18 enero 2025
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Inteligencia artificial no se escribe con mayúsculas: conversación en torno a la IA con Carmen Torrijos

Tendemos a utilizar la prosopopeya con aquello que amamos y, más aún, con lo que odiamos o nos aterra. En este caso, esta regla se cumple a la perfección y personalizamos una tecnología asignándole nombre propio. Sin embargo, las siglas IA corresponden a «inteligencia artificial», no es un nombre propio; es un nombre común con un adjetivo. Cómo nombramos las realidades muestra, con un descaro forense, cómo las percibimos, y viceversa… Porque los miedos asignan mayúsculas innecesarias y colocan artículos inapropiados.

La inteligencia artificial (IA) es un conjunto de tecnologías, no es un ente, no hay inteligencias artificiales y, si seguimos con este improvisado manual de estilo rápido, la IA no escribe ni crea ni traduce: genera textos; es una tecnología generativa, que no creadora. Una tecnología que genera resultados, y a su vez, cambios

Para sobrevivir, es decir, para adaptarse, incluso cuando la adaptación es no aceptar ni usar esa tecnología, conviene conocerla.

Usar esta cita antes de continuar no es tomar partido, ni siquiera esbozar una opinión, más bien es una pista a la hora de abordar esta entrevista y, en general, cualquier planteamiento de conocer o formarse más sobre la IA. Para sobrevivir, es decir, para adaptarse, incluso cuando la adaptación es no aceptar ni usar esa tecnología, conviene conocerla.

Y para ello, contamos con una de las mayores expertas en IA de nuestro país, que además, inmensa suerte la nuestra, es traductora, lingüista y una divulgadora preclara, y generosa, porque se ha prestado a participar en esta entrevista para aportar un poco de luz calmada al panorama de opiniones encontradas, valoraciones emocionales, debates acalorados o templados, dudas, preocupaciones y miedos más que fundados de muchos profesionales del lenguaje.

Vamos a empezar con los estereotipos. En verano proponías un San Juan muy especial con una especie de quema de frases referidas a la IA que se repitieron hasta la saciedad desde 2022, para dejar espacio a afirmaciones nuevas, más inspiradoras y ajustadas a la realidad. ¿Van apareciendo?

Usando el martillo de la IA de la manera mejor intencionada puedes, sin darte cuenta, cronificar un sesgo que perjudique para siempre a un segmento de la población.

Sí, poco a poco, aunque hay muchos mantras antiguos que se siguen repitiendo, como que la IA es un martillo —o un cuchillo— que puedes usar para el bien o para el mal, cuando en realidad todo es mucho más complejo: usando el martillo de la IA de la manera mejor intencionada puedes, sin darte cuenta, cronificar un sesgo que perjudique para siempre a un segmento de la población. Necesitamos capacidad de ensayo, de auditoría, de corrección y de rectificación de nuestras decisiones de uso. Me gustan las frases que intentan no simplificar tanto y nos obligan a jugar con más incertidumbre.

Seguimos con las fechas, hasta 2020 la inteligencia artificial se desarrollaba en una especie de silencio y lugar oculto de cara a los usuarios, ¿qué ha ocurrido en estos últimos años para que haya pasado de ese perfil bajo a estar en todas partes?

Hay varias razones, pero la más importante es que las personas que programan y escriben código han desarrollado un sistema increíble para que las personas que no programan puedan comunicarse con sistemas de IA en lenguaje natural, a través de la instrucción que llamamos prompt. Esto no tiene precio, porque han conseguido que los perfiles no tecnológicos puedan asomarse a la tecnología, probarla, valorarla, odiarla o amarla, celebrarla o quejarse, y entrar por fin en la conversación de algo que, de todas formas, nos iba a afectar a todos y que apenas conocíamos.

En una entrevista previa afirmabas que ante este aluvión de información, en la mayoría de las ocasiones apocalíptico, era mejor ocuparse que preocuparse, ¿cómo deberían «ocuparse» los profesionales del lenguaje, en especial, traductores, correctores e intérpretes?

Que exista una herramienta tan potente para procesar el lenguaje y trabajar con él, y que los profesionales del sector la ignoren o la rechacen de entrada, es una pérdida para todos.

