22 diciembre 2025
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XXV aniversario del Libro Rojo (2000-2025): breve visita guiada a su corazón bibliográfico

Hace ahora veinticinco años, con el siglo xx a punto de expirar, salió de la imprenta el Diccionario crítico de dudas inglés-español de medicina (más conocido como «el Libro Rojo»), que en poco tiempo se asentaría como la obra terminológica de referencia para la traducción médica al español. Al igual que cualquier otro diccionario, también el Libro Rojo bebe de fuentes anteriores. Buena prueba de ello es el hecho de que, en su primera edición, incorporase una extensa «Bibliografía» con más de seiscientas referencias (en la actualidad, ya más de mil trescientas).

Coincidiendo con el vigésimo quinto aniversario del Libro Rojo, echo la vista atrás, y espigo y comento en pocas palabras para La Linterna las diez obras que probablemente más influyeron en la concepción, el diseño y la estructura de mi diccionario más conocido. La más importante de ellas no puede ser otra que el Diccionario de dudas y dificultades de la lengua española, de Manuel Seco. ¿Siente curiosidad por saber cuáles puedan ser las nueve restantes? Si es que sí, basta con seguir leyendo para aplacar la comezón.

En el año 2000, último del siglo xx, dos acontecimientos editoriales vinieron a redibujar el ejercicio de la traducción médica profesional en español. Ambos marcaron, sí, como suele decirse, un antes y un después; rompieron el cascarón de lo conocido para alumbrar nuevas coordenadas imaginables.

El 13 de septiembre, primer aniversario de la lista de debate MedTrad, se publicó el primer número de Panace@: Boletín de Medicina y Traducción.

El 13 de septiembre, primer aniversario de la lista de debate MedTrad, se publicó el primer número de Panace@: Boletín de Medicina y Traducción, cuya colección completa conforma hoy el mayor repertorio de textos acerca de la teoría y la práctica de la traducción médica especializada, sobre todo para la pareja inglés-español. En sus cinco lustros de vida, Panace@ suma sesenta y un números publicados hasta la fecha (todos ellos consultables y descargables de forma gratuita desde <www.tremedica.org/revista-panacea/indice>), más de siete mil trescientas páginas de letra prieta y menuda, más de mil quinientos artículos y veintitrés números monográficos: desde «IV Centenario del Quijote: Cervantes, traducción, lenguaje y medicina» (2005) hasta «Herramientas informáticas e inteligencia artificial» (2025, en maquetación), pasando por temas tan variopintos como «Lexicografía y metalexicografía médicas» (2006), «Publicaciones dedicadas al lenguaje, la terminología y la traducción» (2010; con un artículo «La Linterna del Traductor, una revista para profesionales de la traducción, la revisión y la interpretación», firmado por María Barbero), «Documentos médico-jurídicos: Textos híbridos en la confluencia de dos grandes disciplinas» (2012), «Periodismo científico y biosanitario» (2015) y «Medicina gráfica y traducción» (2021).

Cuatro meses antes, en primavera, había salido de la imprenta el Diccionario crítico de dudas inglés-español de medicina (Madrid: McGraw-Hill·Interamericana, 2000; en adelante, «Libro Rojo»).

Cuatro meses antes, en primavera, había salido de la imprenta —sí, en esa época la mayoría de los diccionarios eran todavía de papel— el Diccionario crítico de dudas inglés-español de medicina (Madrid: McGraw-Hill·Interamericana, 2000; en adelante, «Libro Rojo»), que rápidamente se convirtió en la obra terminológica de referencia para las traductoras médicas al español (de ambos sexos, por supuesto). Un lustro después, en 2005, se publicó la segunda edición del diccionario, revisada, mejorada, muy aumentada y con una perspectiva ya panhispánica, pero todavía en papel. Tuve que esperar ocho años más ―y entre medias nada menos que el rompedor Diccionario de términos médicos (2011) de la Real Academia Nacional de Medicina de España― para dar con el Libro Rojo el salto del papel al ciberespacio. La tercera edición del diccionario, primera en Cosnautas, vino acompañada de un cambio de nombre: Diccionario de dudas y dificultades de traducción del inglés médico (2013), ya solo en versión electrónica de consulta en línea, al igual que la cuarta edición (2022). La estructura interna de la obra, no obstante, apenas ha variado en todo este tiempo: su planta lexicográfica actual sigue siendo básicamente idéntica a la de la primera edición en papel.

