4 octubre 2024
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Las manos de Asetrad

En un número dedicado al voluntariado no podían faltar los socios voluntarios que hacen posible la existencia no solo de la propia Asetrad, sino de La Linterna del Traductor. Toda aportación cuenta: desde la socia desconocida que aporta su tiempo en un grupo de trabajo hasta los miembros más visibles de la Junta Directiva, todas las manos son necesarias para que este proyecto común salga adelante. En esta sección queremos dar voz a todos aquellos que han hecho posible que sigamos cumpliendo años como asociación y nuestra revista haya alcanzado los veinte números. A algunos de ellos les hemos hecho las siguientes preguntas:

1) ¿En qué consiste o consistió tu labor de voluntariado en Asetrad? ¿Cuánto tiempo hace que colaboras o durante cuánto tiempo has colaborado de esta manera con la asociación?

2) ¿Qué te gusta o gustó más del trabajo que haces o has hecho en Asetrad? ¿Y qué te gusta o gustó menos?

3) ¿Qué te movió a ofrecer tu tiempo sin obtener una remuneración a cambio?

4) ¿Qué valor crees que tiene el trabajo voluntario en una asociación como Asetrad?

Adriana Blas

Adriana M. Blas

Marcapáginas
Marcapáginas gato del taller de manualidades con el que inauguramos los encuentros de 2020, 24 de enero de 2020

Actualmente, mi labor de voluntariado en Asetrad consiste en organizar, junto con mi compañero Andrew, los encuentros «Las tardes de Asetrad» en Alcalá de Henares. La idea inicial la gestó Andrew, más o menos cuando supimos que en la nueva junta habría una vocalía de fomento de la vida asociativa. Cuando me propuso colaborar con él en la asamblea de Elche no me lo pensé dos veces, porque creo que este tipo de encuentros «hacen asociación». Celebramos la primera edición en junio de 2019 y, pasito a pasito, ya hemos celebrado siete encuentros (en el momento de la redacción de esta entrevista). Algunos han sido más sencillos y en otros hemos innovado un poco más. Por ejemplo, para celebrar el Día Internacional de la Traducción visitamos la Universidad de Alcalá e hicimos un intercambio de libros traducidos. Otro encuentro con un toque innovador fue para darle la bienvenida al año nuevo; en este nos pusimos creativos e hicimos un taller de manualidades.

Aunque pueda sonar a tópico, lo que más me gusta de organizar este tipo de actividades es el contacto con otros compañeros. Somos curiosos por naturaleza, así que estos encuentros son una buena oportunidad para aprender cosas nuevas: en las catas comentadas hemos aprendido mucho sobre tipos de uva o cultivo de viñedos y en las visitas guiadas, sobre arquitectura e historia, por ejemplo. Además, son una buena oportunidad para compartir dudas o inquietudes sobre la profesión. La verdad es que no consigo acordarme de algo que no me guste del trabajo voluntario en esta actividad; es bastante gratificante y dinámica.

Creo que, cuando nos implicamos en las actividades, en las comisiones o en los grupos de trabajo de la asociación, sentimos la vida asociativa de otra forma y Asetrad se vive de otra manera.

Creo que, cuando nos implicamos en las actividades, en las comisiones o en los grupos de trabajo de la asociación, sentimos la vida asociativa de otra forma y Asetrad se vive de otra manera. Para mí, es una forma de sentir que tanto la asociación como yo estamos en marcha, que no nos estancamos y seguimos estando al tanto de las necesidades de la profesión. Desde mi punto de vista, formar parte de una asociación tiene sentido si hay una participación activa, dentro de las posibilidades de cada uno, por supuesto. Invito a todos los socios a que se animen a colaborar con algo: en La Linterna, en las comisiones, organizando «Las tardes de Asetrad» en otras ciudades… ¡Nunca sobran manos!

El trabajo voluntario en Asetrad tiene un valor incalculable y creo que, entre todos, debemos hacer que siga habiendo voluntarios, a pesar de que ya se hayan profesionalizado algunas tareas más especializadas —algo que también tiene su lógica—. La asociación nació en 2003 con mucho trabajo voluntario de los socios y así hemos llegado hasta 2020.


