En este número, hablamos con Patricia de Gispert, una socia prácticamente recién llegada a las filas de Asetrad que describe su experiencia de vivir en el extranjero como una oportunidad para aprender idiomas en contacto directo con sus respectivas culturas. En palabras de la entrevistada: «Vivir en el extranjero me ha dado la oportunidad de aprender los idiomas en contacto directo con sus culturas, me ha abierto la mente y me ha ayudado a valorar mucho más lo que tengo».
1) ¿Cuánto tiempo llevas viviendo fuera de España? ¿Has tenido otras experiencias de estancias largas en el extranjero?
2) ¿Qué es lo que más echas de menos de España? ¿Y lo que menos?
3) ¿Hay algo que no valoremos en España que se aprecie más con la distancia?
4) ¿Cuánto hace que eres socia de Asetrad? ¿Qué valor tiene para ti ser socia, a pesar de que no resides en España?
Pienso que es necesario aprender los idiomas en el país en el que se hablan. No podemos separar la lengua de su cultura.
Soy de Barcelona y me encanta mi ciudad, pero creo que la aprecio mucho más desde que vivo en el extranjero. Me marché de mi ciudad hace seis años, aunque no es la primera vez que vivo fuera. En total, he vivido en cuatro continentes, he aprendido inglés y francés y he conocido a miles de personas con culturas muy diferentes. Me encanta encontrarme en una ciudad nueva, descubrirla, hablar un idioma extranjero. Creo que nuestra profesión requiere que tengamos un conocimiento muy profundo de nuestras lenguas de trabajo, sin olvidarnos de la materna, por eso pienso que es necesario aprender los idiomas en el país en el que se hablan. No podemos separar la lengua de su cultura.
Mis periplos por el mundo comenzaron cuando tenía 15 años y les pedí a mis padres que me enviaran de intercambio a Estados Unidos durante un año a estudiar 3.º de BUP. Justo el año después de que Bill Clinton se convirtiese en el presidente de Estados Unidos, aterricé en Little Rock, la ciudad en la que había sido gobernador. Allí, viví en el seno de una familia de padre policía de la DEA y madre profesora de instituto. Tenían una hija de seis años que era un demonio.
Fue una experiencia increíble, surrealista, muy distinta a todo lo que había vivido hasta el momento. Una experiencia que me cambió la vida o, mejor dicho, cambió mi manera de ver la vida. Volví a Barcelona para darme cuenta de que nada había cambiado, todo seguía exactamente igual, pero yo ya no era la misma. Volví a mi hogar con la sensación de que tenía que encajar en un molde en el que yo ya no cabía.
A mí lo de irme a Inglaterra o Escocia me parecía demasiado cercano y sencillo, así que me fui de intercambio a LaTrobe University en Melbourne (Australia).
Pero lo más importante es que, con 16 años, volví hablando inglés perfectamente y decidí que no podía perderlo; los idiomas tenían que formar parte de mi vida, de mi trabajo, de mi manera de ser. Por eso decidí estudiar Filología Inglesa, porque me había enamorado de esa lengua y todavía no tenía claro qué quería hacer con mi vida. En esa época, el Erasmus estaba muy de moda, pero a mí lo de irme a Inglaterra o Escocia —como hacía la mayoría de los estudiantes— me parecía demasiado cercano y sencillo, así que me fui de intercambio a LaTrobe University en Melbourne (Australia) durante un año y medio. Mi segunda estancia en el extranjero acabó de confirmarme que a mí lo que me gustaba era viajar y estar en contacto con culturas y lenguas distintas.
Por aquel entonces descubrí la carrera de Traducción e Interpretación y me pareció muy interesante, pero necesitaba otro idioma, así que me fui a París a aprender francés durante un año y medio. Adoro París y me encanta ir como turista, es una ciudad espectacular, pero la experiencia de vivir allí sin hablar francés me pareció extremadamente dura. Creo que es una de las experiencias más difíciles que he vivido. Sola, sin hablar la lengua del país, en una ciudad gris, con personas poco amables —no todas, por supuesto—. Fue duro, pero no lo cambiaría por nada del mundo, ya que esa experiencia me enseñó muchísimo.