Es de bien nacidos mostrar público agradecimiento y reconocer la deuda intelectual que tengo con quienes me precedieron y sin cuyas obras el Libro Rojo no sería lo que es.

No considero conveniente ni elegante que sea yo, su autor, quien trate de exponer las bondades e innovaciones lexicográficas que han hecho del Libro Rojo la obra de consulta favorita de tantas traductoras e intérpretes médicas; y no lo haré. Sí es de bien nacidos, en cambio, mostrar público agradecimiento y reconocer la deuda intelectual que tengo con quienes me precedieron y sin cuyas obras el Libro Rojo no sería lo que es. Mi diccionario, como todos, tiene dos características destacadas.

Todo diccionario es, por su propia esencia, una obra imperfecta e inacabada. El Libro Rojo también, desde luego. En su última actualización (versión 4.08, septiembre de 2025), supera las 65 000 entradas; pero sigue teniendo lagunas, limitaciones, carencias, imprecisiones, ambigüedades, inexactitudes, desactualizaciones, erratas, errores. A través del botón «Ayúdanos a mejorar», las propias usuarias me lo dejan patente un día sí y otro también.

Todo diccionario, por su propia naturaleza, bebe de fuentes anteriores. El Libro Rojo también, por supuesto. Si en algún aspecto ha logrado alumbrar mejor o más lejos, es porque somos, según la célebre metáfora filosófica, nani gigantum humeris insidentes (enanos subidos a hombros de gigantes). Con ocasión de celebrar el vigésimo quinto aniversario del Libro Rojo, se me ocurre que puede tener algún interés para los lectores de La Linterna del Traductor una pequeña lista con las diez fuentes bibliográficas más importantes en las que me basé para crear la planta lexicográfica de un Diccionario crítico de dudas inglés-español de medicina, que, con la osadía y la efervescencia características de la juventud, me parecía revolucionario.

El primer título de la lista lo tengo claro: el Diccionario enciclopédico University de términos médicos (inglés-español).

1. El primer título de la lista lo tengo claro: el Diccionario enciclopédico University de términos médicos (inglés-español) (México, D. F.: Interamericana, 1966), compilado bajo la dirección del médico, farmacólogo y traductor médico español —exiliado en México tras la Guerra Civil— Alberto Folch Pi (1905-1993).

Durante los seis años de la carrera de Medicina, no usé ni compré ningún diccionario médico. Es en cierto modo lógico, pues el estudiante de medicina asimila el vocabulario especializado no hojeando glosarios ni diccionarios, sino oyendo los nuevos términos de boca de sus maestros; leyéndolos en los manuales, libros de texto y revistas científicas; y empleándolos luego en sus trabajos, exámenes y prácticas tanto preclínicas como clínicas.

Cubierta del "Diccionario enciclopédico University de términos médicos inglés-español".

En otoño de 1986, ya médico licenciado, hube de enfrentarme a un par de traducciones médicas remuneradas; y solo entonces sentí que iba a necesitar al menos tres diccionarios especializados para poder hacer el trabajo en condiciones: un diccionario médico unilingüe en inglés, un diccionario médico unilingüe en español y un diccionario médico bilingüe inglés-español. Acudí a una de las librerías médicas de Salamanca para adquirirlos y ese fue mi primer contacto con la obra de Folch Pi, un tomo de tamaño considerable con mil quinientas páginas a dos columnas. Pronto me di cuenta, no obstante, de que ninguno de los tres diccionarios me era de gran ayuda en la mayor parte de mis dudas. El diccionario bilingüe rebosaba, sí, de tecnicismos grecolatinos imponentes como anisohypercytosis, corectomedialysis, hepatocholangiocystoduodenostomy, odontoameloblastosarcoma, succinylsulfathiazole y thoracogastroschisis; pero es que esos tecnicismos, para empezar, solo rarísima vez —o nunca jamás— aparecen en los textos médicos que hemos traducir en la vida real; y, para seguir, si alguna vez apareciesen, no plantean duda alguna de traducción, pues se trata de internacionalismos médicos que se escriben prácticamente igual en todas las grandes lenguas de cultura: anisohipercitosis, corectomediálisis, hepatocolangiocistoduodenostomía, odontoameloblastosarcoma, succinilsulfatiazol, toracogastrosquisis.