Ángela Blum

Ángela Blum San Juan

He colaborado con Asetrad de diversas formas, pero hoy me toca hablar de mi paso por la junta de 2009 a 2013. Empecé en la junta como vocal y unos meses después pasé al puesto de secretaria. El sistema de trabajo en aquella época era relativamente sencillo: aunque cada cargo y cada vocalía tenía unas funciones asignadas, absolutamente todo se debatía en la lista de distribución interna y se votaba, así que todo el mundo acababa implicándose para echar una mano aquí y allá. Las obligaciones de secretaría, que están reguladas en el artículo 52 de los Estatutos, no parecen las más apasionantes del mundo. Hacía actas, rellenaba formularios, sacaba estadísticas, me pasaba el día hablando de los Estatutos o del Reglamento Interno y al final acabé cogiéndole el gusto a ese trabajo que se antojaba aburrido. En paralelo participé en otros proyectos, desde algunos tan gratificantes como la puesta en marcha de los seminarios en línea a otros que no llegaron a buen puerto, como la eterna renovación del sitio web.

Se practican multitud de habilidades que descuidamos cuando ejercemos la profesión de forma autónoma, como trabajar en equipo, debatir, llegar a acuerdos o valorar el esfuerzo de los demás.

Aunque suene a tópico, lo más positivo de mi paso por la junta fue la gente con la que trabajé y todo lo que aprendí. Estar en la junta directiva de una asociación permite entender la organización por dentro, saber cómo funciona y plantear mejoras a partir de ese conocimiento. Se practican multitud de habilidades que descuidamos cuando ejercemos la profesión de forma autónoma, como trabajar en equipo, debatir, llegar a acuerdos o valorar el esfuerzo de los demás. Y también aprendes cosas de lo más peregrinas ajenas al mundo en el que sueles moverte, como a hacer diagramas de flujo para describir los procesos de secretaría que tiene que cubrir la página web o que las salas para cursos se pueden reservar en escuela o en teatro. Diría que la peor parte es la responsabilidad y asumir los errores que cometes. Claro que de eso también se aprende, aunque solo sea a empatizar cuando otra persona que está dedicando su tiempo desinteresadamente al colectivo se equivoca.

Me movió la convicción de que, para cambiar las cosas, hay que arrimar el hombro. La mejora de las condiciones del gremio es una labor colectiva y cada profesional debe aportar lo que pueda para avanzar en ese sentido.

Sin trabajo voluntario, Asetrad no existiría. Nació del trabajo voluntario y avanza gracias a él. Creo que para que una asociación salga adelante es fundamental que se implique la mayor cantidad de gente posible; siempre hacen falta manos y, sobre todo, ideas diversas y nuevas perspectivas.


Montse Cid

Montse Cid

Además de ser correctora de La Linterna, me encargo del control de calidad y de la supervisión del equipo de corrección de la revista. Empecé colaborando en la revisión del número 10, así que con este ya son once los números en los que he podido aportar mi granito de arena. Mi labor consiste en realizar una última revisión de los artículos ya corregidos para verificar que se ajustan a las normas y a nuestro manual de estilo.

No sé cómo acabé aquí porque, curiosamente, nunca me ha gustado ser correctora. Soy de esas personas que siempre tienen la sensación de que todo es mejorable, así que me resulta dificilísimo dar el visto bueno definitivo a algo. Si no fuera porque yo no marco los plazos, la revista viviría por siempre jamás en mi ordenador, soportando una revisión tras otra. Por suerte, La Linterna cuenta con un excelente maquetador-traductor y con varios ojos que se leen las galeradas, así que me tranquiliza saber que, gracias a ellos, mis más que probables despistes no me van a convertir en la «vergüenza de la profesión».

¿Lo que más me aporta colaborar en La Linterna? Sin duda, sentirme parte activa de Asetrad. Además, me resulta muy motivador participar en un proyecto que contribuye a dar a conocer nuestra profesión, no solo entre «los de fuera», también entre los propios traductores, correctores e intérpretes. Además de servir como fuente de información, creo que esta revista es una herramienta excepcional que nos permite conocernos mejor y compartir los diferentes retos que nos plantean nuestros respectivos idiomas, especialidades y situaciones laborales. Y si bien es un fiel reflejo de nuestras diferencias, también nos ayuda a ser más conscientes de nuestras similitudes. Y eso es esencial para sentirnos parte de un colectivo.