Que exista una herramienta tan potente para procesar el lenguaje y trabajar con él, y que los profesionales del sector la ignoren o la rechacen de entrada, es una pérdida para todos. Para tomar distancia podemos pensar en otro sector, como la medicina, que no se permitiría ignorar o «no querer saber» sobre algo que puede impactar en la calidad o el desempeño de la profesión: observarían, estudiarían, pondrían a prueba, llevarían al extremo y finalmente juzgarían si es útil o no es útil, y detallarían en qué casos puede usarse y en cuáles no, o con qué cautelas. Ocuparnos de la IA en este momento consiste en conocerla, comprenderla, probarla, y explicar a la gente que no trabaja con el lenguaje dónde están las ventajas y dónde están los riesgos. Pienso, por ejemplo, en clientes de proyectos de traducción que lo que de verdad están esperando es este análisis por parte de los traductores, una voz especializada que ponga orden en el caos y les diga cuándo puede usarse y cuándo no.

Y jugando con el término «ocupación», ¿cómo debemos afrontar la repetida amenaza de que la IA acabará con el trabajo de profesionales de la lengua reemplazándolos o que hará mucho más precarias sus condiciones?

Creo que hay que tener cuidado con la profecía autocumplida, con creernos tanto algo que acabemos remando a favor para que finalmente ocurra. Si tenemos y mostramos tanto miedo, nos restamos valor a los ojos de todo el mundo, y empezamos a sembrar una duda que sí puede acabar con nuestro trabajo. No hay que dejar lugar a esa duda. Hay que seguir demostrando el valor de los profesionales, y eso se consigue entrando en la conversación sobre IA con conocimiento de causa, aportando análisis y criterio también a nuestros empleadores o clientes. Nunca prescindirías de alguien que te aporta luz en medio del ruido.

La precarización de los servicios lingüísticos se ha ido instalando desde la reducción drástica de los precios y los salarios en los años 2000.

La precariedad en concreto se debe a muchos factores. La huelga de guionistas de Hollywood de 2023 era mucho más que el miedo al reemplazo por sistemas de IA, también contenía reivindicaciones salariales. Muchas veces utilizamos la IA, y su discurso rápido y de moda, para apartar la mirada de otros problemas que ya teníamos antes, pero que son incómodos y de difícil solución. La precarización de los servicios lingüísticos se ha ido instalando desde la reducción drástica de los precios y los salarios en los años 2000, porque no hemos sabido darles su lugar en el mercado o no nos hemos puesto de acuerdo para hacerlo. Creo que defender los estándares mínimos en las condiciones de trabajo hace mucho más por la profesión que debatir si usamos o dejamos de usar una tecnología.

La naturaleza de esta tecnología, la manera en la que está entrenada, nos indica que sirve para reemplazar tareas, no trabajos, no personas. El puesto de trabajo de una persona se compone normalmente de muchas tareas distintas, y deberíamos poder delegar en los sistemas de IA todas las que son puramente funcionales y no requieren criterio. Esto tendría que ayudarnos a despejar carga mental y ganar tiempo para pensar. La realidad del reemplazo existe, claro, en aquellos puestos de trabajo que consisten solo en tareas sin criterio, pero me cuesta mucho pensar en perfiles así. No tengo que explicar aquí que la labor de un traductor o un corrector es una toma de decisiones constante, pero en otros foros sí lo explico. Pienso por ejemplo en becarios de traducción que cotejan cantidades y fechas en textos, y me pregunto cuánto aprenden ejecutando esa tarea y si no sería mejor automatizarlo y que pudieran hacer otras cosas.

Centrándonos en el sector de la traducción, a veces, parece que se utilizan de forma indiscriminada los términos «traducción automática», «posedición» y «traducción generada con IA». Pero no son lo mismo, ¿por qué se produce esta confusión de terminología y tecnologías?

Solo con que el público general comprendiera que existe la posedición, ya les haría entender que la traducción generada con IA no es nunca un producto final.

Sí, y cuando intentas explicar las diferencias te miran como a un bicho raro porque se considera un tecnicismo, cuando en realidad la diferencia es importantísima. Solo con que el público general comprendiera que existe la posedición, ya les haría entender que la traducción generada con IA no es nunca un producto final, que por desgracia es una idea muy arraigada. La confusión viene de que vemos por una mirilla muy estrecha el trabajo de los demás: es fácil decir que los traductores van a desaparecer, pero ¿cuántos de los que dicen esto creen que va a desaparecer su propia profesión? Seguramente ninguno, porque conocen de primera mano la complejidad de lo que ellos hacen, pero no la del resto. Por ejemplo, se infravalora mucho la posedición, cuando detectar errores de concepto o de sentido en textos aparentemente perfectos es para el cerebro una tarea muy cansada.