Volví a Barcelona para estudiar Traducción e Interpretación en la Universidad Autónoma y allí vi por primera vez las cabinas de interpretación. Por primera vez sentí esa adrenalina del momento antes de encender el micrófono, ese miedo mezclado con emoción, y supe que eso era lo que quería hacer.
Desde entonces, he pasado seis meses en la India, seis en Nueva Zelanda, cuatro años en Colombia y llevo dos años en el sur de Francia, donde resido actualmente.
De todas estas experiencias he aprendido muchísimo. Por ejemplo, que hay muchas maneras distintas de vivir, todas ellas igual de válidas.
De todas estas experiencias he aprendido muchísimo. Por ejemplo, que hay muchas maneras distintas de vivir, todas ellas igual de válidas; a adaptarme a distintas situaciones y no tener miedo de los cambios, y que las experiencias más difíciles, aquellas que nos parecen que no vamos a poder superar, son a menudo las que más nos enseñan.
Me gusta vivir en el extranjero, estar en contacto con una cultura muy distinta a la mía y tratar de entenderla. Creo que la distancia nos hace ver las cosas con perspectiva, nos ayuda a valorar más lo que tenemos y estoy convencida de que muchas veces estamos más cerca de la gente a la que queremos cuando estamos lejos, aunque pueda parecer una incongruencia.
Como traductora e intérprete, estoy convencida de que los idiomas hay que aprenderlos en el país donde se hablan, ya que no se puede separar la lengua de su cultura, y de que el conocimiento que adquirimos de esa lengua es mucho más profundo, algo muy necesario para desarrollar nuestra profesión.
Siempre he pensado que España es especial, aunque a veces nos creamos inferiores. Me encanta la alegría de las personas, la vida en el exterior, la comida, el clima de Barcelona, el mar Mediterráneo, hablar catalán, caminar por las calles de Barcelona, la diversidad cultural y lingüística del país que tanto lo enriquece y que los políticos se empeñan en utilizar para enfrentar a la población.
Aunque vivir la pandemia en Francia me ha hecho ver las grandes diferencias sociales que existen entre los dos países. En Francia, por ejemplo, no hay cotización de autónomos y, si no cobro, no pago nada. Tuve ayudas económicas durante los primeros meses de la pandemia, incluso aunque acababa de llegar a Francia y hacía poco que me había dado de alta como autónoma. La seguridad social cubre la gran mayoría de los gastos médicos, hasta los medicamentos. Y el colegio público es realmente público. Aunque lo de que no haya colegio los miércoles me parece un poco exagerado.
Me hice socia después del primer año de pandemia por la necesidad de estar en contacto con personas de mi gremio, pero, sobre todo, con personas.
Soy socia de Asetrad desde mayo de este año, aunque conozco la asociación desde hace tiempo y he conocido a muchos traductores e intérpretes que forman parte de ella. Me hice socia después del primer año de pandemia por la necesidad de estar en contacto con personas de mi gremio, pero, sobre todo, con personas. Ha sido una época difícil, de mucha soledad, de trabajar en casa (acostumbrada a viajar y asistir a eventos y conferencias como intérprete), que me ha hecho ver la importancia de apoyarse y ayudarse, de estar en contacto con otras personas, aunque sea a distancia. Además, formar parte de una asociación como Asetrad me ayuda a estar en contacto con la realidad de la profesión en España. Nunca se sabe, quizás un día volvamos. Desde que soy socia, sigo los foros con atención y he asistido a un vermú virtual que me ha encantado. Estoy deseando asistir a algún evento presencial para poner cara a todos esos nombres que veo pasar por los foros.
Patricia de Gispert Segura
Nació en Barcelona. Empezó a viajar a una edad muy temprana y se enamoró de la experiencia de vivir en el extranjero. Es licenciada en Filología Inglesa por la Universidad de Barcelona (2000) y en Traducción e Interpretación por la Universidad Autónoma de Barcelona (2005). Además, ha empezado a cursar Filología Hispánica por la UNED para reforzar su lengua materna y no perder el vínculo. Aunque empezó su trayectoria profesional como traductora, poco a poco fue haciendo sus pinitos en la interpretación, hasta que esta se ha convertido en su actividad principal, que actualmente compagina con la traducción y la enseñanza de español como lengua extranjera. Ahora reside en Albi, una pequeña ciudad en el sur de Francia, aunque seguramente este no será su destino definitivo. La vida dirá.