Lo que me mueve a dedicar mi tiempo a la revista es la convicción de que una asociación solo puede avanzar gracias a la implicación y el compromiso de sus socios.

Lo que me mueve a dedicar mi tiempo a la revista es la convicción de que una asociación solo puede avanzar gracias a la implicación y el compromiso de sus socios. Si queremos que Asetrad crezca y sea cada vez más útil para todos, se necesitan manos que consigan materializar todas esas ideas brillantes que, de lo contrario, se quedarían en nuestras cabezas. También es mi manera de agradecer a todos los demás voluntarios la labor desinteresada que hacen. Desde que colaboro en la revista, valoro mucho más el tiempo que tan generosamente dedican mis compañeros a la asociación.

El trabajo voluntario en una asociación como Asetrad es imprescindible: sin voluntarios no tendríamos comisiones, ni herramientas tan valiosas como CalPro o la propia web; no habrían existido las mentorías ni las actividades formativas; nadie nos representaría en ferias, charlas, congresos y reuniones varias; no se organizarían encuentros en nuestras ciudades y nadie respondería a nuestras dudas e inquietudes en la lista. Por no tener, ni siquiera tendríamos Junta Directiva. Es indudable que los socios somos el motor de Asetrad y que de nosotros depende seguir avanzando o quedarnos a medio camino. Cualquier labor, por pequeña que nos parezca, cuenta. Y eso no es mero altruismo: es invertir, entre todos, en el futuro de nuestra profesión.


David Martínez

David Martínez del Amor

Uno puede creer que no tiene mucho que aportar y encontrarse de pronto haciendo las cosas más insospechadas, como coordinar el desarrollo y perfeccionamiento de un sitio web, verbigracia.

Hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana… No, espera, ahora que lo pienso, fue aquí al lado, hace cosa de un lustro y pico. Hay que ver cómo acaba afectando a la memoria eso de dedicarse a la traducción… Bueno, a lo que iba: coordinaba yo a la sazón la Red Levantina y celebrábamos una de nuestras habituales quedadas ludicofestivogastronómicas cuando un grupo de miembros allí presentes de la Junta Electoral del momento (no recuerdo quién fue la primera en ponerlo sobre la mesa, pero el caso es que las demás le siguieron el rollo con mucho entusiasmo) decidieron que en la junta estaban lo bastante desesperados por la falta de manos como para pedir ayuda a un servidor. Y yo pensé «bueno, pues vosotros sabréis lo que hacéis». El resto es historia… A lo que voy es a que toda ayuda es bienvenida en Asetrad, sin importar lo barbudo o friki que se sea. Uno puede creer que no tiene mucho que aportar y encontrarse de pronto haciendo las cosas más insospechadas, como coordinar el desarrollo y perfeccionamiento de un sitio web, verbigracia. En todo caso, formar parte de la Junta Directiva es quizá la forma más visible de echar un cable, pero no es ni mucho menos la única. Proponer una actividad, mandar un artículo a La Linterna u ofrecerse para el programa de mentorías, por poner solo algunos ejemplos, puede ser una excelente forma de ayudar a la asociación al mismo tiempo que se ayuda uno mismo y a la profesión en general. Es cierto que hay que dedicar tiempo y esfuerzo (tampoco demasiado, no es cuestión de meter miedo), y que las cosas no siempre acaban saliendo todo lo bien que a uno le gustaría (sobre todo si se es más bien tirando a perfeccionista), pero la satisfacción de estar trabajando por el bien común compensa con mucho los desvelos. Eso y las batallitas que puede uno luego contar por lo bajini (o a voz en grito) en los encuentros anuales (las que se pueden contar, claro). Aunque también hay que llevar cuidado, porque luego se quedan con tu cara y echan mano de ti cada vez que necesitan algo (un consejo: si montan un encuentro anual en tu ciudad en año de elecciones, prepara un plan de huida rápida, por si acaso). Pero vamos, que al final eso es muestra de confianza y camaradería, y motivo de orgullo y satisfacción, y siempre es un placer colaborar con la causa. Al fin y al cabo, Asetrad somos todos, y lo que no hagamos entre todos no lo va a hacer nadie. Salvo que diseñemos robots que lo hagan por nosotros (que a lo mejor el presupuesto nos da y todo), pero eso habría que aprobarlo en asamblea y alguien tendrá que proponerlo (y apuntarse luego a la comisión que lo lleve a cabo)…


Andrew Steel

Andrew Steel

Lo hago porque hay aspectos de la profesión que me gustaría cambiar o mejorar, pero en los que a título individual poco puedo influir de forma duradera.