El primero de esos anexos me fascinó y cambió mi vida para siempre. Llevaba por título «Consideraciones sobre lectura y traducción del inglés medicobiológico».

El Diccionario enciclopédico University incorporaba, no obstante, varios anexos o «Secciones especiales» con valores analíticos, tablas de conversión de unidades, vacunas, medicamentos, estructuras anatómicas, etc. Pues bien, el primero de esos anexos me fascinó y cambió mi vida para siempre. Llevaba por título «Consideraciones sobre lectura y traducción del inglés medicobiológico», ocupaba tan solo dos páginas y contenía una lista con noventa y tres palabras «traidoras»: acacia, actual, America, and/or, anthrax, aperient, apparently, argument, billion, bleeding, blood pressure, blunt, buccal, canal, carbuncle, casual, to collect, columnar, complexion, compliance, condition, constipation, constitutional, conventional, crude, definite, definitively, discoloration, disease, domestic, dramatic, effective, emergency, epidemiology, eventual, evidence, exaggerate, facility, fatal, feculent, fluid, fresh, Geneva, to ignore, inanity, incidence, infant, ingenuity, marantic, medulla, meters square, navy, nodes, nut, obcecation, ointment, oral, osmolal, osmolar, peanut, plague, plant, pool, portentous, prevalence, to process, progeny, propositus, prospect, prospective, quantal, rate, recollection, replaced, routine, securities, self-limited, siblings, sinus, skeleton, soft, square meters, stab wound, steric, stochastic, stress, suction, suture, systemic, triggering, trillion, to typify y West Indies. Como es habitual en este tipo de listas someras, el autor advertía: «Sería imposible señalar todas las posibles fuentes de error de este tipo. […] Esta lista forzosamente es incompleta; el lector interesado debe irla completando según le permita la experiencia».

Desde ese mismo instante, rastrear, hallar, acariciar, analizar, disecar y coleccionar palabras traidoras en los textos médicos se convirtió en mi gran pasión vital.

Tomé la invitación de Folch Pi al pie de la letra, recogí el guante que había arrojado y, desde ese mismo instante, rastrear, hallar, acariciar, analizar, disecar y coleccionar palabras traidoras en los textos médicos se convirtió en mi gran pasión vital. En 1991, seleccioné de mi incipiente colección dos centenares de palabras especialmente interesantes para escribir mi primer artículo científico, que envié a la revista Medicina Clínica de Barcelona —por entonces, la de mayor factor de impacto en lengua española—: «Palabras de traducción engañosa en el inglés médico» (Med Clín [Barc], 1992; 99: 575-580). Para mi sorpresa, no solo la revista aceptó su publicación, sino que el artículo tuvo una acogida excelente dentro y fuera de España. Animado por el éxito, en los años siguientes recopilé y publiqué en Medicina Clínica otras dos listas más: «Nuevo listado de palabras de traducción engañosa en el inglés médico» (Med Clín [Barc], 1994; 102: 142-149) y «Tercer listado de palabras de traducción engañosa en el inglés médico» (Med Clín [Barc], 1995; 105: 504-514).

Vi claro que no tenía sentido seguir publicando pequeñas listas independientes de palabras traidoras y tomé la decisión de combinarlas todas en un solo gran glosario.

Cuando, en 1997, reuní una docena de artículos de mi autoría para dar a la imprenta la monografía Traducción y lenguaje en medicina (Barcelona: Fundación Dr. Antonio Esteve, 1997), vi claro que no tenía sentido seguir publicando pequeñas listas independientes de palabras traidoras, ordenadas cada una de ellas de la A a la Z, y tomé la decisión de combinarlas todas —las ya publicadas y las todavía inéditas— en un solo gran glosario. Tres años me llevó la tarea; y el resultado no fue un gran glosario, como creía, sino un diccionario de tamaño considerable en el que el centenar escaso de palabras traidoras de Folch Pi se había multiplicado hasta acercarse a las veinte mil.

