En esta segunda entrevista contamos con Martin Lexell, Juan José Ortega Román y Kaisa Lindström, que fueron quienes trasladaron a las páginas, el doblaje y el subtitulado la trilogía Millenium de Stieg Larsson. Esta vez nos encontramos con un libro traducido a cuatro manos y, hecho francamente inusual, con un doblaje y un subtitulado que se deben al mismo autor.
Juan José Ortega Román es profesor universitario de lengua rumana y de español para extranjeros. Al margen de la traducción de un libro de viajes rumano, realizada exclusivamente para su tesis, la trilogía Millenium ha sido su primera incursión en la traducción literaria.
Martin Lexell, traductor y profesor de sueco, es un gran conocedor del género policiaco escandinavo. Ha vertido a buen número de autores suecos al español, siempre con el apoyo de algún colega de lengua materna española.
Martin Lexell, Juan José Ortega Román: trilogía Millenium, editorial Destino (2008-2009)
Kaisa Lindström inició su andadura como traductora autónoma, y jurada, hace unos 20 años; antes trabajó como traductora y secretaria en un par de empresas suecas. Para esta profesional, que tras una larga trayectoria ya está pensando en jubilarse, la traducción de las películas de la trilogía Millennium ha sido su única experiencia en este campo.
Kaisa Lindström: Millenium 1, Niels Arden Oplev (2009); Millenium 2, Daniel Alfredson (2009); Millenium 3, Daniel Alfredson (2010)
¿De qué documentación dispuso en el momento de abordar la traducción?
M. L., J. J. O.: La única documentación con la que contamos fue la de los libros en sueco.
K. L.: Tenía a mi disposición el texto en un disquete (que podía imprimir si quería) y la película para escuchar y ver, proporcionados por la empresa. También adjuntaron una hoja de instrucciones específicas para traducciones de películas. Ninguna documentación extra, aunque me invitaron a que acudiera a ellos en cualquier momento si tenía dudas y me manifestaron que harían todo lo posible por ayudarme.
En mi caso, como era la primera vez que traducía películas, hacía falta información sobre la técnica de la traducción de películas y me la proporcionaban por teléfono cuando se la pedía.
Cuando realizó la traducción, el autor ya había fallecido. ¿Echó de menos poder ponerse en contacto con él? ¿Por qué? En caso necesario, ¿pudo contar con algún especialista que le ayudara?
M. L., J. J. O.: Por supuesto que lo echamos de menos. Habría sido muy útil y enriquecedor poder consultarle a Stieg Larsson algunas dudas puntuales, que iban desde el significado exacto de una palabra a ciertos datos que podían deberse a erratas.
K. L.: No, no estuve en contacto con el autor. Si hubiera hecho falta, no habría sido posible por el fallecimiento del mismo. No me hizo falta, sin embargo, ya que las dudas podía solucionarlas buscando datos por mi cuenta, sobre todo en Internet y hablando con gente de mi entorno. No tuve necesidad de un especialista.
¿Hubo contacto entre el traductor de libro y el de la película?
M. L., J. J. O.: No, no hubo ningún contacto.
K. L.: No, no estuve en contacto con el traductor del libro.
¿Hubo alguna restricción lingüística o alguna exigencia de adaptación impuesta por la editorial o la productora? ¿Se mostraron la editorial o la productora dispuestas a ayudar a dilucidar cuestiones, hacer elecciones, etc.?
K. L.: No me impusieron restricciones más que las normales: seguir el estilo del original y las que exigen las imágenes (me refiero a la adaptación del texto para que en lo posible coincidiera con los gestos y los movimientos de la boca de los personajes).
En algún momento me ayudaron por teléfono para aclarar mis dudas.
¿Pudo seguir las fases de corrección o estar presente en las de doblaje o subtitulado?
M. L., J. J. O.: Tuvimos acceso a las pruebas de corrección y mostramos nuestra conformidad o disconformidad. Fue muy positivo porque vuelven a surgir dudas y opiniones que se debaten y que influyen en la calidad del texto final.