¿Por qué crees que se omiten del discurso apocalíptico sobre IA los beneficios más evidentes, e insospechados en muchas ocasiones, como facilitar tareas repetitivas propias precisamente de la máquina para que el profesional humano se pueda centrar en otras que solo puede abordar una inteligencia natural?

Siento que tenemos la responsabilidad de comunicar muy bien lo que hay al final de la curva, para que se entienda que merece la pena tomarla.

Seguramente es una consecuencia de vivir en la economía de la atención. El discurso apocalíptico es más inmediato, más sencillo y consigue clics rápidos. Sin embargo, para explicarte que con un modelo GPT puedes transformar un texto en una tabla de datos, o que puedes crear un gráfico a partir de un artículo, o un pódcast automático a partir de un PDF, necesito que me prestes atención durante cinco o diez minutos. No puedo dártelo en un titular ni en un vídeo de diez segundos en TikTok. Es un mensaje además que ronda los territorios de la ofimática y que por tanto puede producir pereza, porque para beneficiarnos de lo que la IA puede hacer tenemos que escalar una cierta curva de aprendizaje. Nos recuerda a cuando teníamos que aprender a usar Word o Excel. Siento que tenemos la responsabilidad de comunicar muy bien lo que hay al final de la curva, para que se entienda que merece la pena tomarla.

¿Cuál es tu opinión como lingüista especializada en IA del comunicado de la Red Vértice: «[…] apoyamos el avance tecnológico para convertirlo en nuestro aliado a la hora de tender puentes entre lenguas y culturas. No obstante, el uso de motores de traducción automática y de inteligencia artificial plantea serias dudas éticas y morales en tanto que estos se nutren en numerosas ocasiones de contenidos sujetos a propiedad intelectual y relacionados con la protección de datos confidenciales».

Cuando tengamos las dos opciones, elegiremos la más justa, pero quedarnos fuera del juego ahora no es una forma de protesta.

No es una opinión, es un hecho que la IA tal y como la conocemos ahora se ha nutrido del trabajo de artistas, escritores, traductores, compositores, músicos, poetas y tantos otros profesionales que hacen cosas que amamos y que queremos proteger. Los sistemas de IA que conocemos y utilizamos hoy han sido diseñados, entrenados y creados fuera de Europa, donde la propiedad intelectual no se entiende de la misma manera. Son tecnologías que nos han mostrado el camino, pero que no son justas con el trabajo de las personas. Ahora bien, tenemos derecho a las dos cosas. Yo puedo utilizar, probar y conocer esta tecnología, disfrutar los beneficios que pueda darme, y a la vez reivindicar la creación desde Europa de una IA que sí cumpla con los derechos de autor. No es imposible, hay iniciativas ya en España para crear modelos de lenguaje que solo se entrenan con contenidos legítimos. Cuando tengamos las dos opciones, elegiremos la más justa, pero quedarnos fuera del juego ahora no es una forma de protesta. Yo no lo recomiendo, porque significa borrarnos del mapa. Y en el mapa, se nos ve mucho mejor cuando protestamos.

Una de las principales preocupaciones respecto a la IA es la aparente imposibilidad de determinar qué es real y qué no. En el caso de los textos, ¿cómo podemos discernir si un texto lo ha generado un software de IA o lo ha creado un humano?

Lo importante es saber, aunque no es fácil de asumir, que no existe ahora mismo ninguna aplicación, tecnología o prueba pericial que pueda decirnos con fiabilidad si un texto ha sido generado con IA. En enero de 2023 OpenAI lanzó un detector que supuestamente identificaba el contenido generado con GPT, pero a los seis meses ellos mismos lo retiraron por falta de precisión, porque acertaba y fallaba tanto como un modelo aleatorio. Los GPTzero y otras herramientas lo prometen, pero no lo consiguen. Sin embargo, un texto copiado y pegado directamente desde una aplicación de IA sí tiene algunos atributos que podemos ver a simple vista: la afición por la enumeración, los calcos del inglés como las mayúsculas iniciales en los títulos, una emocionalidad extraña, un orden escrupuloso y excesivo en las ideas, y conclusiones o cierres demasiado redondos. Casi todos los rasgos que podemos identificar son por exceso. Hay dos casos en los que no vamos a notar nada de esto: en textos muy cortos y en textos que han sido creados con GPT pero modificados después. En estos últimos, ¿nos importa realmente que se haya usado un GPT de base si después hay un ojo humano que ha aportado valor y criterio al texto? ¿es un texto menos real, eficaz o útil solo por estar basado en GPT? Esto es lo que tendríamos que madurar.