Llevo en Asetrad desde sus comienzos. Algo que me gustaba mucho de aquellos tiempos, y que se llevaba haciendo desde antes de existir Asetrad, eran las tertulias de traductores que organizaba Héctor Quiñones en Madrid; yo iba casi todos los meses y, de hecho, fue en una de ellas donde conocí a Adriana. El año pasado, con la entrada de la nueva junta y su compromiso con el fomento de la vida asociativa, hablé de nuevo con Adriana y decidimos lanzarnos a organizar quedadas mensuales en Alcalá de Henares.

Hay poco en el trabajo voluntario con Asetrad que no me guste. Hasta ahora he participado en iniciativas en las que he creído mucho y he trabajado con gente igual de comprometida o más que yo.

Lo hago porque hay aspectos de la profesión que me gustaría cambiar o mejorar, pero en los que a título individual poco puedo influir de forma duradera. Sin embargo, con el respaldo de una asociación como Asetrad, y con toda la diversidad de talentos que tienen sus socios, es posible conseguir mucho.

El valor es inmensurable, porque sin los voluntarios no habría asociación. Además, precisamente porque es voluntario, el trabajo tiene un añadido especial: cada persona que aporta algo lo hace porque realmente cree que es importante.

Adriana M. Blas
Adriana M. Blas
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Adriana nació en Madrid el mismo año en el que España entró en la Comunidad Económica Europea, cuando todavía existían las cintas de casete, los VHS eran tecnología punta y Mecano coronaba las listas de éxitos. Se licenció en Traducción e Interpretación en la Universidad Autónoma de Madrid en 2008 y ha trabajado como traductora desde 2010. Actualmente es traductora de inglés y portugués a español, correctora y redactora de contenidos autónoma. Sus ámbitos de especialidad son el marketing, el turismo, la moda y la gastronomía. Socia de Asetrad desde 2012, colabora con el equipo de corrección de La Linterna del Traductor desde el número 12 y ha formado parte de la Comisión de Comunicación e Imagen de Marca, de la Vocalía de Comunicación y Actos de 2021 a 2023. Desde mayo de 2023, preside la asociación.

Ángela Blum
Ángela Blum
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Traductora autónoma de inglés y francés a español. Formó parte de la Junta Directiva de Asetrad de 2009 a 2013, ha participado en varias comisiones y grupos de trabajo y sigue colaborando con la asociación desde La Linterna.

Montse Cid
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Es licenciada en Traducción e Interpretación por la Universidad de Granada y traductora-intérprete jurada de inglés. Trabaja desde 1999 como traductora autónoma de inglés y danés a español. Aunque durante sus años de formación se especializó en traducción jurídico-económica, ha encontrado su verdadera pasión en los campos de la medicina y la farmacología y en el diseño nórdico. Se estrenó como correctora de La Linterna en el número 10.

David Martínez
David Martínez del Amor
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Es traductor, ilicitano y barbudo (además de otras muchas cosas, y no necesariamente por ese orden). Fue miembro de la Junta Directiva de Asetrad una vez y media, y de la Junta Electoral que veló por el buen funcionamiento de las elecciones celebradas durante el reciente y nunca bien ponderado encuentro anual asetradero de Elche. Se licenció en la Universidad de Alicante y se especializó en traducción de videojuegos, literatura y cosas audiovisuales y frikis, así en general. Ha pasado por las oficinas centrales de Nintendo Europa, en Fráncfort, y por otras empresas europeas de traducción videojueguil, pero desde hace un tiempo trabaja casi siempre por su cuenta. Si tiene usted algo que traducir y se lo encuentra, quizá pueda contratarlo.

Andrew Steel
Andrew Steel
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Andrew Steel (BA Hons, MBA, DipTransIoLET, MCIL, MITI) nació a principios de los setenta en el Reino Unido, pero reside desde 1994 en España. Es, desde 1998, socio gerente de Veritas Traducción y Comunicación S. L., una empresa que se especializa principalmente en la traducción institucional y financiera del castellano al inglés. Es socio de Asetrad desde 2003 y es coautor de CalPro.

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