K. L.: Pude ver las correcciones y exponer mi punto de vista. No estuve presente en el doblaje. No era posible ya que la empresa de doblaje estaba en Barcelona y yo en Madrid. Nadie me propuso ir allí para presenciar el doblaje. Es posible que hubiera sido útil para poder resolver sobre la marcha los problemas que pudieran surgir, pero estuve contenta con el resultado al ver la película.
Para la traducción de los subtítulos el proceso fue distinto. Me enviaron los subtítulos por escrito para su traducción, mucho más «encorsetada» que el diálogo. Luego estuve presente cuando se introducían los subtítulos sobre la película, discutiendo todo el tiempo las distintas posibilidades con la persona que manejaba la máquina. Un trabajo muy minucioso. Estoy segura de que el doblaje también lo era, pero supongo que es posible que cambiaran cosas de mi traducción sin consultarme durante el doblaje.
¿De qué modo abordó los términos peculiares o los neologismos, si los hubo?
M. L., J. J. O.: Siempre respetando el sentido exacto sin alejarnos del original y sin «trasplantarlo» a la sociedad española. Éramos conscientes de que había conceptos o palabras que a un español le podían chocar, como, por ejemplo, la gran cantidad de voces inglesas, pero así los escribió Larsson y así quisimos que aparecieran.
K. L.: En algunos casos bastaba un diccionario o Internet y en otro momento una Biblia en español para solucionar el problema.
En el caso de los tacos y juramentos por ejemplo, personas de mi entorno, sobre todo mis hijos, aportaron su punto de vista, que resultó ser más moderno y actual que el mío.
¿Ha visto la película el traductor del libro? ¿Qué sensación produce ver «su libro» llevado al cine?
M. L., J. J. O.: Hemos visto las películas. Una gran satisfacción. Meses y meses de trabajo buscando una frase o una palabra que le oyes decir a un personaje… El hecho de que, en algunas ocasiones, hable con esos mismos términos es como la constatación de que el personaje tiene vida propia, que es de carne y hueso.
¿Buscó el traductor de la película las equivalencias exactas en el libro y las adoptó? ¿Se sintió constreñido por tener que adaptarse a una traducción preexistente de esta obra, en forma de libro?
K. L.: No busqué la traducción en el libro para nada, ni siquiera leí el libro en traducción, sí en el idioma original. Creo que el libro y la película son dos cosas distintas. Además del texto, la película tiene la imagen para expresar lo que el libro solo puede expresar con el texto. Me sentí libre con respecto al libro. Es más, sentí que no debía aprovecharme del trabajo de otro, en este caso del trabajo del traductor del libro. Lo que yo tenía que seguir era el texto del guión, que no siempre es fiel al libro, tengo entendido.
¿De qué plazo dispuso para hacer la traducción? ¿Cuántas palabras tiene su traducción, aproximadamente?
M. L., J. J. O.: Para el primer libro unos 9 meses; para el segundo 6 meses y para el tercero también 6 meses.
K. L.: Tenía más o menos una semana para hacer la traducción de cada película, que tenían cada una más o menos 10 000 palabras. Era una trilogía.
Luego tenía otros tres o cuatro días para preparar los subtítulos. Pero este trabajo se hizo para otra empresa.
¿Tiene algún comentario para añadir acerca de la especificidad de la traducción literaria o audiovisual?
K. L.: Como ya dije antes, creo que la traducción literaria y la audiovisual son dos cosas completamente distintas. Aunque la traducción audiovisual tenga alguna dificultad técnica, por ejemplo problemas a la hora de escuchar lo que se dice o dificultades para adaptar las frases a la imagen cuando es necesario ser muy conciso (sobre todo al traducir de un idioma como el sueco a otro idioma como el español, que utiliza muchas más palabras para decir lo mismo y solo tienes un espacio corto para expresarlo), pienso que la traducción literaria es mucho más difícil y exigente.