En la actualidad, la mayoría de estudiantes (no solo los de secundaria, sino incluso los de grados universitarios de traducción o estudios de corrección) utilizan ChatGPT para redactar las cosas más sencillas, ¿crees que esto nos llevará a un deterioro de la expresión y a una pérdida de habilidades lingüísticas básicas?

En cuanto a los estudiantes, creo que para asegurar un mínimo tenemos que enseñar los básicos de la escritura en aulas sin tecnología.

Creo que lo que llamamos deterioro ya estaba en marcha, por la reducción de la capacidad de atención, la fragmentación de los discursos y la mezcla constante de texto con imagen y vídeo en las redes. No sé si es un deterioro o solo un subtipo de comunicación, porque entre tanto sigue habiendo creadores y consumidores de discursos más complejos, quizá más que nunca en la historia. En cuanto a los estudiantes, creo que para asegurar un mínimo tenemos que enseñar los básicos de la escritura en aulas sin tecnología, igual que aprendemos a sumar sin calculadora, y desterrar para siempre los trabajos escritos en casa. A partir de cierto punto, tendrán acceso constante a los asistentes de IA, como nosotros, y ocurrirá como con el cálculo mental. Seguramente no sabrán cómo empezar a escribir algo desde cero, porque trabajarán siempre desde un borrador generado. ¿Esa habilidad era tan importante? ¿La tenía todo el mundo? Lo que sí me parece vital es que sepan cómo hacer un texto interesante, conciso, cercano, útil, claro. Que sepan qué tienen que cambiar en el texto y por qué, y puedan explicarlo. Y eso también son habilidades lingüísticas; simplemente, son diferentes.

Uno de los retos sin duda más exigentes para el presente y los próximos años es abordar las implicaciones éticas, jurídicas y medioambientales del empleo de la IA. ¿Cómo se están afrontando estas cuestiones?

También hay que crear regulación sobre los datos, los modelos, el propio proceso de entrenamiento, las variables, el talento, la aplicación y el uso.

Se están afrontando muy despacio. La legislación suele ir siempre por detrás de la realidad, y en este caso se está haciendo un esfuerzo enorme por intentar prever o anticipar riesgos, el problema es que jugamos con mucha incertidumbre. Es duro decirlo, pero estamos en un momento muy temprano del cambio y necesitamos que ocurran más cosas para aprender. Necesitamos que tengan lugar más denuncias, más juicios, más conflictos, porque a partir de ahí construiremos el camino correcto. Tarde o temprano tendremos que abordar, por ejemplo, el consumo energético de estos sistemas y todo lo que afecta al hardware, pero también hay que crear regulación sobre los datos, los modelos, el propio proceso de entrenamiento, las variables, el talento, la aplicación y el uso. No es nada fácil.

El Reglamento de IA en la UE entra en vigor definitivamente en 2026, pero ya en 2025 se supone que vamos a ver los primeros efectos de la aplicación, las primeras sanciones. Se ha criticado el RIA porque todavía no aborda, por ejemplo, temas de propiedad intelectual o derechos de autor en lo que respecta a la IA generativa, pero es porque han priorizado aquellos casos que afectan a derechos fundamentales, como el acceso a la sanidad, la justicia, la educación o el empleo. Creo que la norma sí tiene el espíritu correcto para promover el bienestar de las personas en la convivencia con la IA. Pero tenemos que darle tiempo.

¿Qué parte de esa responsabilidad nos corresponde asumir como usuarios y, sobre todo, como profesionales del lenguaje?

Los profesionales del lenguaje, por pura lógica, tendríamos que convertirnos en superusuarios de las tecnologías del lenguaje. Un superusuario para mí es alguien que comprende la tecnología, entiende e interioriza las capacidades nuevas, utiliza las herramientas en el día a día de forma natural, las compara, las pone a prueba, expresa su opinión, sus preferencias y sus reivindicaciones legítimas, y no es un mero observador de la tecnología, sino una parte fundamental de su evolución. Esto significa que también se compromete a velar por un uso responsable y alineado con el bienestar de las personas. Esto está ocurriendo ya en gran medida en el mundo del diseño y la creación visual, y es un camino que tenemos que considerar.