Diccionario de dudas y dificultades de la lengua española, de Manuel Seco.

2. El Diccionario enciclopédico University de términos médicos (inglés-español) —más concretamente, su minúsculo anexo «Consideraciones sobre lectura y traducción del inglés medicobiológico»— fue la chispa que encendió todo, la inspiración y el acicate primero para compilar el Libro Rojo; pero no fue la obra que más influyó en su diseño, ni mucho menos. Este mérito corresponde, a mucha de distancia de cualquier otra obra, al deslumbrante Diccionario de dudas y dificultades de la lengua española (9.ª edición) (Madrid: Espasa Calpe, 1986), de Manuel Seco (1928-2021).

Cuando, en 1997, empecé a trabajar en la elaboración del Libro Rojo, lo tenía claro: yo quería hacer un Diccionario de Seco para traductoras médicas.

Cuando, en 1997, empecé a trabajar en la elaboración del Libro Rojo, lo tenía claro: yo quería hacer un Diccionario de Seco para traductoras médicas. Eso explica las similitudes existentes entre ambos diccionarios en cuanto a planta lexicográfica: el uso de los resaltes tipográficos, remisiones y otras claves gráficas; la microestructura de las entradas; el tipo de información ofrecida y el modo de ordenarla; el planteamiento general de la obra, enfocado a su aplicación sencilla y práctica… Desde la primera edición, el Libro Rojo recuerda en su aspecto al Diccionario de Seco. No por casualidad, claro. El Diccionario de dudas y dificultades de la lengua española es una obra portentosa que me deslumbró nada más abrirla y empezar a usarla. En 2013, cuando el Libro Rojo dio el salto del papel a la plataforma Cosnautas, aproveché la ocasión para rebautizar mi diccionario: el nombre que lleva ahora, Diccionario de dudas y dificultades de traducción del inglés médico, deja más patente que mi obra es heredera directa y deudora de la de Manuel Seco.

Todos los diccionarios de dudas publicados en España que conozco beben del de Seco; y todos sus autores lo reconocemos abiertamente sin pudor.

Todos los diccionarios de dudas publicados en España que conozco beben del de Seco; y todos sus autores lo reconocemos abiertamente sin pudor (más bien lo contrario, con el orgullo de sentirnos continuadores o discípulos de un gigante). Hay una sola excepción, dolorosa: la Real Academia Española, autora institucional del diccionario de dudas más influyente en la actualidad, el Diccionario panhispánico de dudas (DPD: primera edición, 2005; segunda edición 2025), se inspiró claramente en la obra de Seco —académico numerario de la Española desde 1980—, pero no mencionó su nombre ni su diccionario en ninguna parte del DPD: ni en la lista de colaboradores, ni en los «Agradecimientos», ni en la «Presentación», ni en la «Nómina de autores y obras citados» ni, por supuesto, en la inexistente «Bibliografía».

3 y 4. Puedo contar por decenas los diccionarios generales de todo tipo que influyeron de un modo u otro en mi Libro Rojo, aunque solo fuera en cuestiones de planteamiento o enfoque. Destacaré solo dos de ellos.

Los dos tomos del "Diccionario de uso del español" de María Moliner.
Portada del "Tesoro de la lengua castellana, o española" de Covarrubias.

El Diccionario de uso del español (Madrid: Gredos, 1966) de María Moliner (1900-1981) me desconcertó un tanto en mis primeros acercamientos.

