En el año 1999 publiqué una recensión de la Ortografía de la lengua española, obra que la Academia acababa de publicar («La “nueva” ortografía académica», Acta [Madrid], 1999). Pese a que se trataba de un texto razonable, la docta casa no estaba acostumbrada a que alguien criticase su trabajo, por lo que algunos académicos y otras personas cercanas a la Academia se alzaron contra mí, aquí y en Latinoamérica. Otras, por el contrario, acogieron el texto con serenidad, reconociendo que ni la Academia es sagrada ni le hace ninguna falta serlo.