A la hora de escribir estas líneas, somos muchos los que seguimos disfrutando del «subidón» que ha supuesto el Congreso X Aniversario de Asetrad, por lo que en esta redacción retomamos nuestra actividad casi a contrarreloj, en un esfuerzo por brindar a los lectores un resumen amplio y desgraciadamente no exhaustivo de lo que allí sucedió. Sería imposible reflejar todo lo acontecido en Toledo, por un lado, porque para ello necesitaríamos dos o tres números más, y por otro, porque muchas de las cosas que nos apetecía contaros formaban parte de «actividades extraoficiales» (y todos sabemos que esas suelen ser las más interesantes). Hemos seleccionado una buena colección de ponencias, reseñas y artículos relacionados con el Congreso y las actividades desarrolladas (oficiales o no). Pero, aunque disponíamos de tanto material en potencia que podríamos haber publicado un monográfico, hemos decidido ser fieles a nuestro lema «de Asetrad, para todos» e incluir además otros artículos que nos han parecido de interés y que nada tienen que ver con él.
«Una revista de Asetrad, para todos». Ese fue el título de nuestra ponencia en el congreso, y creemos que es una sincera declaración de intenciones. A casi cinco años de la publicación, en junio del 2009, del primer número de esta segunda época, era la primera vez que La Linterna del Traductor se presentaba en público. Tuvimos la ocasión de dirigirnos a los asistentes, socios o no, y hablarles de nuestro posicionamiento (para todos), de nuestro ideario (independiente) y de nuestras intenciones (ser una publicación de referencia en el sector). Desde aquí, agradecemos la reconfortante acogida que se nos dispensó, tanto por la cantidad de asistentes a la ponencia (aquella mañana, la alternativa de ir a dar un paseo por Toledo era tentadora), como por los cálidos comentarios que nos llegaron desde el público. Quienes se la perdieron podrán encontrarla en la sección «La voz de Asetrad» de este mismo número.
Pero, tras ese inciso de obligado ombliguismo, retomemos el hilo. Efectivamente, el Congreso ha sido un éxito y nos ha llenado de energía, de ganas de participar y de buenas intenciones corporativistas, pero para que eso tenga una continuidad es necesario esforzarse. No podemos quedarnos anclados en un determinado acontecimiento, porque es solo una pequeña parte de la realidad de nuestras profesiones, y es tan fácil olvidar y pasar página… Es fácil volver a la rutina de defenestrar al colega, de discutir por las tarifas, de olvidarnos de los buenos ratos, de lo mucho que hemos aprendido y de la empatía con nuestros compañeros, y centrarnos en lo malo, oscuro y precario de la profesión (que haberlo, haylo, pero sin dramatizar). Dicho de forma más o menos poética, asistir a un congreso es como dejar huellas en la arena de la playa: sin una presencia y un trabajo constantes, nada queda al día siguiente.
Nuestra profesión —cualquiera de las tres que nos ocupan— va avanzando, pero no está todo hecho, ni mucho menos. Ahora, cuando cada vez más colegas son conscientes de que es necesario, no ya asociarse, sino al menos agruparse y juntar esfuerzos, es cuando tenemos más oportunidades de demostrar que obras son amores y que somos un gremio dinámico y activo. En otras palabras: los días de apoltronarse ya pasaron, estamos en la era del activismo. Antes teníamos la excusa de que trabajábamos aislados y de que no siempre nos resultaba conveniente desplazarnos a reuniones y cursos. Pero ahora, hasta las reuniones de una junta o un comité pueden ser virtuales e incluso el voto en una asamblea de socios se puede delegar por correo electrónico. ¿Qué excusa tenemos, si se nos demuestra que es posible hacer funcionar un grupo de trabajo con personas en Madrid, las Islas Canarias, Argentina, Granada, Valencia y Soria, por poner un ejemplo cercano? ¿Qué excusa tenemos, cuando los cursos en línea y los webinarios se pueden hacer desde cualquier lugar que tenga acceso a Internet? Ahí dejamos esa reflexión, y el que tenga oídos, que oiga.
Y para terminar con una nota amable, compartimos con los lectores algo que en la redacción de la revista nos ha llenado de orgullo: el nombramiento, en la pasada asamblea general de Asetrad, de nuestra directora María Barbero y de nuestra colega Alicia Martorell como socias de honor de Asetrad. Nuestra enhorabuena y nuestro agradecimiento a estas dos personas que tanto han hecho —y siguen haciendo— por nuestras profesiones.
Esperamos que disfrutéis de la lectura. Nos vemos de nuevo en el número 10 para celebrar los cinco años de esta publicación que es la vuestra. La de todos.
Isabel Hoyos
Jefa de redacción de
La Linterna del Traductor