El Diccionario de uso del español (Madrid: Gredos, 1966) de María Moliner (1900-1981) me desconcertó un tanto en mis primeros acercamientos: me parecía incomprensible que, en la segunda mitad del siglo xx, las entradas de un diccionario no siguieran el orden alfabético (que es uno de los mayores inventos de la historia de la humanidad). Necesité de varios meses de consulta para, una vez ablandado mi cerebro con el uso, alcanzar a ver la genialidad de su planteamiento: el diccionario del futuro no sería una lista de palabras ordenadas alfabéticamente, sino una enorme base de conocimiento integrada por multitud de datos interrelacionados de todo tipo agrupados bajo lemas de referencia que permiten saltar de un lugar a otro del diccionario para recabar la información que el usuario precise en un momento dado. El Diccionario de Moliner influyó mucho en el mío, sí, y la genialidad de la bibliotecaria y lexicógrafa aragonesa se hizo evidente para todos cuando, ya en el siglo xxi, la moderna lexicografía electrónica en línea vino a demostrar que hoy ya a nadie se le ocurriría buscar la información en un diccionario por orden alfabético.

Lo que sigue vivo en su Tesoro es esa libertad y frescura a la hora de definir, esa concepción del diccionario como un retrato del universo entero desde la perspectiva personal e intransferible de su autor.

En 1611, el Tesoro de la lengua castellana o española de Sebastián de Covarrubias fue no solo el primer diccionario general del español; también el primero publicado para una lengua vulgar en toda Europa. Cuatro siglos después, su contenido está más que anticuado y trasnochado: sería impensable apoyarse en él para redactar las entradas de un diccionario médico de nuestros días. Pero lo que sigue vivo en su Tesoro es esa libertad y frescura a la hora de definir, esa concepción del diccionario como un retrato del universo entero desde la perspectiva personal e intransferible de su autor. En un mundo de diccionarios asépticos, normalizados, científicos, disecados, encandila abrir el de Covarrubias y encontrar definiciones como estas:

camaleón, este animalejo vi en Valencia en el huerto del señor patriarca don Juan de Ribera, de la misma figura que le pintan.

golondrina, […] esta avecilla es símbolo del huésped que acude a nuestra casa por su comodidad y es molesto, importuno, gárrulo, perjudicial, y cuando le parece que nos tiene cansados y que le estará mejor irse a otra parte, se sale de casa sin dar las gracias y nos la deja sucia.

irreparable, el daño hecho que no se puede remediar, como es la pérdida de la flor virginal.

loco, […]. La etimología deste vocablo tornará loco a cualquier hombre cuerdo, porque no se halla cosa que hincha su vacío.

mariposa, es un animalito que se cuenta entre los gusanitos alados, el más imbécil de todos los que puede haber.

ojo, son los ojos la parte más preciosa del cuerpo, pues por ellos tenemos noticia de tantas cosas. Ellos son las ventanas adonde el alma suele asomarse, dándonos indicios de sus afectos y pasiones de amor y odio. Son los mensajeros del corazón y los parleros de lo oculto de nuestros pechos.

puerco, […]. Del puerco no tenemos ningún provecho en toda su vida, sino mucho gasto y ruido, y solo da buen día aquel en que le matamos. Muy semejante a este animal es el avariento, porque hasta el día de su muerte no es de provecho.

rincón, […]. La etimología de rincón está tan arrinconada que hasta ahora yo no la he hallado.

Sebastián de Covarrubias es uno de los lexicógrafos con los que más he charlado, y cuyas filias y fobias mejor conozco; podría decirse que lo considero, sí, un amigo.

Uno de los más grandes, Francisco de Quevedo, supo describir muy bien —y en verso— esa relación de intimidad que a veces llegamos a trabar con quienes nos precedieron: «Retirado en la paz de estos desiertos, / con pocos, pero doctos libros juntos, / vivo en conversación con los difuntos / y escucho con mis ojos a los muertos». Entrar en conversación con los difuntos, sí, y escuchar con nuestros ojos a los muertos es una de las maravillas que escritura y lectura hacen posible. Durante los seis años de la carrera de Medicina en la Universidad de Salamanca, el maestro más influyente para mí, con mucho, fue… Gregorio Marañón, que había fallecido antes de nacer yo. De manera análoga, Sebastián de Covarrubias es uno de los lexicógrafos con los que más he charlado, y cuyas filias y fobias mejor conozco; podría decirse que lo considero, sí, un amigo.

