7 octubre 2024
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Las Jornadas de Sevilla

Sevilla, mayo, jornadas de Asetrad. A medida que se iba concretando el programa, más ganas tenía de asistir. Mi marido, para el que en la próxima asamblea tendré que proponer la creación de una nueva categoría de miembro, la del socio consorte (es que no se pierde ni una, ha asistido a más cenas de traductores que de su gremio), ya estaba mirando cuál era la mejor forma de llegar a Sevilla desde Barcelona, si en tren o en avión. A principios de mayo estaba claro: no hay nada como querer ausentarse cuatro o cinco días seguidos para que le lleguen a una los encargos, lógicamente, de aquellos clientes a los que no quieres decirles que no.

Antes me había dado el gusto de rechazar algunos trabajos con un «lo siento, imposible, esos días estoy en un congreso» (porque, aunque lo hubiéramos llamado jornadas, el evento tenía categoría de congreso: ¡qué cartel y qué dos días más intensos nos esperaban!). Se oía una pausa al otro lado del teléfono, a alguno se le escapaba un «Ah, ¿los traductores también os vais de congreso?». Yo me mordía la lengua, satisfecha.

«Menos mal que al final nos decidimos por el tren. ¿Dónde está el enchufe? ¿Tienen wi-fi los ave? No, mejor sin correo electrónico, así me cundirá el viaje. Ah, ahí está Pepe, tendré que ir a saludar, aunque no creo que se acuerde de mí, la última vez fue en Salamanca. Su mujer, encantadora, como siempre.»

Llegada a Sevilla, taxi al hotel, en recepción me encuentro con Margaret y Alicia («Qué bien, ya no tengo que comer sola»). Tras la comida vamos al campus. Tatu tiene el material en el coche. Es preciso ver la sala, conocer a las coorganizadoras y a los voluntarios. «¿Dónde está la cafetería? Hay que ver: es pisar suelo universitario y lo primero que busco es la cafetería. ¿Será eso como el reflejo de Pavlov?»

Montamos el banner y nos echamos unas risas. «¿Dónde estará el manual de instrucciones? Bueno, pues sin manual; será que no he traducido suficientes.»

Todo listo. Nos citamos para mañana y ahora sí que empiezan las jornadas: ya hemos quedado unos cuantos para cenar. Porque, no lo vamos a negar, tanto como el programa oficial, las ponencias y los talleres, lo que merece la pena es el programa social, los pasillos, las cenas, las charlas, el manidísimo poner caras a esos nombres que sigues con admiración o curiosidad en las listas de distribución, el compañerismo, el volver a conversar con personas con las que, aunque solo veas de año en año, tienes una conexión especial, esa complicidad que da poder hablar de las mismas cosas, intercambiar batallitas.

Viernes por la mañana. La gente va llegando, la sala está llena y empieza la maratón. En la primera ponencia, Alicia González nos habla de la gestión de proyectos. En la sala hay muchos estudiantes tomando apuntes. La sigue Carmen Expósito, que también habla de la gestión de proyectos, pero esta vez de interpretación. «¡Buf, averiguar qué necesita un cliente cuando se trata de interpretación es aún más complicado que para una traducción!» Llega la primera pausa: abrazos, besos, saludos a los rezagados…

Tanto como el programa oficial merece la pena el programa social

Tras el descanso, Santiago Osuna nos habla de cuestiones fiscales. Ahora tomamos apuntes hasta los veteranos, el turno de preguntas se alarga y todos nos quedamos con ganas de más. No es solo las dudas que resuelve: es que además nos lo estamos pasando bomba. María Ángeles Morón, Fanny Chouc y Elisa Calvo nos devuelven al mundo académico, pero es agradable ver que desde la universidad se preocupan por la salida al mercado de sus estudiantes.

Almorzamos en la cafetería. La conversación se anima, empezamos a hablar de las peculiaridades del lenguaje gastronómico. Es que no lo podemos evitar: siempre acabamos dándoles vueltas a los mismos temas. Compruebo que cada vez son más los que llevan el correo electrónico en el móvil. ¿Me estaré quedando antigua?

