnicos en general, aunque sus principales especialidades son el marketing y el
autismo, ámbito del que lleva traducidos y corregidos un buen número de libros. Socia de Asetrad desde sus inicios, formó parte de la junta directiva de Asetrad en el período 2019-2023 y fue jefa de redacción de La Linterna en el período 2010-2014. Es su directora desde enero del 2015.

Isabel Hoyos Seijo
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Traductora del inglés al español y correctora de español de temas científicos y técnicos en general, aunque sus principales especialidades son el marketing y el autismo, ámbito del que lleva traducidos y corregidos un buen número de libros. Socia de Asetrad desde sus inicios, formó parte de la junta directiva de Asetrad en el período 2019-2023 y fue jefa de redacción de La Linterna en el período 2010-2014. Es su directora desde enero del 2015.
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