Desde el primer momento, me propuse compilar un diccionario que se percibiese como una ayuda de traductora a traductora, como una especie de charla distendida entre colegas. Buscaba por encima de todo que, cuando abrieras sus páginas de madrugada, en la soledad y la zozobra de una entrega inminente, encontraras en el Libro Rojo la voz de alguien que ya había estado en tu lugar, que ya había sentido tus mismas dudas y trata de compartir contigo sus conocimientos, sus escasas certezas y sus muchas vacilaciones; la voz, en definitiva, de un traductor de carne y hueso que es tu amigo. Ese anhelo me venía más de haber leído a Covarrubias que de los modernos tratados técnicos sobre lexicografía científica.

"Diccionario de dificultades del inglés", de Alfonso Torrents dels Prats.
"Glosario internacional para el traductor", de Marina Orellana.

El Libro Rojo que tenía en la cabeza debería ser una obra eminentemente práctica y directamente aplicable a la resolución de dudas reales en el ejercicio profesional de la traducción.

5 y 6. El Libro Rojo que tenía en la cabeza debería ser una obra eminentemente práctica y directamente aplicable a la resolución de dudas reales en el ejercicio profesional de la traducción. En la línea, por ejemplo, del Glosario internacional para el traductor (3.ª edición) (Santiago de Chile: Universitaria, 1990) de Marina Orellana (1917-2011), primera traductora al español en las Naciones Unidas y con amplia experiencia en la traducción para organismos internacionales como la Unesco, la CEPAL, la FAO, la OIT, la OEA, el FMI, el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y la OPS. En la línea de ese enfoque práctico, pero en realidad mucho más allá. Influido por Seco, como ya he explicado, quería escribir una obra que no se limitara a una lista de equivalencias, sino que explicara los matices y dificultades de los términos ingleses, y las ventajas e inconvenientes que presentan las distintas opciones de que disponemos para verterlos al español: ¿es preferible adoptar un anglicismo crudo, castellanizarlo, aceptar el término que propone la RAE, la OMS, una nomenclatura normalizada (¿y cuál de todas ellas?), echar quizá a rodar una propuesta de traducción pulcra, precisa y clara, pero que ningún médico usa aún? Quería escribir un diccionario de enfoque práctico, pero al mismo tiempo crítico y razonado; próximo a otro de mis pequeños diccionarios favoritos: el Diccionario de dificultades del inglés (2.ª edición) (Barcelona: Juventud, 1989) de Alfonso Torrents dels Prats (¿1927-2013?), intérprete de las Naciones Unidas. Con la diferencia de que él se ocupaba del lenguaje general, tomando sus ejemplos de la prensa diaria o semanal, mientras que yo tenía como objetivo el lenguaje especializado de las publicaciones médicas.

Quería escribir un diccionario de enfoque práctico, pero al mismo tiempo crítico y razonado; próximo a otro de mis pequeños diccionarios favoritos: el Diccionario de dificultades del inglés.

7 y 8. Quería nutrir mi diccionario con las dudas y dificultades del inglés que uno encuentra en las historias clínicas e informes de alta de consultorios y hospitales anglosajones; en las principales revistas científicas; en los ensayos clínicos, expedientes de registro y otros textos de la industria farmacéutica; en las publicaciones de los organismos internacionales de salud pública; en los tratados y monografías de las distintas especialidades médicas; en los manuales, prospectos e instrucciones de productos sanitarios… Y quería, al abordar dichas dudas y dificultades, aprovechar para recoger las consideraciones y argumentos que tantos médicos, filólogos y otros estudiosos de nuestro lenguaje especializado llevaban decenios dando a la imprenta. En libros, por ejemplo, como El barbarismo en medicina (México, D. F.: UTEHA, 1960) de Óscar G. Carrera y El lenguaje en la medicina: usos y abusos (La Habana: Científico-Técnica, 1982) de Rodolfo Alpízar (n. 1947).

"El barbarismo en medicina", de O. G. Carrera.
"El lenguaje en la medicina. Usos y abusos", de Rodolfo Alpízar Castillo.

Mi idea era compendiar la información médico-lingüística indispensable y ofrecérsela a la traductora médica profesional en el reducido espacio de una entrada de diccionario.