Por la tarde me toca sentarme a la mesa para presentar a Sebastián Sorroche y a
Yolanda Morató. Con ayuda del atento público de la primera fila, consigo avisar a Sebastián de que se le está acabando el tiempo. Empieza a perfilarse uno de los
mensajes básicos de estas jornadas: hay que moverse, salir, especializarse. También habla de movilización Yolanda Morató, de que sea el traductor el que proponga a las editoriales un autor u obra concretos.

José Martínez de Sousa, con la sala llena hasta la bandera, nos habla de la corrección ortotipográfica. A continuación es el turno de María-Fernanda Poblet, con la que pasamos una hora y media disfrutando de lo lindo a la caza de erratas, errores y faltas de coherencia. La jornada ha sido intensa, pero provechosa. De vuelta al hotel, mi marido me enseña las fotos que ha hecho durante el día: Sevilla es una ciudad preciosa y es una pena no poder alargar la estancia un par de días más.

Como la noche anterior me recogí temprano, no me cuesta llegar a las 10 para escuchar a Alicia Martorell, que nos explica cómo estar presentes en Internet. Me hago el firme propósito de acabar mi web y empezar un blog. Seguimos con más asetraderos: a Héctor Quiñones, coautor de CalPro, le sale la vena ingenieril y, con gráficos y más gráficos, explica estrategias, da consejos y nos anima a trabajar en nuestra carrera. Tras el descanso, un tema de actualidad: la nueva normativa sobre el traductor-intérprete jurado. El debate que sigue a la intervención de Francisco Vigier demuestra que los últimos cambios traerán cola.

Cerramos las jornadas con una mesa redonda en la que se sientan cinco asetraderos: modera Javier Sancho, participan Elena Bernardo, Trinidad Clares, Héctor Quiñones y Pedro Satué. Todos tienen muchos «ingredientes» en común: se han movido, se han especializado, han salido de nuestras fronteras, no han dejado de llamar a puertas, han diversificado sin dispersarse, están al tanto de lo que se mueve en los mercados y están en contacto con otros profesionales.

Se me acaba el espacio, así que me salto el almuerzo y la asamblea. Acabo con la animada cena del sábado: todos coinciden en que las jornadas han sido un éxito, en que la cena está buenísima, en que el ambiente en Sevilla es envidiable y en que tenemos que repetirlo. La lista de proyectos, personales y colectivos, se hace aún más larga, pero nos sentimos con energías renovadas para emprenderlos. Gracias por haberlo hecho posible.

Jornadas de Asetrad en Sevilla

Empar Paredes
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Empar Paredes es traductora e intérprete desde hace dieciocho años, cuando se licenció en Traducción e Interpretación en la Univer­sidad Pompeu Fabra de Barcelona. Trabaja por cuenta propia, aunque también conoce el otro lado de la barrera, tras su paso de cuatro años como traductora, correctora y gestora de proyectos en plantilla en una empresa de traducción. Está especializada en los ámbitos de la automoción, la maquinaria, la fundición y la tecnología, con incursiones en la traducción editorial, donde cuenta con una quincena de guías de viajes publicadas. Asimismo es traductora intérprete jurada de alemán nombrada por el MAEC. Desde hace cerca de un año, reside a orillas del Danubio en una bonita ciudad bávara.

Empar Paredes
Empar Paredes
Empar Paredes es traductora e intérprete desde hace dieciocho años, cuando se licenció en Traducción e Interpretación en la Univer­sidad Pompeu Fabra de Barcelona. Trabaja por cuenta propia, aunque también conoce el otro lado de la barrera, tras su paso de cuatro años como traductora, correctora y gestora de proyectos en plantilla en una empresa de traducción. Está especializada en los ámbitos de la automoción, la maquinaria, la fundición y la tecnología, con incursiones en la traducción editorial, donde cuenta con una quincena de guías de viajes publicadas. Asimismo es traductora intérprete jurada de alemán nombrada por el MAEC. Desde hace cerca de un año, reside a orillas del Danubio en una bonita ciudad bávara.

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