Y, por último, no hemos podido resistir a la tentación de contar con la asistencia de ChatGPT para una pregunta…

Prompt: ¿Qué pregunta sería más pertinente formular a un lingüista especializado en inteligencia artificial para aportar a traductores, correctores e intérpretes profesionales información útil y no sesgada relacionada con su trabajo y su futuro laboral?

Una pregunta pertinente podría ser: «¿Qué habilidades y competencias deberían desarrollar los traductores, correctores e intérpretes para adaptarse a un entorno laboral en el que la inteligencia artificial está en constante evolución, y cómo pueden asegurarse de que su trabajo siga siendo relevante y valorado?» Esta pregunta aborda la adaptación profesional y el valor del trabajo humano en la era de la IA.

La respuesta generada por IA a su propia pregunta es:

Para adaptarse a un entorno laboral en constante evolución debido a la inteligencia artificial, los traductores, correctores e intérpretes podrían desarrollar las siguientes habilidades y competencias:

  1. Dominio de herramientas de IA: Familiarizarse con software de traducción asistida por computadora (CAT), sistemas de traducción automática y plataformas de corrección, aprovechando sus capacidades para mejorar la eficiencia.
  2. Habilidades tecnológicas: Aprender sobre programación básica o uso de APIs puede ayudar a integrar mejor las herramientas de IA en su flujo de trabajo.
  3. Pensamiento crítico y análisis: Ser capaz de evaluar la calidad de las traducciones generadas por IA y corregir errores, manteniendo un enfoque en el contexto cultural y matices del lenguaje.
  4. Competencias interculturales: Profundizar en el entendimiento cultural y en las variaciones del lenguaje para asegurar que las traducciones no solo sean precisas, sino también culturalmente relevantes.
  5. Flexibilidad y adaptabilidad: Estar abierto a aprender nuevas herramientas y métodos de trabajo, ya que el campo está en constante cambio.
  6. Habilidades de comunicación: Fortalecer la capacidad para trabajar en equipo con desarrolladores de IA y otros profesionales, facilitando una colaboración efectiva.
  7. Desarrollo profesional continuo: Participar en formaciones, seminarios y conferencias sobre tendencias en IA y su impacto en la lingüística.
  8. Ética profesional: Comprender los dilemas éticos relacionados con la traducción y la interpretación en el contexto de la IA, promoviendo prácticas justas y responsables.

Al desarrollar estas habilidades, los profesionales pueden asegurarse de que su trabajo siga siendo relevante y valorado, complementando las capacidades de la IA en lugar de ser reemplazados por ella.

Y… ¿tu respuesta sería?

Todo lo anterior, más: dejar de entender la profesión como una foto fija, permitir que evolucione y dejar que evolucionemos con ella.

Carmen Torrijos
Carmen Torrijos
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Es traductora y lingüista computacional. Actualmente es responsable de inteligencia artificial en Prodigioso Volcán, donde aplica las capacidades de la IA a proyectos de comunicación y transformación en las empresas. Es profesora de Minería de Texto en la Universidad Carlos III y de IA aplicada a la comunicación en diversas escuelas y universidades. Ha publicado La primavera de la inteligencia artificial en la editorial Catarata, un libro sobre tecnología, narrativa y cultura en torno a la IA. En 2023 recibió el premio AI Network a la mejor trayectoria joven, y ha sido incluida en la lista Forbes de las cien personas más creativas en el mundo de los negocios.

Ana González Corcho
Ana González Corcho
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Ana es traductora de inglés a español, correctora y redactora. Está especializada en la traducción de textos técnicos, empresariales y de marketing. Se ocupa de la gestión de proyectos y tareas de control de calidad de todo tipo de textos. En los últimos tiempos, centra gran parte de su labor profesional en la corrección de estilo y el editing de literatura infantil y juvenil, novela gráfica y materiales didácticos. Sus pasiones profesionales, casi vicios, son la revisión y el control de calidad de las traducciones, además de todas las cuestiones relacionadas con la corrección. Las no profesionales son la poesía, el yoga, el baile, las palabras en general —ordenadas y desordenadas— y los lugares. Es socia de Asetrad y se encarga de la sección Corrección y revisión de esta revista.

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