En esos libros, no obstante, la información venía recogida in extenso como texto corrido, y era muy difícil de encontrar o recuperar cuando uno la necesitaba para una duda urgente que surge en el marco de una traducción con plazo de entrega perentorio. Mi idea era compendiar la información médico-lingüística indispensable y ofrecérsela a la traductora médica profesional en el reducido espacio de una entrada de diccionario, recuperable de forma rápida gracias al orden alfabético (más tarde, motor de búsqueda) y un tupido sistema de remisiones.

9. No todas las obras que me inspiraron son rastreables en algún aspecto del formato o el contenido del Libro Rojo. Al Manual de patología general (2.ª edición) (Salamanca: Cervantes, 1981), del internista Sisinio de Castro del Pozo (1931-1995), debo el atrevimiento de plantear el Diccionario crítico de dudas inglés-español de medicina como una obra de autoría única.

"Manual de patología general" de S. de Castro del Pozo.

Dejando a un lado lo descuidado de su ortografía y estilo, el Manual de Sisinio de Castro era un libro deslumbrante —de una materia ya de por sí fascinante— que llegué a memorizar prácticamente íntegro. En su introducción, me marcó este pasaje de quien fuera mi profesor de patología general en la carrera: «[…] quiero defender mi “atrevimiento” de redactar solo este Manual, cuando se ha impuesto la costumbre de hacerlo en colaboración varios autores, aduciendo que es imposible que una sola persona domine toda la materia. Sin negar que es más cómodo el sistema de colaboración, no estoy de acuerdo con esta postura. Es más, estoy convencido de que todo profesor universitario puede y debe estar al día en todo momento en lo que a su asignatura se refiere. Bien entendido que a nivel de la docencia, pues lo que es indudable es que no es posible dominar todos los aspectos de una materia tan vasta como es la patología general con la profundidad requerida para investigar sobre ellos y, lo mismo, para aplicarla a la clínica, esto último fundamentalmente por la complejidad de las técnicas auxiliares. Por otra parte, ¿cómo cabe exigir que los alumnos asimilen en un curso académico la doctrina, puesta al día, de varias asignaturas si se admite de antemano que cada profesor no es capaz de dominar la propia? Por último, la obra de un solo autor puede tener la ventaja de ofrecer la doctrina de una forma coherente y, por ello, más adecuada para la formación de los alumnos, que es lo que, en definitiva, interesa».

La autoría única, por otro lado, ofrece una ventaja incuestionable en lo tocante a unidad de criterio y congruencia interna.

Es evidente que un diccionario compilado en régimen de colaboración con ayuda de más de un centenar de especialistas, como pueda ser el Diccionario de términos médicos de la RANME, permite abordar la obra con unas dimensiones y una profundidad inalcanzables para una sola persona. Pero la autoría única, por otro lado, ofrece una ventaja incuestionable en lo tocante a unidad de criterio y congruencia interna. El Diccionario de dudas y dificultades de traducción del inglés médico suma, en su versión 4.08 (septiembre de 2025), dos millones de palabras; y todo él, incluida la más mínima coma, está tecleado por estos deditos que se han de comer los gusanos. Quiere eso decir que hasta la más joven alumna de traducción recién llegada a las aulas universitarias puede tener la absoluta seguridad de que su sustancia gris puede —con tesón, dedicación e ilusión— llegar a ser capaz de abarcar todo lo contenido en el Libro Rojo, y capaz también de compilar algún día un diccionario u otra obra tan vasta y compleja como el Libro Rojo (o mucho más vasta y compleja aún: «somos enanos subidos a espaldas de gigantes», no lo olvidemos).

"Dictionnaire anglais-français des sciences médicales et paramédicales", de William J. Gladstone.

10. Fueron muchas más, por supuesto, las obras que influyeron de un modo u otro en el diseño y el contenido del Libro Rojo. En su primera edición, el Diccionario crítico de dudas inglés-español de medicina (2000) incorporaba una extensa «Bibliografía» con más de seiscientas referencias1. Si, para completar un decálogo redondo, tuviera que seleccionar solo una más que incluir en esta lista de obras influyentes, creo que me quedaría con el Dictionnaire anglais-français des sciences médicales et paramédicales (2.ª edición) (Quebec: Edisem, 1984) del traductor médico William J. Gladstone. Durante largo tiempo, sí, por raro que hoy pueda parecer, traduje del inglés al español con ayuda de un diccionario médico bilingüe ¡inglés-francés!

Es difícil, para una joven traductora de hoy, imaginar cómo era traducir textos médicos al español en las postrimerías del siglo xx.

Es difícil, para una joven traductora de hoy, imaginar cómo era traducir textos médicos al español en las postrimerías del siglo xx; cómo nos documentábamos y resolvíamos nuestras dudas terminológicas allá por la era preinternética (preeritrobíblica y pregepética también). Si deseaba consultar un diccionario médico excelente, debía acudir al Dorland’s Illustrated Medical Dictionary, al Stedman’s Medical Dictionary o al Churchill’s Illustrated Medical Dictionary; los traductores científicos de habla hispana solíamos buscar en francés los neologismos especializados que nadie compilaba en nuestra lengua; no existía mejor diccionario enciclopédico de química en el mundo que el exhaustivo Römpp Lexikon Chemie alemán en seis tomos; y si había de rastrear los orígenes etimológicos de algún tecnicismo médico, tenía por fuerza que abrir el Dizionario etimologico storico dei termini medici de Enrico Marcovecchio. Durante años me preguntaba desesperado: ¡¿Por qué tiene que ser así?! ¡¿Por qué los mejores libros se publican siempre en otras lenguas y nunca en español?!

Durante años me preguntaba desesperado: ¡¿Por qué tiene que ser así?! ¡¿Por qué los mejores libros se publican siempre en otras lenguas y nunca en español?!

Desde el año 2000 para acá, cada vez que una colega de lengua materna italiana, alemana, portuguesa, francesa o inglesa me ha confesado que es una lástima que no exista un diccionario como el Libro Rojo en su idioma, he sentido —confieso el dulce pecado— algo así como una espinita que me sacaban del corazón.


1 En la actualidad, la «Bibliografía» del Diccionario de dudas y dificultades de traducción del inglés médico (versión 4.08) suma más de mil trescientas referencias. Puede consultarse íntegra en la ficha técnica del Libro Rojo.

Fernando A. Navarro
Fernando A. Navarro
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Fernando A. Navarro es médico de formación, especialista en farmacología clínica; socio de honor de Asetrad 2007 (también de Tremédica, IAPTI y UniCo). Entre 1993 y 2002 fue traductor médico de plantilla en los Laboratorios Roche (Basilea, Suiza), pero en la actualidad se desempeña como traductor médico autónomo. Docente del Máster en Traducción Médico-sanitaria de la UJI desde 2003 hasta la fecha; socio fundador de la plataforma Cosnautas de recursos terminológicos en ciencias de la salud; fundador y primer director de Panace@: Revista de Medicina, Lenguaje y Traducción; académico correspondiente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (Nueva York); y socio numerario de la Asociación Española de Médicos Escritores desde 1999. Autor del Diccionario de dudas y dificultades de traducción del inglés médico, director técnico del Diccionario de términos médicos (2011) de la Real Academia Nacional de Medicina de España y autor de la colección Medicina en español (siete tomos publicados; el octavo en la imprenta).

Fernando A. Navarro
Fernando A. Navarro
Fernando A. Navarro es médico de formación, especialista en farmacología clínica; socio de honor de Asetrad 2007 (también de Tremédica, IAPTI y UniCo). Entre 1993 y 2002 fue traductor médico de plantilla en los Laboratorios Roche (Basilea, Suiza), pero en la actualidad se desempeña como traductor médico autónomo. Docente del Máster en Traducción Médico-sanitaria de la UJI desde 2003 hasta la fecha; socio fundador de la plataforma Cosnautas de recursos terminológicos en ciencias de la salud; fundador y primer director de Panace@: Revista de Medicina, Lenguaje y Traducción; académico correspondiente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (Nueva York); y socio numerario de la Asociación Española de Médicos Escritores desde 1999. Autor del Diccionario de dudas y dificultades de traducción del inglés médico, director técnico del Diccionario de términos médicos (2011) de la Real Academia Nacional de Medicina de España y autor de la colección Medicina en español (siete tomos publicados; el octavo en la imprenta).

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